El calamar gigante de Bares, fotografiado vivo, algo que nunca había sido captado fuera de Japón, llegó a la superficie moribundo tras pelearse con otro ejemplar en su hábitat
12 oct 2016 . Actualizado a las 13:48 h.El destino es caprichoso. Investigadores de todo el mundo llevan años intentando captar la imagen de un calamar gigante vivo, algo que solo se logró hasta el momento en Japón, pero quiso la casualidad que el que obtuviese la primera foto fuera del país nipón fuese un hombre de secano que en su vida había oído hablar del Architheutis dux. Javier Ondicol, un vecino de León, estaba pasando unos días en Viveiro y aprovechó para hacer una visita por la zona. Cuando estaba en el faro de Estaca de Bares decidió hacer una parada inesperada. «Vimos el pueblo y me dije: “Qué bonito es, tengo que pararme”», relata. Y lo hizo, sin imaginarse siquiera que cuando estaba paseando por el puerto a las once de la mañana se iba a encontrar con algo inesperado. «Vi -cuenta- una mancha roja, pero luego observé que empezaba a moverse. Y empecé a hacerle fotos. Cada vez que me miraba con su único ojo se ponía colorado como un tomate, luego giraba y se ponía más pálido. Volvía a girarse para mirarme y cambiaba a un color rojo ladrillo intenso».
Con su vieja cámara que tenía en el coche -el móvil se le había quedado sin batería- había captado un calamar gigante moribundo, pero aún vivo, el mismo que poco más de una hora después fue encontrado el pasado viernes muerto en la playa de O Coidón, también en Bares. «Javier me llamó este lunes para decirme que él había fotografiado otro calamar, pero era el mismo», explica Luis Laria, presidente de la Coordinadora para el Estudio y la Protección de las Especies Marinas de Asturias (Cepesma), donde se ha depositado el ejemplar, perteneciente a una hembra de unos tres años -pueden vivir cinco, por lo que no es una cría- de 100 kilos de peso y nueve metros de longitud, incluidos los tentáculos.
«Es un hecho excepcional»
«El hecho de que se haya podido fotografiar es muy excepcional y sorprendente, porque es la primera imagen que se toma fuera de Japón», constata Ángel Guerra, profesor de investigación en el Instituto de Investigacións Mariñas de Vigo (CSIC) y uno de los mayores expertos mundiales en Architheutis dux. De hecho, será el encargado de realizarle la necropsia. Los resultados que se obtengan serán decisivos para confirmar la hipótesis que ya consideran los científicos: que el calamar gigante llegó a Bares tras una lucha fratricida con otro ejemplar hembra en la fosa de Hércules, un abismo de hasta 4.000 metros donde suelen vivir y que está situado frente a la costa Ártabra. Tras la pelea, y con serias heridas, subió a la superficie, donde fue arrastrado hasta la costa por las corrientes y los vientos del noroeste. Pero aún vivo. «Su piel -constata Guerra- estaba llena de cicatrices producidas por el pico de otro calamar y de señales de ventosas. Lo más probable es que fuera una lucha de titanes en el fondo del mar».
«Presentaba ventosas fijadas en varias partes de su cuerpo, heridas en la branquia y también tenía un ojo dañado, probablemente por la pelea», añade Luis Laria, que considera que se trata de un ejemplar excepcional.
De confirmarse el ataque, lo que parece lo más probable, sería el segundo caso documentado en todo el mundo de un comportamiento agresivo entre dos ejemplares de esta misma especie. El primero se descubrió a partir del estudio de otro cefalópodo que fue hallado hace unos años en la playa de Merón, en Villaviciosa (Asturias).
«No se me olvidará en la vida, fue algo impresionante»
«No se me olvidará en la vida, fue algo impresionante. La pena fue que me quedara sin batería en el teléfono y no pudiera filmarlo en vídeo», explica Javier Ondicol, quien admite que, pese a los cambios que registraba el calamar gigante nunca tuvo miedo. «También es casualidad -añade- que tenga que venir una persona de tierra adentro para poder fotografiarlo».
El investigador Ángel Guerra, que lleva cuarenta años dedicado al estudio del Architheutis dux y que ha examinado cerca de cincuenta ejemplares muertos, también lamenta que las imágenes no se hubieran podido captar en vídeo, ya que de esta forma se podrían haber obtenido más datos sobre el animal marino. Tampoco le sorprenden los cambios de color que registró cuando observaba al leonés mientras este le tomaba las fotos. «Es un mecanismo natural muy común cuando se asustan, toda la piel se transforma por los cromatóforos -células con pigmentos que reflejan la luz- que tienen en el cuerpo».
Luis Laria, del Cepesma, también lo entiende así. «Es -dice- un mecanismo de respuesta del calamar ante lo que él considera que es un acoso, que en este caso era la persona que estaba al lado». Del estudio preliminar Laria también destaca que el ejemplar tuvo que salir de las profundidades abisales hacia la superficie en un viaje muy lento. «El ojo que le quedaba lo tenía intacto, pero si hubiera emergido con rapidez es probable que le hubiera reventado por la presión», indica.
Lo que también resulta excepcional es el excelente grado de conservación en que se encontraba el animal marino, con la piel y el colágeno prácticamente intactos. «Estaba más fresco que ningún otro ejemplar que se haya encontrado», explica el científico Ángel Guerra..