Embarazada de nueve meses, sintió intensos dolores y, tras llamar a emergencias sin recibir respuesta, se desmayó. Al despertar se dio cuenta de que había dado a luz a un niño muerto. Por eso ha pasado once años en prisión
24 feb 2018 . Actualizado a las 17:01 h.A Teodora Vásquez la Justicia salvadoreña le partió la vida al encerrarla durante casi once años por un aborto que no fue probado, pero el Gobierno dio marcha atrás al liberarla y ahora ella sueña con sacar de prisión a otras mujeres con casos similares antes que se «marchiten». «Quisiera que esa parte de mi vida se borrara definitivamente de mi mente y a la misma vez no quiero porque me acuerdo de la lucha que tengo con mis compañeras», dice Vásquez con los ojos vidriosos.
El Gobierno salvadoreño, con la venia del Supremo, liberó inesperadamente a Vásquez el 15 de febrero, al conmutar la pena de 30 años que recibió en el 2008 y tras meses de presión internacional. En julio del 2007, Vásquez, que estaba embarazada de nueve meses, sintió intensos dolores y, tras llamar en varias ocasiones al sistema de emergencias público sin recibir respuesta, se desmayó y, cuando se despertó, se dio cuenta de que había dado a luz a un niño muerto en los baños de la escuela en la que trabajaba. «Fueron diez años de calvario, de angustia y dolor. Fueron diez años de haber estado separada de mi hijo y va a ser un tiempo que nada ni nadie me va a devolver», lamentó Vásquez, quien aseguró que fue víctima de malos tratos y discriminación en la cárcel por parte de sus custodios y sus compañeras de encierro.
Vásquez asegura que en el Centro de Readaptación de Mujeres vivió «momentos de depresión, de angustia, de dolor» y sufrió, junto a otras trece mujeres condenadas por aborto, «golpes, maltratos, ofensas y palabras soeces». No obstante, manifestó que se siente orgullosa de sus logros, dado que entró en prisión con apenas el tercer grado de primaria y ha salido con un título de bachiller, esto «a pesar de que estaba en lo más bajo». «He salido con otras metas y quiero cumplir mis sueños: quiero estudiar derecho para defender con experiencia propia, trabajar por mis compañeras» porque «estoy comprometida completamente a luchar por ellas y hacer todo lo posible para que ellas tengan su libertad, antes de que el tiempo pase y se marchiten adentro», subrayó.
El Salvador es uno de los pocos países del mundo, al igual que Chile, Nicaragua, Honduras, Haití, Surinam, Andorra y Malta, cuyas leyes, «draconianas» a juicio de la ONU, prohíben el aborto, aunque la vida de la mujer corra peligro. La legislación salvadoreña establece penas de entre seis meses y doce años para delitos relacionados con la interrupción del embarazo, pero los fiscales suelen acusar de homicidio u homicidio agravado a las mujeres que sufren complicaciones en la gestación que dan lugar a abortos espontáneos. Actualmente son veintitrés las mujeres con penas superiores a los veinte años por homicidio, aunque diversas organizaciones que las apoyan señalan que tácitamente han sido condenadas por aborto.
Desde su experiencia, Teodora aseguró que en El Salvador las únicas mujeres que sufren esta situación son las de escasos recursos porque «no hay nadie que diga 'yo tengo dinero y estoy condenada por este delito (aborto)', porque este solamente es para las mujeres pobres». «Yo estuve tantos años presa por no tener dinero, por no tener un abogado que me defendiera en el momento. Yo no debí haber estado tantos años presa, no debí haber estado ni un día en ese lugar», consideró.
Vásquez señaló que lo «más idóneo» es que el Congreso apruebe una iniciativa de despenalizar el aborto, dado que «vienen más generaciones y no me gustaría que otra mujer, al igual que yo, fuera a pasar tantos años presa sin deberle nada a la justicia». En octubre del 2016, el gobernante Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) propuso al Congreso la despenalización del aborto en los casos de violación, riesgo de muerte de la madre o inviabilidad fetal.
A Vásquez le cambia el rostro cuando, en lugar de hablar de su tiempo en prisión, cuenta su nueva vida en libertad y, sobre todo, cuando habla de su hijo. «Encontrarme nuevamente con mi hijo me ha devuelto la vida, la sonrisa, los deseos de luchar», comentó Vásquez, quien también admitió que le está llevando tiempo acostumbrarse a no dormir en una celda superpoblada.
El sistema carcelario de El Salvador tiene una superpoblación del 210 %, pero en la época en la que Vásquez ingresó en prisión esta superaba el 400 por ciento, según cifras oficiales. «La primera noche (en libertad) no dormí, la segunda noche tampoco, porque el cuerpo está adaptado a un lugar lleno de personas y de repente despertaba y veía a mis hermanas dormidas y me alegraba», relató la mujer. Añade que cada día va «asimilando la situación y el tiempo» que está viviendo ahora y que disfruta de «parte de tranquilidad, de felicidad, de cariño y amor» de gente que la «ayuda a salir adelante y a tener ánimos».