El mandato del nuevo presidente, que el 13 de abril cumplirá 72 años, será necesariamente corto. No podrá ser reelegido para un segundo trienio porque en el 2017 deberá presentar su renuncia y convertirse en obispo emérito. A la vista de la brevedad, el de Blázquez será un gobierno de transición, en el que cabe esperar que se establezcan las bases de la Iglesia renovada que predica el papa.
El arzobispo de Valladolid solo necesitó una votación para imponerse, lo que evidencia que suscita el consenso. Blázquez se aupó a la presidencia de la CEE con 60 votos, frente a los diez que cosechó el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro -quien ejercerá la vicepresidencia-. El titular de la archidiócesis de Sevilla, Juan José Asenjo, obtuvo cinco apoyos; dos el arzobispo castrense, Juan del Río, y uno el obispo de Calahorra, Juan José Omella.
Además del tándem Blázquez-Osorio, el comité ejecutivo, el núcleo duro de la Conferencia Episcopal, lo integran el secretario general y portavoz, José María Gil Tamayo; Rouco, que por ser arzobispo de Madrid es miembro nato del organismo; el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo; el arzobispo castrense, Juan del Río, y el de Santiago, Julián Barrio.
Blázquez no disentirá de los documentos aprobados por el episcopado y que forman ya parte del acervo doctrinal de la Iglesia. Con todo, puede enfocar las cosas de manera distinta. Cuando se le preguntó sobre el aborto, sostuvo, en la defensa de la vida, se debe poner el acento no solo al principio y al final, sino en «todo su trayecto». «También en los niños de la calle y en los niños soldados», apuntó.