Quiroga simboliza la resistencia de unos olivos que ya pueden presumir de pasaporte gallego. La tradición abre paso al negocio
10 nov 2017 . Actualizado a las 12:56 h.Las talas se extienderon y dejaron prácticamente huérfana de olivos a una comunidad con lugares bautizados como Oliveira y Olveda. Hay quien señala a los Reyes Católicos, también al Conde-Duque de Olivares. Unos cuantos siglos después, los productores ya no piensan en culpables pasados, sino en las perspectivas que se dibujan en el horizonte. «Son parte de nós. Non sei se dende os fenicios, pero aquí facemos o noso propio aceite dende sempre», explica Julio Quiroga. Como si estuviera marcado por su apellido, la comarca lucense con la que comparte apelativo concentra buena parte de los ejemplares más antiguos que sobreviven hasta hoy, es el responsable de la almazara Ouro de Quiroga. La versión actualizada e industrial de los molinos con los que sus antepasados elaboran cada otoño su propio aceite. «Ten moito pasado aquí -insiste Julio-, pero tamén presente». En su planta trabajan hasta ocho personas en la época de la recogida. Quedan por delante aún dos semanas de vareado. «Seguimos a ‘muxir’ as oliveiras coa man, pero tamén introducimos novas técnicas, coma os vareadores a batería». Tratan los frutos de sus plantaciones, cerca de tres hectáreas en parcelas de entre 2.000 y 3.000 metros cuadrados en su mayoría, pero también de los miembros de la Asociación de Productores de Aceite y Oliva de Galicia (Apag). Un colectivo del que también forman parte y que pasó de los seis socios en el 2014, cuando arrancó, a los cien actuales. «A maioría son pequenos agricultores que querían aproveitar con novos usos as súas terras», explica el presidente, José Antonio García.
Las provincias de Pontevedra y Ourense aglutinan buena parte de las recientes incorporaciones. «Pode supor un pequeno ingreso extra que notarán dentro de pouco. A maioría plantou hai cinco anos, os froitos comezan a saír agora», continúa José Antonio. «Pagamos por quilo de olivas ou por litro de aceite», añade Julio Quiroga. La media está en los ochenta céntimos por quilo, un euro en el mejor de los casos. «O rendemento por árbore tamén é moi variable. Depende da variedade, de como se plantou e de como se coidou», puntuliza el procesador lucense, que remarca: «hai casos nos que poden chegar catro quilos de olivas para producir un litro de aceite. Outros, nos que precisas ata dez».
El óleo que embotellan en Ouro de Quiroga para los asociados de la Apag es, en gran medida, para el autoconsumo, «un aceite peculiar -describe Julio-, cun amargor pronunciado, un toque picante ao final, e cunha cor dourada que o distingue». Pero, en la almazara, también cuentan con una marca propia.
De los 1.200 litros comercializados en el 2016, esta campaña serán, al menos, 2.000 litros. Casi el doble. Aquí incluyen dos líneas. La plurivarietal «como lle pasou á vide, fóronse mesturando distintas clases», y la más comprometida con los orígenes de la comarca, la de las variedades, ya confirmadas como autóctonas por el CSIC, Brava y Mansa. «O 90 % dos nosos oliveirais son destes froitos autóctonos», subraya Julio, que lamenta el dominio de especies foráneas, la arbequina o la picual entre ellas, en las plantaciones más recientes, de hace 25 años a la actualidad, «trouxeron enfermidades insólitas nas nosas árbores e tamén se quixo imitar ao sur plantando en superintensivo». Él apuesta por recuperar los olivares propios, algo para lo que es imprescindible el hallazgo del CSIC: «As variedades autóctonas son, ademais, máis resistentes. Están adaptadas ao noso chan e ao noso clima». Con todo, el 2017 es un buen año. La Apag estima cerrarlo con 60.000 kilos de aceituna recogida. Cerca de 20.000 de asociados que han recolectado fruto por primera vez. Para Julio, la clave para que la calidad acompañe está en no olvidar las raíces: «Inspirámonos na nosa experiencia».
Galicia cuenta ya con dos variedades de olivo propias, únicas en el mundo
A partir de ahora será posible elaborar y comercializar aceites en cuya etiqueta aparezca la variedad Brava gallega o Mansa gallega
L. Penide
¿Se imagina que en los estantes de un supermercado cualquier junto a los Hojiblanca y Arbequina se encuentre un aceite de oliva elaborado exclusivamente con aceitunas que solo existen en Galicia? Desde ayer, esto ya puede ser una realidad. Y es que las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años por el grupo de Viticultura de la Misión Biológica de Galicia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con sede en Pontevedra, han logrado el reconocimiento oficial de dos variedades de olivo autóctonas de esta comunidad autónoma, la Brava gallega y la Mansa gallega.
De este modo, con este reconocimiento ya será posible elaborar y comercializar aceites en cuya etiqueta aparezca alguna de estas variedades. «Solo existen aquí, son únicas en el mundo», resaltó Carmen Martínez, quien dirige el grupo de Viticultura de la Misión Biológica. En declaraciones a V Televisión, reconoció que cuando empezaron estos estudios «pensábamos que no existían muchas variedades autóctonas». Sospechan que pueden existir, al menos, una decena de variedades más, «pero esperamos encontrar muchas más».
Por lo pronto, la Misión Biológica ha localizado y marcado más de sesenta olivos centenarios en distintos puntos de Galicia. «Sabemos que hay muchos más», remarcó Carmen Martínez, quien recordó que en algunas zonas de la comunidad no dejó de producirse aceite de oliva.
Tras precisar que se cree que las dos variedades que han obtenido reconocimiento oficial proceden del olivo silvestre que crece en los bosques, esta investigadora del CSIC precisó que, en paralelo con la búsqueda de nuevas variedades, se harán una serie de estudios centrados en el tipo de aceite que se produce en los diferentes lugares de la comunidad.
En cuanto a las características propias de la Brava gallega y la Mansa gallega frente a otras variedades, estas especies se diferencian ya no solo en la forma de las hojas de la planta o del fruto, la oliva, sino también en el nivel de los aceites que producen.
Asimismo, presentan un «alto nivel adaptación condiciones climáticas en Galicia», añadió Martínez.