El director estrena este domingo en HBO «30 monedas», una serie que está marcada por la Iglesia y la fantasía
29 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.La religión y la fantasía vuelven a cruzarse en el camino de Alex de la Iglesia (Bilbao, 54 años). El protagonista de 30 monedas, la serie que este domingo llega a HBO, es un cura, como ya lo fuera el de El día de la bestia, la película que estrenó el director en 1995. Pero esta vez, va un paso más allá. El padre Vergara (Eduard Fernández) es un exorcista, boxeador y exconvicto exiliado por el Vaticano en la parroquia del pueblo segoviano de Pedraza. Desde su llegada, comienzan a suceder en el pueblo eventos extraños que Paco (Miguel Angel Silvestre), el ingenuo alcalde, y Elena (Megan Montaner), una intrépida veterinaria, empiezan a investigar. Y aquello deriva en una batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que quieren hacerse con el control de las treinta monedas por las que Judas traicionó a Jesús.
-¿Cómo nace «30 monedas»?
-Surge de lo más profundo de nuestras cabezas y nuestra ilusión. De pronto, piensas: «Joder, lo que mejor funciona es cuando quieres escribir porque te mueres por escribir». Y proviene de viejas obsesiones, del colegio. Jorge [Guerricaechevarría] y yo nos conocemos desde los 8 años, y desde entonces nos ha fascinado lo mismo y nos hemos entretenido con las mismas lecturas. Él, más encaminado a la historia, y yo, a la ficción. Por eso me metí en Filosofía. Cuando ya estaba en Deusto, empezamos a escribir El día de la bestia Jorge y yo, y ya allí me fascinaba la biblioteca del Loyola, que tiene la mayor colección de demonología de Europa. Allí tuve la oportunidad de tener el Malleus maleficarum en mis manos, o Las clavículas de Salomón, o los evangelios apócrifos. Todo eso lo teníamos encima de la mesa, y nos llevó a escribir El día de la bestia. Sin embargo, se nos quedaron muchas cosas en el tintero. El pase por los jesuitas o los agustinos es fundamental, y sigo pensando que la religión es algo muy importante en mi vida.
-Y también hay influencia del cine y la literatura, ¿no?
-Sin duda. El cine de Larry Cohen, de John Carpenter. Carpenter está superpresente en la historia, no solo por su pasión por el monstruo absurdo y deforme, sino por su concepción de las historias y la valentía a la hora de contarlas. «Me da igual lo que digáis. Voy a hacerlo», parece que tiene tatuado en la espalda. Eso es algo que siempre he admirado muchísimo, y no me he atrevido hasta los 50 años. Siempre he tenido el recurso de la comedia al mirarlo desde fuera. Y esta, no. Esta está vista desde dentro. Por supuesto, Lovecraft también. Jack Vance, Fritz Leiber, y tantos otros, como Burroughs, tanto Edgar Rice, como William. Toda esa mezcolanza absurda de conceptos convierte 30 monedas en lo que es.
-Dice que se le habían quedado cosas en el tintero con «El día de la bestia», que se estrenó hace 25 años...
-El padre Berriatúa tenía una secuencia en la que recordaba de pequeño cómo su madre había ido a un aquelarre y que iba a Zugarramurdi. Luego, hicimos Las brujas de Zugarramurdi, también desde un punto de vista cómico y tal. Y no descarto hacer una versión real. Me encantaría. Ha estado latente en nuestras cabezas, pero ha resurgido cada vez que oíamos algo nuevo acerca de Qumrán. Localizando la película, he ido a las cuevas de Qumrán, que están a hora y media o así de Jerusalén, y no he podido entrar, porque no me han dejado los militares, pero he llegado casi hasta la puerta. Hasta que me pararon y me dijeron: «Señor, bájese de ahí» [risas]. Luego, he tenido la oportunidad y el placer de hablar con el director del museo de Israel, y también hemos tenido muchísimas charlas con sacerdotes y exorcistas en Roma, en España, con el padre Fortea. Y todo eso configura una obsesión que va creciendo. Cuando nosotros escribimos El día de la bestia, el Evangelio de Judas todavía no se había encontrado, y ahora sí. Es curioso, porque es exactamente igual a cómo se lo imaginaba (Jorge Luis) Borges. En Tres versiones de Judas, Borges habla con la voz de Judas Iscariote, y en el evangelio las palabras se le parecen mucho. Todo eso configura 30 monedas desde un punto de vista de contenidos. Y formalmente, tiene mucho que ver con series que me han vuelto loco, como Breaking Bad o True Detective, y tantas otras que estaban en nuestra cabeza.
-Hablando de series, se le ha visto muy poco en ese mundillo, y ahora llega con esta.
-Hice una que se llamaba Plutón BRB Nero, pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de desarrollar una serie como yo quería, como lo es 30 monedas. No ha sido fácil. Hubo un momento en que la serie la iba a hacer Sony, y se iba a desarrollar en Nuevo México. Estoy hablando de hace cinco años. El audiovisual tiene un largo recorrido, y es muy complicado sacar adelante una serie, sobre todo de esta envergadura, y que confíen en ti. Es una serie muy arriesgada y muy, muy loca. Las series han democratizado mucho la narración, y eso es muy bueno.
-¿Cree que con la irrupción de las plataformas es todo positivo, o existe alguna contraindicación?
-Desde mi punto de vista, como productor y como espectador, digo que es todo positivo. Antes, como productores, teníamos la oferta muy cerrada a la hora de encontrar financiación, y las plataformas han abierto ese abanico de una manera increíble. Desde el aspecto de los contenidos, ahora tienes mucha más libertad creativa y puedes proponer cosas mucho más locas que antes. Y luego, desde el punto de vista industrial, el hecho mismo de tener mayor oferta mejora la calidad del producto y aumenta la demanda. Se consume más que nunca. Y hay un tercer aspecto. Los que ahora estamos haciendo series tenemos la suerte de contar con una distribución internacional pasmosa. HBO te permite que la serie se vea ahora en toda Europa, y a partir de enero, con suerte, en todo el mundo. Y eso es algo extraordinario y que yo no había conseguido en 35 años de profesión. Y no solo hablo de mi trabajo, sino del de mis compañeros. Paco Plaza ha visto cómo Verónica ha sido disfrutada por Dwayne Johnson en su casa, que ha dicho: «Qué maravilla es el cine fantástico español». Y eso no nos había pasado, porque no habíamos llegado hasta allí.