La pareja se casó ayer por la Iglesia ante 800 escogidos invitados
03 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Los príncipes Alberto II y Charlene de Mónaco celebraron ayer la segunda de las dos bodas, una civil y otra religiosa, con las que sellaron cinco años de noviazgo y contribuyeron a afianzar el futuro del principado, en el que se espera con ganas la llegada de un heredero al trono.
Estos tres días de fiesta, si se cuenta el concierto de The Eagles del jueves, serán recordados no tanto por las miradas y gestos cómplices entre el nuevo matrimonio, escasos y breves, sino por su voluntad de hacer partícipes del enlace a monegascos y residentes.
Tras la boda civil del viernes, el gran día para este territorio de apenas dos kilómetros cuadrados llegó ayer, con la presencia de jefes de Estado, monarcas y príncipes herederos, y personalidades del mundo de la moda, el deporte y los negocios.
Todos ellos, ante los cerca de 3.500 monegascos invitados a la plaza del palacio, desfilaron por la alfombra roja y blanca, con los colores nacionales monegascos, que dieron al lugar un aire de decorado cinematográfico, no exento de grandeza.
La seriedad de la pareja durante gran parte de la ceremonia provocó que fuese calificada como exenta de sentimiento por aquellos que se hacen eco de los rumores que periódicos galos como Le Figaro y L?Express recogieron hace días, relativos a un supuesto intento de huida de la princesa a Sudáfrica, y a la aparición de más hijos no reconocidos por parte del príncipe.
Armani, oro y nácar
Por lo demás, no hubo imprevistos en una fiesta que continuó hasta la noche con un banquete elaborado por el célebre chef francés Alain Ducasse, un espectáculo de fuegos artificiales y un baile. Para este, está previsto que Charlene lleve otro traje de Armani, como el que firmó para la tarde, un vestido con una cola de 20 metros e incrustaciones de nácar, perlas y cristales de Swarovski, cosidos con hilo de oro y que llevó más de 2.500 horas de trabajo.