La 85º edición de los premios presenta muchas películas con alta carga política, como «Lincoln», «Argo», «Django desencadenado» o «La noche más oscura»
20 feb 2013 . Actualizado a las 11:17 h.Conflictos raciales, tensión con Irán, estrategia antiterrorista, filtración de documentos oficiales, la mítica figura de Abraham Lincoln... Los argumentos de las películas que compiten el domingo por los Óscar están más vinculados que nunca al debate político habitual de Estados Unidos.
La relación entre Hollywood y Washington siempre fue estrecha, pero no tanto como en 2012. Lincoln, Argo, Django Unchained y La noche más oscura compiten por el Oscar a la mejor película y comparten un profundo mensaje político.
«No es una coincidencia», dijo a Dpa Robert Thompson, profesor de Cultura Popular en la Universidad de Siracusa. «Todo se mezcla en el ciclo de noticias de 24 horas, y la información política ha pasado a ser una cultura política», agregó.
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, invitó a la Casa Blanca al director Steven Spielberg y al actor Daniel Day-Lewis para ver juntos Lincoln, que retrata la lucha contra la esclavitud del mítico líder, al que Obama citó en su reciente toma de posesión.
El ex presidente Bill Clinton calificó la cinta como «brillante» en la gala de los Globos de Oro. «La lucha de Lincoln por abolir la esclavitud nos recuerda que el progreso continuo se forja con principios y compromiso», dijo mandando un mensaje a los dos partidos de cara a las muchas tareas pendientes en Washington.
La gran favorita, Argo, narra el plan para sacar del Teherán de la revolución islámica a un grupo de rehenes estadounidenses. Irán, enemigo declarado de Estados Unidos, ya trabaja en su propia película para contar su versión.
«Es una distorsión de la Historia y un intento de imponer el punto de vista estadounidense en la Historia», se quejó el ministro iraní de Culto, Mohammed Hosseini.
Por su parte, tres senadores solicitaron saber si la CIA filtró documentos a los guionistas de La noche más oscura, que cuenta la fase final de la captura y muerte en Afganistán de Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda y cerebro de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
La película «evoca sentimientos de patriotismo y de perseverancia y honra a nuestros soldados, a nuestro país y a las víctimas», defendió el film un grupo de afectados en el 11-S.
Además, la directora, Kathryn Bigelow, se vio obligada a defender el uso de las escenas de tortura. Unos la acusan de justificarla y otros de mentir sobre su efecto para lograr confesiones.
«Los que trabajamos en el sector artístico sabemos que la representación no es aprobación», replicó Bigelow. «Me pregunto si los sentimientos expresados no podrían ser dirigidos más acertadamente hacia aquellos que ordenaron aquellas políticas», pidió la directora.
Incluso la chilena No, que concurre por el Óscar a mejor película extranjera, se centra en el decisivo referéndum que marcó el fin de los 15 años de dictadura de Augusto Pinochet.
Todas se basan en hechos reales, mientras que Quentin Tarantino habla de la esclavitud desde su peculiar punto de vista, muy diferente al de Spielberg.
La raza, la guerra, la tortura, el terrorismo y la tensión con Irán han sido precisamente aspectos que han marcado la agenda de Obama desde que llegó a la presidencia en 2008.
¿Se puede hablar de un «cine Obama»? El crítico James Hoberman ya dijo hace cuatro años que «el deseo de encontrar un Obama se reflejó en proféticas películas» como Wall-E, la cinta animada sobre el tierno robot que recicla, y Milk, que cuenta la vida de Harvey Milk, defensor de los derechos de los homosexuales.
Lo que sí es indudable es la conexión entre Hollywood y Washington. La gran diferencia es que en Los Ángeles el final siempre es feliz.