Abre Casa Beatnik, un colorido hotel con suites y yurtas de lujo en Vedra

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

VEDRA

El pazo de Galegos escribe un nuevo capítulo en su historia, tras ser adquirido por un grupo de Chicago, Bonhomme Hospitality

07 jun 2022 . Actualizado a las 08:46 h.

El pazo de Galegos, donde en su día residió el ilustre historiador y escritor Antonio López Ferreiro, es hoy Casa Beatnik Country House, un colorido hotel con spa, 13 suites y 6 yurtas de lujo con vistas a su viñedo que esta semana recibían a sus primeros huéspedes. Tras este proyecto están dos hermanos, Daniel y Juan Carlos Alonso Monteagudo, director y socio de Bonhomme Hospitality, un grupo hostelero de Estados Unidos con más de una decena de negocios en Chicago, entre restaurantes, bares y discotecas. De padres gallegos y criado a caballo entre Norteamérica y Galicia, explica Daniel que «siempre quise hacer algo en España» y decidió buscar una propiedad en la tierriña para abrir un hotel destino, que se convirtiera en un lugar de interés por sí mismo, y con el que poner a su vez en valor «un rincón del mundo que queremos mucho».

Tras una intensa expedición familiar, a punto estuvo de tirar la toalla, hasta que encontró en Vedra, a solo 17 kilómetros de Santiago, el emplazamiento perfecto, en el lugar de Galegos. Cerraron el trato con la familia propietaria del pazo en marzo del 2020, justo antes de que la pandemia pusiera al mundo patas arriba, y comenzaron la remodelación en junio. Ahora, dos años después, ven el resultado de todo este trabajo, realizado por albañiles, herreros, carpinteros y maestros locales. «Juan Carlos estaba viviendo en Sudáfrica y yo quería una persona de mi total confianza que estuviera al frente de Casa Beatnik. Es un loco por los detalles, como yo, y este era un proyecto ambicioso, al que nos enfrentamos con mucha humildad y respeto por la historia, la cultura y la gente que lleva cuidando de esta tierra muchos años», añade el fundador de Bonhomme.

Como comprador del vino salido de los viñedos del pazo de Galegos, optó por mantener la producción de albariño de la subdenominación del Ulla, bajo la supervisión de un experto enólogo como Rodrigo Méndez de Forjas y con Juan Carlos como responsable de la bodega. Destaca que su viñedo custodia la vid más antigua de Galicia, de la variedad cascón, con cuatro siglos de antigüedad. Desde el 2020 elaboran al menos 500 cajas de vino al año, cosechas que maduran en barricas de roble francés seleccionadas individualmente. 

Bonhomme imprimió al edificio mucho gusto y color (empezando por una fachada rosa fucsia, inspirada en el tono de una camelia centenaria que crece en su jardín), incluyó en su decoración detalles audaces y suntuosos de diseño y piezas de coleccionismo, con materiales importados principalmente de Marruecos, Francia e Italia, para ofrecer «un viaje a través de diferentes culturas y texturas» a «sibaritas» que busquen «algo distinto a lo habitual». El nuevo nombre de la casa solariega hace referencia a los librepensadores bohemios de los años 50 y 60, en honor a su espíritu y legado artístico, muy en sintonía con la filosofía de Yves Saint Laurent. «Él es el símbolo de esta generación, un hombre conoce y respeta la tradición, pero con un punto de rebeldía, que quería que los lujos y creatividad no fueran solo para unos pocos sino para todos», apunta Daniel, quien dotó al hotel de mosaicos de cemento y azulejos hechos a mano por Popham Design, candelabros y lámparas de cristal de Murano, alfombras artesanales de Soufiane Zaribe, entre otros elementos singulares de gran valor. 

«Estando a apenas cien metros del Camino de Santiago, nos fijamos el reto de ofrecer algo más que el típico alojamiento para 13 parejas [el hotel es solo para adultos, y una de sus suites ocupa la antigua capilla del pazo] sino también para otro tipo de inquilinos. De ahí las yurtas, que son unas estructuras de madera antiquísimas y autónomas, sin estacas ni columnas por el medio que interrumpan el paso. Pensé en lo que pediría yo, Daniel Alonso, acostumbrado a las comodidades, para pasar una noche de acampada y surgió esta idea», explica. En su apuesta por el glamping, han equipado las yurtas con camas de matrimonio de dos metros, alfombras de esparto confeccionadas en el sur de España y cuatro duchas exteriores de alcachofa con puertas dobles «junto a un muro que florece en los baño», añade. 

Además, las instalaciones cuentan con dos restaurantes, bares de cócteles artesanos, dos iglusaunas de Estonia (del mismo fabricante que hizo la que David Beckham tiene en su casa), una piscina de agua salada con tumbonas y una zona de spa y bienestar con instructores y terapeutas homologados para sesiones de fisio, masajes, taichí o yoga. «Son la leche, tenemos un equipo muy preparado, que ofrece la posibilidad de pasar un día en Casa Beatnik sin alojarse en ella y comer en sus restaurantes, ir a una clase de yoga, darse un masaje thai y pasar un día de relax en un refugio perfecto para desconectar del mundo. Yo quiero ser la embajada de esta tierra y emborrachar espiritualmente a quienes nos visiten del concepto de bon vivant, y de paso contribuir a que otras personas conozcan todo lo que puede ofrecer Galicia», añade Daniel, hijo de un vigués, que sigue pasando sus vacaciones familiares en Baiona.

Oferta culinaria

El pasado jueves arrancó el servicio en su primer restaurante, Betnik Country House, capitaneado por el chef ejecutivo Marcos Campos, quien a su vez está al frente de Porto, restaurante del grupo Bonhomme en Chicago con una estrella Michelin. Con David Gallego y Lorena Navarro (llegados del Bagá de Jaén) como jefes de cocina, proponen «un viaje culinario sin fronteras, desde el Levante y este del Mediterráneo hasta el norte de África, cruzando al otro lado del Atlántico hasta México. y América del Sur», indica el propietario de Casa Beatnik. «Utilizamos los mejores ingredientes del mundo, que son los gallegos, aderezados con ese toque internacional y sabores de otras partes del mundo para innovar y sorprender». Los clientestienen la opción de elegir entre tres espacios, el salón, la terraza o uno denominado Cabana, junto a la zona de baño. Y el segundo restaurante se llama Tribu, y ofrece «una experiencia más pequeña e independiente, en una zona rodeada por el viñedo y la flora, con solo seis mesas». En este caso, se trata de una cocina con leña y carbón, «con técnicas muy primitivas, como pueden ser los ahumados o encurtidos, introduciendo también una finura al final para captar sabores más salvajes».

Con la aspiración de contentar a los cinco sentidos, subraya Daniel que han tenido especial cuidado con la iluminación y el sonido. En Chicago, dice, cuentan con un grupo de treinta dysjóqueis y «nuestra idea es extender esta experiencia a Beatnik Country House, y que venga cada día un Dj a pinchar vinilos en la sala y de forma digital en la zona de la piscina. Mi deseo es transportar a la gente, alejarla de su día a día, y que se sienta por un momento en otro país, otro tiempo y otra época en medio de este entorno».

¿La acogida? Asegura Daniel Alonso que están recibiendo los primeros días «críticas positivas y seguimos mejorando todos los días. De hecho, estamos a putno de lanzar la versión de nuestra web en español [hasta ahora solo en inglés]. Para mí lo importante es que la gente nos vaya descubriendo por el boca a boca, paulatinamente, que se vayan acercando a descubrir la cocina distinta que hacemos, y sería un placer llenar esta casa de gallegos, además de personas de otros sitios de España y países que nos elijan como destino».