Cuatro gallegos recién llegados de Finlandia: «Sabíamos que este año era muy bueno para ver auroras boreales, y hubo suerte»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Imagen de archivo de una aurora boreal
Imagen de archivo de una aurora boreal Cedida por Félix Sánchez-Tembleque

Aficionados a la astronomía de Santiago y A Coruña relatan el viaje que contrataron para ver un fenómeno de la naturaleza tan hermoso como escurridizo

21 feb 2024 . Actualizado a las 13:44 h.

Acaban de llegar de Finlandia, adonde no dudaron en viajar para poder captar una aurora boreal. «Como aficionado a la astronomía, y llegada una edad, era algo que aún tenía pendiente en mi lista de cosas por hacer. Ahora ya lo puedo tachar; valió la pena», admite feliz Rubén Díez, un informático de 50 años, criado en As Pontes aunque vecino de Santiago desde hace décadas. En la capital gallega, donde estudió Física en la USC, fue donde creció y cultivó su afición por la astronomía, formando parte del Clube de Astronomía Vega Compostela.

«Sabes que ver una aurora boreal es un espectáculo muy interesante desde un punto de vista estético. Es algo muy relevante», asiente Rubén, uno de los cuatro gallegos -un hombre y una mujer de Santiago y otro hombre y otra mujer de A Coruña- que hace dos semanas se trasladaron por sus medios a Málaga para coger desde allí uno de los viajes que realiza la compañía AstroAndalus para ver en los países del norte de Europa un espectáculo de la naturaleza tan hermoso como escurridizo, y que solo se pueden contemplar en determinados lugares y situaciones específicas. Suelen ser habituales en las regiones polares de ambos hemisferios cuando aumenta la actividad solar.

«Cuando vas a un viaje así nunca tienes la garantía 100 % de poder ver una aurora boreal, aunque sabíamos que este año era muy bueno, y hubo suerte», aclara por su parte Félix Sánchez-Tembleque, un ingeniero de A Coruña, investigador en el Citeec (Centro de Innovación Tecnolóxica en Edificación e Enxeñería Civil), una ocupación que combina con su afición tanto por los viajes -visitó más de 40 países- como por la astronomía, siendo uno de los miembros de la Asociación Astronómica Coruñesa Ío.

«El ciclo solar dura once años. En este 2024 y en el 2025 está en el máximo de actividad solar. Ambos años son, en principio, propicios para poder ver una aurora boreal», explica Rubén sobre un fenómeno que se produce cuando las partículas procedentes del Sol son atraídas por el campo magnético de la Tierra que, por su diseño natural, las desplaza hacia los polos. Cuando esta interactúan con los átomos y moléculas de la atmósfera se genera una energía que se traduce en luz y que puede verse desde el suelo.

«Hay que tener suerte. De hecho hay gente que otros años contrató el viaje, fue y al final no vio auroras al no estar el cielo despejado, pero hay factores que ayudan mucho. Hay que intentar aumentar las probabilidades. Por ejemplo, el ir más días hace que tengas más boletos para poder verlas. Nosotros estuvimos en Finlandia siete días y salimos en seis jornadas a contemplarlas», afirma Félix. «Cuando más al norte vayas, mejor. En nuestro caso, la base estaba en Kilpisjärvi, en la parte de Laponia que pertenece a Finlandia, muy cerca de la frontera con Noruega y Suecia. Algo muy importante fue que a la gente con la que fuimos no le importaba trasladarse 100 kilómetros al norte para poder llegar a un sitio con cielo más despejado», continúa Félix.

«Normalmente las mejores épocas para poder verlas son cerca de los equinoccios. Un buen mes sería febrero, marzo o septiembre», apunta Rubén, que relata lo vivido. «La ropa la alquilamos allí. Hubo días de llegar a -23 grados. Normalmente los guías nos llevaban a zonas de descanso, apartadas de la carretera, para poder contemplar mejor las auroras. Los primeros días no tuvimos mucha suerte y el cielo estaba cubierto, pero en los últimos días sí pudimos contemplarlas. En una jornada vimos varias, de intensidad pequeña. A mí me coincidió también que un día al llegar al hotel, y mientras otros se iban a dormir, varios nos quedamos en la parte trasera, y de repente, hubo una muy breve, pero muy intensa», recuerda Rubén.

«Él ahí tuvo suerte. Yo ya estaba descansando, y aunque nos avisó y salimos rápido, fueron solo dos o tres minutos, y no llegamos», lamenta Félix, incidiendo en lo imprevisible del fenómeno. «Es una obra de arte aleatoria», acentúa Rubén, aclarando que en el caso de las auroras vistas por ellos, y a pesar de que se pueden presentar con diferentes colores, el tono que predominó fue el más habitual, el verde.

Rubén aclara riendo que él es de la vieja escuela y que no saca fotografías, un papel que sí asumió Félix, un gran aficionado a inmortalizar lo visto en sus viajes. «Hice hasta 700 fotografías. Cuando no son tan intensas con el ojo no se aprecia el color verde, siendo más bien grisáceas y pudiéndose confundir con una nube. En ese caso el color solo se capta en una fotografía de larga exposición con trípode. Cuando son muy intensas, y aparecen por todas direcciones, se pueden fotografiar a pulso con un buen móvil», aclara Félix, cediendo a La Voz una de las fotografías que tomó el pasado sábado cerca de Kilpisjärvi.

«Es un espectáculo de la naturaleza increíble. Merece la pena, aunque es evidente que también conlleva un gasto económico y que hay que hacer frente a temperaturas muy frías. No estoy de acuerdo con lo que dicen que a partir de -5 es igual el frío que haga...», bromea Félix.

«Yo ya hice el check en mi lista de tareas pendientes, pero no descarto volver», avanza Rubén.