La paloma corroe el patrimonio

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN

SOCIEDAD

CSIC

Investigadores del CSIC prueban por primera vez que los excrementos de estas aves contienen sales que después de cristalizar destruyen la piedra de los edificios históricos

24 may 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

De símbolo de la paz a seria amenaza para el patrimonio. La paloma, convertida gracias a un dibujo de Picasso en signo mundial de la concordia, aunque en el fondo el artista sentía una profunda aversión hacia ellas, se ha topado con un riguroso estudio científico que echa por tierra su idílica imagen. Esta ave, calificada por muchos expertos como auténtica plaga urbana y por otros como rata de los cielos, son «enormemente dañinas para el patrimonio arquitectónico», según un estudio elaborado por el Instituto de Geología Económica, dependiente del CSIC, y por científicos de la Universidad de Alicante, que saldrá publicado en el próximo número de la revista European Journal of Mineralogy . Su arma más mortífera son los excrementos, que a largo plazo presentan importantes efectos destructivos en las fachadas de los edificios históricos. Ésta es la primera vez que se demuestra de forma científica cómo la sales contenidas en las heces de las palomas actúan como un agente corrosivo en las piedras de los monumentos. Después de varios análisis efectuados en muestras pétreas del Panteón de los Hombres Ilustres de Madrid, los investigadores comprobaron que la acumulación de guano origina soluciones salinas que interaccionan con la caliza porosa, dando lugar a nuevas sales. Por ejemplo, el yeso, una sal muy común en los edificios y que hasta ahora nunca había sido adscrita a este origen. Posteriormente, esta mezcla, que se disuelve en las fachadas gracias al agua de la lluvia, acaba cristalizándose en los poros de la roca, fenómeno que causa el efecto destructivo en el material. Miguel Gómez-Heras, del Instituto de Geología Económica y uno de los autores del trabajo, asegura que las conclusiones son lo suficientemente relevantes como para que las administraciones se lo tomen en serio, ya que hasta ahora «las palomas cuentan con la complicidad de las instituciones». No se trata, según el científico, de pasar al extremo contrario y tender hacia un exterminio de las palomas, pero sí de «tomar medidas para controlar las poblaciones de estas aves». «No podemos -explica- dejar que se reproduzcan hasta límites irresponsables. Es necesario concienciar a la población del daño que hacen». Gómez-Heras aconseja, por ejemplo, «que no se las dé de comer» y advierte de que aún son más peligrosas que las ratas. «Seguro que nadie -señala- dejaría a su hijo alimentar a una rata, y, sin embargo, sería menos perjudicial que alimentar a una paloma urbana».