Puede que la entrega de los Oscar tenga más espectadores que la de los Goya, y si me apuran acepto que tenga hasta algo más de estilo, pero lo que no tienen los premios de Hollywood, ni por asomo, es un fiestón posterior como el que se hace en España. Vale que el cine americano sea más visto, pero en eso de las fiestas los yankis tienen mucho que aprender de los españoles. ¿A que nunca han oído que alguna super estrella de esas de Hollywood haya perdido los zapatos en la fiesta de los Oscar? Eso es porque sus saraos son mucho más aburridos que la fiestuqui que celebró la troupe de Amenábar en la discoteca Pachá. Allí sí hubo quien los perdió, aunque no voy a decir quien porque luego me llaman cotilla. Adelanto, eso sí, que fue una chica y no de la parte técnica, sino de la artística. Sepan ustedes que el equipo de Mar Adentro no paró de bailar hasta las seis de la madrugada y que Lola Dueñas demostró ser la que tiene más marcha de todos. Bueno, Lola Dueñas y el gallego Tamar Novas, que no paró ni un segundo. La que estuvo muy viva y no perdió los zapatos fue Mabel Rivera, que después de la gala pasó por el hotel, se cambió y fue la envidia de sus compañeras. Di que sí Mabel, mujer prevenida vale por dos. Hubo quien vigiló las estatuillas para que nadie se las robara. Por cierto, Tamar estuvo acompañado en la fiesta por sus padres, Ramón y María José, y sé, de buena tinta, que Ramón gritó más de un ¡Viva Galicia! a lo largo de la noche. Así me gusta Ramón, haciendo patria. Los progenitores del joven y brillante mejor actor revelación disfrutaron de lo lindo, y eso que su hijo les regañaba cuando les veía bailar en la pista porque habían dejado la estatuilla sola y temía que se la quitasen. ¡Pero hombre, Tamar, si en esa fiesta lo que sobraban eran goyas! Ni Carlos Núñez ni Luz Casal ¡Ah! Hubo una cosa que me llamó la atención. No vi por la fiesta ni a Carlos Núñez ni a Luz Casal, que sé que estaban invitados y que tenían su granito de arena en el goya a la mejor música original. ¿Qué pasaría? Yo, desde luego, no me lo hubiera perdido por nada del mundo. Vamos, que iba yo a perder la oportunidad de ver de cerca a Javier Bardem. Por cierto, guapo es un rato, pero la verdad es que amable, lo que se dice amable, no estuvo con la prensa. Antes de empezar la gala vino una señorita muy simpática que ya nos dejó clarito que el actor no iba a dar ni una sola entrevista. Pues lo siento Javier, pero te has perdido la oportunidad de conocerme, chatín. Los modelitos fueron espectaculares, aunque hubo ¿honrosas? excepciones. Lo que más envidia me dio de todo fueron esos pedazo de trajes que lucían nuestras actrices. Mira que yo me puse para la ocasión, pero claro, siempre hay quien te gana por la mano, bueno, más que por la mano por el bolsillo, que a mí el sueldo no me da para esos dispendios. Mi preferida fue Geraldine Chapline, iba espectacular con un traje verde de Sybilla, aunque reconozco que el Chanel alta costura de Penélope Cruz quitaba el hipo. Su hermana Mónica llevaba un traje de Juanjo de la Oliva, negro y con un lazo fussia bajo el pecho, que dio mucho que hablar. Les aseguro que o se pegó el escote al pecho con pegamento Imedio o es imposible que nos hiciera vivir un nuevo momento Sabrina bailando el ¡Boys, boys, boys! Pero las cosas como son, aparte de los trajes lo que más envidia me dio fueron los cuerpazos que vi. Apareció la UPA Dance Dafne Fernández con un vestido de encaje negro de Hanibal Laguna que no le tapaba ni el tanga, y yo preferí esconderme porque las comparaciones son odiosas. ¡Qué cuerpo, mi madre! No me extraña que tenga ese pedazo de novio (es el tenista Javier Verdasco). Claro, que para cuerpos esos clásicos de Bibiana Fernández, guapísima con un modelito de Ángel Schlesser, y Elsa Pataki, de morado y de Versace. ¡Ahí es ná! Yo, para animarme, me concentré en Alaska, que iba de dorado y con dos tallas menos. Servidora, por lo menos, iba de su talla. De mi talla y de moda gallega, igual que Mabel Rivera y Pastora Vega, las dos guapísimas.