Asegura que los escándalos en los que están metidos no «podrán esconder la eficiencia de los servicios que la curia ofrece al papa y a toda la Iglesia»
22 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Sonrisa dulce y absoluta determinación. Francisco se reunió ayer con la curia -el entramado de departamentos que gobierna la Iglesia- para decirles que da igual cuántos palos pongan en las ruedas, las reformas siguen adelante. Claro que no lo dijo así, sino de una forma más vaticana: «La reforma continuará con determinación, lucidez y resolución porque la Iglesia siempre debe ser reformada».
Para que no quedasen dudas de lo que hablaba, el papa recordó las quince enfermedades que diagnosticaba el año pasado a la Iglesia -«alzhéimer espiritual», «esquizofrenia intelectual», «terrorismo de los chismes»- y que durante este 2015 «han causado no poco dolor a todo el cuerpo e hiriendo a muchas almas». Pero no todo fue reñir a los cardenales y obispos, porque apuntó que estos escándalos no «podrán esconder la eficiencia de los servicios con la que la curia romana con fatiga, responsabilidad, esfuerzo y dedicación ofrece al papa y a toda la Iglesia». «Esto es una verdadera consolación», admitió.
Después de la cita con los dirigentes para desearles felices fiestas, llegó el turno de los trabajadores, que se reunieron en el enorme aula Pablo VI. Allí empleó otro tono, tanto que pidió perdón a los funcionarios por «los escándalos», a la vez que les conminó a «rezar y rezar» para que «quien ha fallado se arrepienta y pueda reencontrar el camino justo».