Los católicos en el Reino Unido sufrieron siglos de discriminación

EFE

SOCIEDAD

Con la creación del Reino Unido de Gran Bretaña en 1707 se ratificó la prohibición, todavía hoy en vigor, de que un católico ocupara el trono de Inglaterra.

14 sep 2010 . Actualizado a las 16:09 h.

Desde la ruptura con Roma por Enrique VIII en 1534 y la creación de la Iglesia de Inglaterra, con el monarca a su cabeza, los católicos del Reino Unido sufrieron siglos de discriminación, mitigada poco a poco hasta su práctica desaparición.

Pese a esa ruptura, debida a la negativa del papa Clemente VII, presionado por el emperador Carlos V, a anular su matrimonio con Catalina de Aragón, Enrique VIII mantuvo una fuerte preferencia por prácticas y ritos católicos, y sólo bajo su hijo, Eduardo VI, la Iglesia de Inglaterra sufrió una influencia protestante más radical.

Tras la muerte de este último y con su hija y sucesora, María I, Inglaterra volvió a aceptar la autoridad del Papa y muchos acabaron en la hoguera por negarse a abjurar de la Reforma protestante, entre ellos el arzobispo Thomas Cranmer o los obispos Nicholas Ridley y Hugh Latimer.

Al morir sin sucesión la reina -apodada «Bloody Mary» (Sangrienta María)-, su hermanastra Isabel I tomó el timón y optó por la llamada vía media, una Iglesia moderadamente reformada en cuanto a doctrina, pero continuista en lo que se refiere a las tradiciones apostólicas de los padres de la Iglesia, establecida a la vez por el Estado y con el monarca como gobernador supremo.

Siguieron años muy turbulentos bajo los reinados de Jacobo I y Carlos I, que culminaron en la Guerra Civil y el protectorado de Oliver Cromwell, con luchas entre católicos y anglicanos y movimientos oscilantes entre las facciones de los protestantes más radicales (los puritanos) y los más conservadores, que no querían despegarse demasiado de las prácticas católicas.

Bajo Carlos II, el Parlamento restableció la Iglesia de Inglaterra, dándole una forma no muy alejada de la versión isabelina que es la que se mantuvo hasta la actualidad, con los anglicanos ocupando el centro y puritanos y protestantes radicales, por un lado, y católicos romanos, por otro.

Con la creación del Reino Unido de Gran Bretaña en 1707 se ratificó la prohibición, todavía hoy en vigor, de que un católico ocupara el trono de Inglaterra.

Las cosas empezaron, sin embargo, a cambiar poco a poco a favor de los católicos con la aprobación en 1778 de la llamada Ley de los Papistas, que permitía a los de esa fe tener propiedades, heredar tierras e ingresar en el Ejército.

En 1829, tras la llegada a este país de miles de católicos que huían de la Revolución Francesa y la mejora de las relaciones con los países ibéricos durante las guerras napoleónicas, el nuevo clima político facilitó que el Parlamento aprobara la ley de emancipación de los católicos, que les concedía el derecho a votar y a ocupar cargos públicos.

La gran hambruna irlandesa de mediados del siglo XIX provocó además un éxodo masivo de católicos irlandeses hacia Inglaterra, Gales y Escocia, lo que permitió a su vez el restablecimiento de las jerarquías católicas en Inglaterra y Gales en 1850 y en Escocia en 1878.

En la actualidad, quienes profesan la fe católica no sufren ya discriminación en la vida política, laboral o social, con independencia de la citada prohibición de que un católico ocupe el trono, algo que por otro lado es cada vez más polémico.

Como recordaba recientemente el semanario The Economist, un político católico, Chris Patten -coordinador de la próxima visita de Benedicto XVI al Reino Unido- es canciller de la Universidad de Oxford, institución evitada por los católicos incluso después de que ésa los readmitiera.

No hay que olvidar que de Oxford salió en la primera mitad del siglo XIX el movimiento homónimo fundado entre otros por John Henry Newman, el cardenal convertido a la iglesia de Roma desde el anglicanismo a quien el Papa beatificará este domingo, y que tanta influencia tuvo en el desarrollo del anglo-catolicismo.

En los dos últimos siglos, muchos otros personajes destacados se han convertido al catolicismo, como el arquitecto Augustus Pugin, los escritores G.K. Chesterton, Graham Greene, Evelyn Waugh y J.R.R.

Toljien, miembros de la familia real inglesa como la duquesa de Kent o políticos como el ex primer ministro laborista Tony Blair y su ex ministra de Educación y miembro del Opus Dei Ruth Kelly.