Benedicto XVI nombró ayer al cardenal primado de España, Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino. El Papa sitúa así al arzobispo de Toledo, uno de los prelados más críticos con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, en el epicentro del poder vaticano, donde presidirá uno de los grandes dicasterios romanos, a la altura de algunas de las más grandes figuras de la Iglesia, como los cardenales Levada, Re o Sandri. Y con un nivel de decisión, además, muy semejante al del actual secretario de Estado, el cardenal Bertone.
La noticia, esperada desde hace meses en la cúpula de la Iglesia española, no ha dejado, sin embargo, de sorprender a amplios sectores del catolicismo hispano. Hay que tener en cuenta que Cañizares, a sus 63 años, es un cardenal especialmente joven -entiéndase el contexto de la palabra joven : cuando de cronologías se habla, la escala de los purpurados no es la de los ciclistas, precisamente-, y que su perfil no se asemeja demasiado al del Papa que lo ha nombrado. A ese Joseph Ratzinger al que, más allá de las creencias de cada cual, muy pocos cuestionan ya el haber sido uno de los más grandes intelectuales del siglo XX.
A ello hay que añadir también el hecho de que el nombramiento se produce cuando es un secreto a voces que Benedicto XVI ha pedido a la Conferencia Episcopal Española que rebaje el nivel de tensión con el Ejecutivo de Zapatero. Un nivel de tensión alentado, en buena parte, por los posicionamientos de Cañizares, hombre poco dado a diplomacias. Pero antes de dejarse llevar por la sorpresa, hay que tener muy en cuenta quién es realmente el valenciano Antonio Cañizares Llovera...
El cardenal primado de España -dignidad que va aparejada a la mitra de Toledo- es, como su amigo Antonio María Rouco Varela, un hombre de inquebrantable lealtad a la Iglesia, y que, al igual que el purpurado gallego, jamás ha dudado un segundo antes de alzar la voz en defensa de sus convicciones, fuesen cuales fuesen las consecuencias de hacerlo. Y actualmente compaginaba su labor arzobispal en España con su trabajo en el seno de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que preside el poderosísimo cardenal Joseph Levada y que el hoy Papa dirigió anteriormente. Fue Cañizares en sus primeros años de sacerdocio y de docencia universitaria, aunque ahora eso se olvide con frecuencia, un hombre progresista, colaborador de publicaciones como Iglesia Viva ; cambió con el tiempo. Obispo a los 47 años y cardenal a los 60, Ratzinger lo tiene, desde hace largos años, en una inmensa estima. El actual Papa, tan brillante intelectual, ha aprendido pronto a gobernar la Iglesia. Y no olvida a quienes le son fieles.