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Latonta y Larubia, la marca de joyas nacida en Santiago que invita a reciclar oro familiar para alianzas y atrae a gente de toda España

VIVIR SANTIAGO

El manchego Ramón López y la catalana Núria Manzano idearon hace 15 años una firma que no solo sorprendió con su nombre. Sus colecciones, que rinden un homenaje actual al concepto de «joyas de domingo», y su apuesta por fundir piezas de oro abandonadas en casa para crear nuevas joyas, un proceso que abarata costes y acentúa el simbolismo de la pieza, ha aumentado su eco

27 feb 2025 . Actualizado a las 08:10 h.

En el 2010, hace ahora 15 años, el manchego Ramón López y la catalana Núria Manzano se decidieron a poner en marcha en Santiago, donde ambos residían en ese momento, una marca de joyería artesanal especializada en diseños diferentes y personalizados. «Nos habíamos conocido cuando llegamos con un programa de intercambio a la facultade de Belas Artes de Pontevedra. Núria se había formado previamente en joyería en la Escola Massana, en Barcelona, y a mí también me conquistó el oficio. Teniendo ambos claro hacer de Galicia nuestra casa, al terminar vinimos a Compostela donde yo me formé en el Ciclo superior de Joyería Artística de la Escola Mestre Mateo. Al poco, y tras años de amistad juntos, ya decidimos juntarnos también en lo profesional para trabajar en una pequeña colección de joyería, de producción limitada», evoca Ramón sobre los comienzos de Latonta y Larubia, una firma que, ya de inicio, también sorprendió con su nombre. «Empezamos a trabajar con unos embellecedores y fornituras de muebles antiguos. De ahí salió esa primera colección, que gustó. A la marca la llamamos Latonta y Larubia porque trabajábamos sobre todo con latón… El nombre viene de esa curiosidad, aunque hoy mucha gente aún nos sigue preguntando cuál es de los dos es la tonta y cuál es la rubia...», añade Ramón riendo.

La firma, adscrita a Artesanía Galicia y que, con el tiempo, sumó un nuevo taller en Vigo, ganó fama rápido, también en tiendas del casco histórico compostelano, con colecciones en las que, principalmente con latón, rendía un homenaje actual al concepto de «joyas de domingo». «Trabajamos con métodos de joyería artesanal y tradicional, pero aplicando diseños actuales. Nuestras piezas se inspiran en la joyería que vestían nuestras abuelas los días de fiesta, en esos broches y pendientes antiguos que forman parte de recuerdos familiares, del costumbrismo y de las tradiciones, pero llevadas a nuestro terreno... El domingo es un día muy de señora y es una forma de ensalzar nuestros diseños. Aunque te pongas nuestras joyas un lunes siempre vas a ir más de domingo», afianza Ramón sobre unas colecciones a las que no restaron divertidos nombres, como ''Baila, que ritmo te sobra'' o ''Demasiados anillos y pocos hombres''.

En paralelo, y mientras también abrían la puerta a crear joyas personalizadas —«Hicimos encargos de todo tipo, desde collares con los colores que llevaba una novia para regalar a sus invitadas hasta convertir en joya el dibujo de un hijo»— Ramón y Núria, también dieron forma a otro proyecto con el que su eco comenzó a trascender más allá de Galicia.

«Sobre el 2012 un conocido nos pidió fundir unas piezas de joyería que tenía en casa para poder realizar unos nuevos anillos. Lo hicimos, y ese fue el germen de crear Alianzas personalizadas. Una idea acorde a nuestra apuesta por avanzar hacia una joyería consciente, sostenible. Ese reciclaje permitía, además, a los clientes insuflar una historia a cada creación», reflexiona Ramón.

«En esos años aún no había muchas firmas que apostasen por ofrecer hacer alianzas personalizadas. Nosotros empezamos a ofrecer la opción de hacer una fundición exclusiva con el oro que nos enviaba cada cliente, garantizándole que la pieza que le haríamos de vuelta sería con ese mismo material, un proceso que recogíamos en vídeo. Muchas parejas, no solo de Galicia, que nos conocieron por redes, contactaron ya con nosotros. Vimos que la gente se interesaba en esta forma de dar una nueva vida a viejas piezas heredadas conservando su valor sentimental. Con este proceso los novios abaratan costes en el precio final, al mismo tiempo que refuerzan el simbolismo y la carga sentimental de las creaciones. Nos pasó que parejas, sin interés previo por alianzas, sí se animaron a tenerlas al ver que podían darle ese toque personal y emotivo; que podían tener unos anillos creados por ejemplo con el oro de la alianza de sus padres», resalta, rescatando sucesivos testimonios.

 «Una mujer nos encargó unos anillos para celebrar las bodas de plata de sus padres. Ella quería que las piezas llevasen grabados todos los años que ellos habían vivido juntos. Fundimos las alianzas de su boda y las reconvertimos en unos anillos nuevos que capturan los años compartidos, haciendo especial mención a la fecha en la que nacieron sus hijas. El resultado fueron dos anillos de oro amarillo reciclado con todo el contorno grabado, año tras año. Es como la memoria de una vida compartida», continúa. «Una pareja que se había conocido en un club de natación, pidió grabar en los anillos las olas del mar que les unió. Para otros dos clientes incorporamos las siluetas de As Illas Cíes en su alianza, porque son las vistas que tienen desde su casa y un lugar muy especial para ambos. También hicimos unas alianzas triangulares para otra pareja, representando su familia de tres... Otros dos clientes eligieron un diseño donde el grabado sólo se completa cuando se juntan ambos anillos», enumera, aclarando que los pedidos ya les llegan desde distintos rincones de España. «Gran parte de nuestra clientela es de Madrid y Barcelona», afirman.

«Últimamente algo curioso ha sido que, además de fundir piezas antiguas para tus alianzas de boda, también nos piden fundir las alianzas de boda tras el divorcio para hacerse, por ejemplo, unos pendientes», comenta.

«El material que utilizamos principalmente es el oro reciclado, aunque también trabajamos la plata y el oro nuevo. Ahora mismo, en Latonta y Larubia el 50 % del tiempo ya lo destinamos a esta rama de alianzas personalizadas», subraya sobre un mercado de reciclaje en auge, que también incluye no solo el específico destinado a anillos de boda.

«Hace poco nos sucedió que una chica gallega nos planteaba qué hacer con unos pendientes de traje regional de su bisabuela. Con una intervención, renovando el diseño, le dimos un toque actual, manteniendo la esencia de la creación. En otros casos, fundimos la pieza antigua, conservando la pedrería, pero renovando el diseño, y, así, por ejemplo, se puede llevar hoy una pulsera con las esmeraldas que tu abuela tenía en sus pendientes. Cada vez más gente quiere reciclar joyas heredadas, importantes por el recuerdo que tienen para ellos, pero que no usan», constata.