El aumento de la temperatura media global provocará un aumento de las olas de calor, las inundaciones, los incendios o la presencia de huracanes.
04 may 2021 . Actualizado a las 19:12 h.El ser humano ha estado emitiendo gases de efecto invernadero, con más intensidad a sabiendas que de forma inconsciente. Es verdad que el inicio de las emisiones se remonta a la Revolución Industrial, aunque ha sido en los últimos treinta años cuando se ha liberado una mayor cantidad dióxido de carbono, mientras estaba vigente el Protocolo de Kioto, que a partir de enero sustituirá el Acuerdo de París. No sorprende, por tanto, que la Organización Meteorológica Mundial haya señalado que el 2019 cerrará con un nuevo máximo histórico. Actualmente la concentración de CO2 asciende a 407,8 ppm (partes por millón), una cifra inédita en los últimos tres millones de años. La humanidad está llevando a cabo un experimento geofísico a escala planetaria con consecuencias impredecibles.
El sistema climático ya percibe los cambios en la atmósfera. La temperatura media global ha aumentado un grado centígrado. Puede parecer poco, pero piense el lector en su propia experiencia con la temperatura corporal. Si a los 36 grados de media se le añaden solo dos, el organismo comienza a fallar. Con el clima sucede exactamente lo mismo.
Galicia no es ajena al nuevo orden que está surgiendo. En las últimas décadas se ha registrado un aumento de los fenómenos extremos, como las olas de calor y las sequías. Lo que está todavía por venir dependerá directamente de la capacidad para reducir la huella de carbono, no solo a nivel regional, sino global. En este sentido, la comunidad científica trabaja con dos escenarios: el optimista (RCP 4.5) y el pesimista (RCP 8.5). Cada proyección dibuja una Galicia muy distinta.
Temperaturas
La temperatura representa, sin duda, el parámetro que más percibe el calentamiento. La tendencia ascendente se mantendrá incluso en el hipotético caso de que hoy mismo fuese posible reducir a cero las emisiones de dióxido de carbono, un gas que permanece en la atmósfera más de cien años. Lo que ya se ha emitido garantiza el cambio climático a medio plazo. En Galicia, la media anual aumentó 0,19 grados por década entre 1962 y 2017. En el mejor de los escenarios, en una ciudad como Santiago el incremento de la máxima diurna alcanzaría 1,7 grados y 3,1 en el peor para el período 2061-2090. Esta subida térmica se concentraría sobre todo durante el verano y el otoño. Por tanto, las estaciones tal y como las conocemos dejarían de existir, algo que ya se percibe actualmente. Los días estivales, aquellos con valores por encima de los 25 grados, crecen a un ritmo de diez jornadas por década.
La previsión en el interior de la comunidad pinta todavía peor. Sin la influencia suavizadora del Atlántico, las máximas se disparan. En Ourense, la media oscilará entre 1,8 y 3,5 grados en el caso optimista y llega a 5 en el pesimista. Si nadie lo remedia, la ciudad de las Burgas tendrá a finales de siglo un clima como el de Córdoba. Las jornadas con termómetros por debajo de los 25 grados entre junio y septiembre serían algo anecdótico. Las noches cálidas también se duplicarían en el escenario pesimista, superando los 100 días anuales, y permanecerían en torno a los 80 en el optimista, que contempla que la transición ecológica tenga éxito.
Precipitación
Prever cómo se comportarán las precipitaciones en el futuro resulta mucho más complicado, ya que es un proceso de microfísica. En todo caso, los modelos no aprecian un cambio significativo en la cantidad de lluvia que caerá anualmente. Ni siquiera en el peor de los escenarios aumentaría demasiado. Si no se realizan avances en materia de mitigación, a finales de siglo únicamente llovería algo más de 200 litros más por metro cuadrado al año. Una cifra discreta para un clima tan húmedo. En el escenario más sostenible, la media anual se reduciría un poco, porque entrarían en juego otros factores, como la variabilidad natural.
El número de días de lluvia al año sí que experimentará un cambio sustancial, reduciéndose en más de veinte. Por tanto, si la cantidad de precipitaciones no se altera demasiado pero sí la distribución, está en juego el tipo de lluvia. Los modelos anticipan que las precipitaciones estarán concentradas en una cantidad de días inferior a la actual, acentuando las sequías en los meses secos y las lluvias fuertes en los meses húmedos. Es decir, desaparecería el típico orballo en detrimento de precipitaciones torrenciales más propias del área mediterránea. Esta previsión encaja con una atmósfera más cálida, que retiene mayor vapor de agua y, por tanto, eleva su capacidad para contener agua precipitable. Esto aumentará el riesgo de inundaciones.
Nivel del mar
El océano también se está calentando. Y, como cualquier cuerpo que aumenta su temperatura, se dilata. Los mares de la Tierra ocupan hoy más lugar del que deberían. La expansión térmica representa la causa principal del aumento del nivel del mar, por delante de la pérdida de hielo en Groenlandia y la Antártida. Si la humanidad no soluciona su dependencia de los combustibles fósiles, la configuración del planeta en el futuro será muy diferente. En el mejor de los escenarios, el nivel del mar subirá entre 30 y 60 centímetros antes de que termine el siglo. En el escenario más pesimista sería de un metro. El ritmo de crecimiento anual es de 3,6 centímetros. La costa retrocede un metro por cada centímetro que sube.
En Galicia, algunas zonas emblemáticas como Beiramar, O Berbés y el puerto deportivo de Vigo quedarían anegadas. O Grove se convertiría en una isla. En A Coruña, los acantilados de la torre de Hércules quedarían sumergidos bajo el agua. Hay que sumar además la marea ciclónica. El oleaje y los vientos asociados a las borrascas permitirán que el agua entre con más fuerza. Para la comunidad gallega, con 1.500 kilómetros de litoral, el avance del mar representa una amenaza muy seria.