Hombres y mujeres científicas apoyan la reivindicación de María de la Fuente, que ha emprendido una campaña para denunciar que fue penalizada por ser madre
06 mar 2018 . Actualizado a las 12:24 h.«Me llamo María, tengo 39 años, soy científica y madre de dos niños. Como tantas mujeres, he sido penalizada en el trabajo debido a mi maternidad». Firme y contundente. Así se presenta María de la Fuente Freire, directora de la unidad de Nanooncología del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS), en la campaña que ha iniciado en la plataforma Change.org, respaldada en tres días por más de 1.600 firmas, para pedir al Instituto de Salud Carlos III que «deje de fomentar la discriminación por maternidad». En su caso, durante el período de evaluación Miguel Servet II, tuvo una baja de 13 meses para atender a sus dos hijos, por lo que no pudo competir en condiciones de igualdad para optar a la máxima categoría profesional, que le fue denegada, tal y como ya adelantó este periódico. «En mi valoración -dice- no se tuvo en cuenta el tiempo que estuve de baja. Estoy claramente en desventaja». Solo pedía que se le aumentase el plazo de evaluación por el mismo tiempo que no trabajó.
María ni es un caso único ni está sola en su reivindicación. Por eso sigue adelante con su lucha: para cambiar la situación. Eva, nombre ficticio porque prefiere mantenerse en el anonimato por temor a represalias, la apoya y la comprende, pese a que ella sí logró la máxima categoría en la misma convocatoria, en la que estuvo seis meses de baja maternal. Fue a costa de un inmenso sacrificio personal, que tampoco oculta «lo injusto de la situación». «A la hora de evaluarte -dice-, vas en desventaja con el resto de los compañeros, y es algo que no se puede permitir». Sabe de lo que habla: «Tienes que sacrificar mucho, lo consigues a costa de tu vida personal, porque no puedes dejar de producir continuamente resultados científicos. Nunca puedes parar». La carrera científica, que paradójicamente no existe como tal, es más que un maratón. Es, más bien, como atravesar el desierto con apenas una cantimplora de agua, con continuas evaluaciones para ganar contratos, con el horizonte de estabilidad muy lejano y con la constante presión para lograr financiación en proyectos competitivos, la única opción para mantener la investigación. La situación es igual para los hombres, pero a las mujeres las penaliza ser madres. «Es -dice Eva- algo que no valoran y que no aparece reflejado en ningún lado». Apenas pudo ver a sus hijas, y menos aún a la segunda, que tuvo coincidiendo con su primer contrato Miguel Servet. «Yo el cole no lo piso, como tampoco pude pisar la guardería. Tengo que tener a gente que me los vaya a recoger», asegura.
María Pardo, responsable del grupo de Obesidómica en el IDIS de Santiago, tampoco entiende la discriminación sufrida por su colega en el instituto de investigación compostelano.
Europa sí lo tiene en cuenta
Y menos cuando los sistemas de evaluación de proyectos europeos sí incluyen un factor de corrección por bajas de maternidad. Pardo lo sabe porque trabaja en la consecución del sello europeo HR Award para el centro compostelano, que será obligatorio para poder acceder a las ayudas comunitarias. «Lo que dice -apunta- es que no se puede discriminar por sexo y que las evaluaciones deben recoger la trayectoria global del investigador, no la de los últimos años». Más llamativo es el hecho de que, cuando Pardo, directora del grupo de Obesidómica, se presentó hace tres años al Miguel Servet, sí se incluían las excepciones por maternidad, enfermedad de larga duración o atención a un familiar enfermo grave a la hora de prorrogar el plazo de evaluación. «Lo que no es justo -dice- es que se nos penalice por ser madres, esa es la brecha salarial». Madre de dos hijos, tampoco pudo parar en sus seis meses de baja, para no perder proyectos. «Trabajé en casa casi como con un horario normal. Tuve que esforzarme muchísimo y dejar de estar con mis niños. Lo hacemos todas, porque no puedes parar seis meses. Te dicen que hay que elegir entre familia y profesión y que no se puede estar a todo»
«Estamos como en una isla, peleando contra viento y marea»
Miguel A. García González, director del grupo de Investigación Genética y Biología del Desarrollo de las Enfermedades Renales del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS), asegura que la situación de sus compañeras es «injusta y sangrante» porque se las ha privado del «derecho fundamental a la conciliación» y porque se ha creado una situación en la que «parten con desventaja con respecto a los hombres». Él es uno de los hombres que, al igual que muchos otros en el IDIS, se ha sumado a las reivindicaciones de su compañera María de la Fuente Freire. Entiende que la situación es fácilmente reversible. «Es tan fácil -señala- como aplicar la normativa europea, por lo que no entiendo por qué no lo han hecho».
Entiende que esta y otras situaciones dramáticas se enmarcan en una situación de abandono de la ciencia por parte de la Administración, en la que se obliga a los investigadores a ser más competitivos que nadie para dejar a otros en el camino. «Estamos -explica- en una isla en medio de la nada, peleando contra viento y marea, lo que no es productivo para nadie, ni para los investigadores ni para el propio sistema».
«Solo queremos competir en igualdad, no queremos regalos»
Gwendolyn Barceló, del Instituto de Investigación Sanitaria de las Islas Baleares, tampoco logró la máxima categoría en la renovación del contrato Miguel Servet, al que accedió tras solicitar una prórroga de incorporación de cuatro meses, ya que coincidió con el permiso de maternidad de su segunda hija. Pero asegura que lo que peor lleva es la constante presión por competir para lograr proyectos, en los que tampoco se tiene en cuenta el hecho de ser madre, en su caso de dos pequeñas. «Nosotras -explica- no pedimos que se nos regale nada, solo queremos competir en condiciones de igualdad». Y recuerda cómo en sus períodos de bajas, en los que tendría que dedicarse a sus niños, tuvo que trabajar desde casa porque «la competitividad es tan grande que no puedes permitirte el lujo de estar cuatro meses fuera».
«A nosotros -apunta- se nos evalúa constantemente. No basta con ser bueno, tienes que ser muy bueno y, aun así, te cuesta mucho». Lamenta que «el hecho de ser madre se vea como algo negativo, es algo que sorprende». Dice que es muy complicado que una mujer científica pueda conciliar, aunque ella tuvo apoyo familiar.