Un cura reúne a 300 personas para el entierro de un marine que murió sin familia ni amigos
SOCIEDAD
James McConnell falleció a los 70 años en un asilo de Southsea, al sur de Inglaterra, y el reverendo Bob Mason le organizó un funeral con honores
23 feb 2013 . Actualizado a las 00:10 h.La historia de James McConnell es una de esas pequeños dramas cada vez más comunes. Se murió poco a poco, y solo. Dos meses antes de su fallecimiento, sufrió un derrame cerebral en su vivienda de Southsea, al sur de Inglaterra. Fue entonces cuando los servicios sociales le buscaron acomodo en un asilo de la zona. Allí pasó sus últimos días hasta su muerte, en enero. Pese a sus problemas de salud, entró en el centro con su boina verde, sus medallas y sus fotografías de su servicio en las guerra de las Malvinas, según informa el diario británico Daily Mail. «Un hombre honrado y con un brillo especial en su mirada», decía Dizzy Page, una de las cuidadoras.
Su entierro estaba destinado a ser, como su vida, silencioso y solitario. Pero, aunque él ya no pudo verlo, se encontró con su ángel de la guarda. El reverendo Bob Mason se negó a que James McConell tuviese una despedida tan triste y se puso manos a la obra.
Contactó con la asociación de marines y publicó en Facebook un emotivo mensaje: «Es muy trágico que alguien deje este mundo sin nadie que llore su muerte, pero este hombre (James McConnell) formaba parte de la familia de los marines, y estoy seguro de que ustedes están de acuerdo en que merece una mejor despedida. Les ruego que, si pueden, acudan al cementerio para despedirlo».
La respuesta fue impresionante. En una gran muestra de hermandad, unas 300 personas se desplazaron hasta Portsmouth el pasado miércoles para darle el último adiós con honores a McConnell. Un grupo de abanderados de la legión y varios motoristas, seguidos del resto de asistentes, se dirigieron en procesión hasta la tumba del fallecido. Dos cornetines tocaron The last post mientras el ataúd de James McConnell descendía, según cuenta la BBC.
«Practicamente ninguno de ustedes conocía a James McConnell, pero quieren darle una digna despedida. Muchas gracias por su humanidad y su generosidad de espíritu», dijo el reverendo Bob Mason en su responso.
Richie Puttock, de la asociación de marines, recorrió más de 200 kilómetros, desde Cardiff (Gales), para despedir a un hombre que nunca conoció. «Teníamos que darle la despedida que se merece. Ha sido una ceremonia fantástica. Creo que esta historia remueve la conciencia de todos, porque nadie quería que este hombre tuviese un funeral sin gente. Esté donde esté, seguro que está agradecido por ello», afirmó Puttock.
Otro de los asistentes al funeral, Danny Marshall, un exmarine, declaró: «No es cierto que este hombre no tenía familia. La familia de los marines es mayor y mejor de lo que mucha gente piensa. Somos familia y siempre lo seremos».