Abril pide valentía y generosidad para reformar el sistema de gobernanza de la universidad española
01 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Vivimos en un sistema de economía de mercado que en este momento es el único posible y tenemos que ser competitivos porque de eso depende nuestro bienestar. Pero debemos trasladar una idea de economía de mercado socialmente responsable, con ética, transparencia, rendición de cuentas, equilibrio de poderes en la dirección de nuestras empresas e instituciones y compromiso con la población más necesitada y con el medio ambiente». A caballo entre dos mundos, la universidad y la empresa, Antonio Abril (Viveiro, 1957), abogado del Estado, secretario general de Inditex y presidente del Consello Social de la Universidade da Coruña, ha labrado un proyecto propio en la UDC que se sustenta en la responsabilidad social y la defensa a ultranza de un objetivo «tremendamente rentable para la sociedad» como es la reforma de la gobernanza de la universidad española.
-En una universidad que debe responder a las tendencias del mercado, ¿dónde queda la filosofía, por ejemplo?
-El otro día leía un estudio de la Universidad de Oxford que predice que en 20 años van a desaparecer más de 700 profesiones que ahora emplean al 45 % de la población. No estamos en una época de cambio sino en un cambio de época. El mundo cambia cada vez más en menos tiempo y la universidad ha de tener flexibilidad para adaptarse a la velocidad de crucero de la sociedad y hacerlo también en el ámbito de las titulaciones, fusionándolas o implantando formaciones mixtas. Esa es la sociedad real. Dicho esto, no podemos olvidar que es un servicio público y titulaciones que se corresponden con ese compromiso, filología en lengua gallega, por ejemplo, deben existir siempre, aunque tengan cinco alumnos.
-¿Cuál es el problema capital de la universidad española?
-Nosotros hemos analizado los estudios que se han hecho en los últimos diez años, aproximadamente cien, y no hay uno solo que diga que el actual sistema de gobernanza no precisa un cambio profundo. Tres instituciones en las que participo, la Fundación Conocimiento y Desarrollo, que representa la gran apuesta de la empresa por la universidad pública, la Conferencia de Presidentes de Consejos Sociales y la Cámara de Comercio de España están haciendo un trabajo sobre las reformas que han llevado a cambio sistemas universitarios comparables al nuestro y vemos que nos hemos quedado solos con el actual sistema de gestión y gobierno.
-¿Hacia dónde van los demás?
-Hacia una mayor participación de la sociedad. Hay un informe elaborado por una comisión independiente presidida por Teresa Miras que se publicó en el 2013 y lamentablemente duerme el sueño de los justos en algún cajón del ministerio y que propone, con absoluto respeto a la autonomía universitaria, fusionar el órgano de gobierno con el consejo social en un consejo capaz de designar al rector por sus méritos, no ya académicos, sino de gestión, un rector con más capacidad ejecutiva y jerárquica para ordenar, definir los planes operativos y ejecutarlos con criterios de transparencia y rendición de cuentas, con órganos colegiados más reducidos, más profesionalización, más gerenciales.
-Más empresarial.
-Hay que tener cuidado cuando se aplica esa palabra a la universidad. Más eficiente, más flexible. ¿Qué tenemos hoy? Un sistema de órganos colegiados con un rector que es primus inter pares y confía todo al consenso y un sistema funcionarial de café para todos que evidentemente no favorece la eficiencia.
-¿De qué manera afectaría a la calidad de la formación?
-La segunda reforma que propone el informe es pasar a un sistema de contrataciones laborales que permitiría más flexibilidad, mejores políticas de atracción de alumnos y más autonomía para gestionar el inmenso talento que atesora la universidad pública española. Esta es la gran reforma pendiente de la sociedad española y desde la conferencia de presidentes pedimos que se incorpore al actual debate sobre el pacto de Estado de educación. Tenemos que ser capaces.
-¿Dónde está la resistencia?
-Hay la resistencia al cambio propia de toda organización y falta voluntad política. No quiero ir más allá. Solo digo que hace falta valentía, porque hay que hacer lo que hay que hacer, generosidad, porque todos tendremos que renunciar a una parte de lo que queremos para hacer entre todos una universidad mejor, y hay que actuar con grandeza de miras y pensar que las inversiones en educación son siempre rentables a medio y largo plazo. Tenemos que ser generosos pensando en nuestros estudiantes. En las empresas lo sabemos bien: el mundo cambia a mucha velocidad, necesitamos instituciones flexibles para adaptarse a la revolución digital, la cuarta revolución industrial... Hay que dar respuesta a esos retos y tenemos instituciones con falta de capacidad para hacerlo por cuestiones de estructura, gestión, gobierno o resistencia al cambio. Pero hay que hacerlo. El mundo es global y muy competitivo y por eso es muy agradecido al esfuerzo y al mérito. Es cuestión de hacer las cosas bien.
«Dependemos en exceso del sector público»
El camino de la financiación pasa por el tejido productivo. «Tenemos universidades excesivamente dependientes de las transferencias corrientes y de capital del sector público. Con casi el 90 % del presupuesto comprometido se garantiza la supervivencia, pero no la excelencia», sostiene Abril.
-¿Cómo se corrige la asfixia financiera de la universidad?
-Necesitamos diversificar las fuentes y trabajar en el ámbito de los contratos con las empresas y de la transferencia de resultados. Si tenemos universidades capaces de gestionar el talento, contratar profesores, atraer alumnos y desarrollar programas con las empresas tendremos más capacidad para captar fondos vía concursos competitivos de I+D+i [financiados por las administraciones públicas], porque a la vez tendremos mejores investigadores, más competitivos y capaces de transferir resultados.
-¿Por qué no funciona la fórmula del mecenazgo?
-En el mundo anglosajón vemos grandes ejemplos, pero evidentemente en España de momento esto no existe. Cuando un mecenas aporta dinero a cambio de nada lo que recibe es un retorno en imagen. Por eso, en la medida en que mejoremos esa imagen y ese compromiso social de la universidad, mejoraremos la financiación a través del mecenazgo. Conclusión: con un sistema de gobierno más participativo y más capaz de gestionar mejor el talento, aumentará la financiación y el papel de la universidad como formadora de talento y motor de desarrollo y bienestar social.
«La empresa tiene que percibir que la universidad es su universidad y que los fines confluyen»
En una charla en A Coruña invitado por la UDC, Juan Ignacio Cirac, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica de Alemania, explicó la pujanza de la economía germana a partir de un sistema educativo fuertemente conectado con el tejido productivo. «La pequeña y mediana empresa tiene que utilizar a la universidad para que sea su gran laboratorio de investigación. Hay que hacer investigación básica, financiada por fondos públicos, pero también mucha investigación aplicada, a demanda del sector productivo. Tenemos que ganar mucho terreno en la percepción por parte de la universidad de que no pertenece a los profesores ni a los alumnos, sino a la sociedad, y por parte de las empresas, de que la universidad es su universidad y que los objetivos de ambas confluyen».
-¿Con los mismos contenidos?
-El sistema actual se basa demasiado en la transferencia de conocimientos, que están muy disponible digitalmente, cuando debería orientarse a la transferencia de competencias y habilidades profesionales, pasar del saber al saber hacer, el learning by doing. Eso es lo que mueve el mundo. El afán de innovación, el emprendimiento y el intraemprendimiento, las habilidades interrelaciones, el uso de idiomas, la capacidad de liderazgo, el trabajo en equipo son el día a día de la empresa porque garantizan su competitividad. Y la universidad también está para insertar laboralmente. No podemos preparar a nuestros estudiantes para ser funcionarios. La inmensa mayoría serán emprendedores, autónomos o trabajarán en empresas de todo el mundo.
-Pero la internacionalización sigue pendiente.
-Este un grandísimo tema porque vivimos en un mundo global. La universidad española es la que tiene peor ratio de internacionalización de alumnos de nuestro entorno comparable, el 4 % de extranjeros [el 17 % en Reino Unido], teniendo como tenemos ese formidable instrumento competitivo que es el idioma. Hay más hispanoamericanos en la universidad en Francia que en España. ¿Qué ocurre? Tenemos un problema de armonización de la duración de la formación de grado, porque el sistema de 4+1 no favorece, y tenemos un nivel de inglés bajo. Pero nada se puede abordar sin incorporar profesores extranjeros y la contratación es muy difícil, por no decir imposible.