El navío gallego San Telmo podría obligar a reescribir la historia de la Antártida
SOCIEDAD
El buque ferrolano habría llegado a la isla antártica de Livingston en 1819, meses antes que el capitán inglés William Smith, a quien se le atribuye el descubrimiento del continente helado
11 mar 2022 . Actualizado a las 18:19 h.El imperio de ultramar español comenzó a tambalearse a comienzos del siglo XIX. La derrota de Trafalgar en 1805 anuncia el fin de una era. Atrás queda la edad dorada de exploración y conquista protagonizada por una de las mayores potencias navales de la historia. «Si quieres convertirte en un imperio necesitas dominar los mares. Esto es algo que entendieron muy bien los reyes españoles. Felipe V estableció el sistema de arsenales más moderno de Europa en Cádiz, Cartagena y Ferrol. España llegó a ser en su día como la NASA de la construcción naval y la ciudad gallega resultó decisiva», explica Emilio Regodón, comandante del buque oceanográfico Hespérides, que continúa su travesía por aguas antárticas.
En 1788 el astillero ferrolano de Esteiro entrega a la armada el San Telmo, un navío de línea de 74 cañones diseñado para las grandes batallas navales. Tenía una eslora de 52 metros y 14,5 de manga. Pero el buque, como el resto de la flota española, fueron deteriorándose al mismo tiempo que el imperio. «Tras la Guerra de Independencia, los barcos estaban mal mantenidos y dotados», sostiene Regodón. España se quedaba sin recursos para afrontar otro decisivo momento histórico: el levantamiento de las colonias hispanoamericanas.
División mar del sur
En 1819, Fernando VII envía la división del Mar de Sur para apoyar al virreinato de Perú que tiene grandes problemas para aplacar el alzamiento. Entre ellos está el San Telmo. «Uno de los navíos ni siquiera fue capaz de cruzar el Atlántico. El resto intentaron atravesar el Cabo de Hornos para llegar a Perú», comenta Regodón, que conoce muy bien estas aguas. «El Hespérides opera en la Antártida y los puertos de apoyo logístico son Ushuaia, en Argentina, y Punta Arenas, en Chile. Cada vez que entramos y salimos para las bases españolas tenemos que atravesar el mar de Hoces. La Antártida es un continente enorme rodeado de mares y esto provoca que exista una circulación ciclónica absolutamente libre. Cruzarlo puede resultar muy duro con mala mar. No me quiero imaginar lo que debió ser en aquellos tiempos de vela», confiesa.
En su trayecto hacia el Pacífico, el San Telmo se encuentra con una fuerte tormenta y no consigue doblar el Cabo de Hornos. El temporal provoca importantes daños en el timón y lo arrastra hacia el sur con los 644 tripulantes que iban a bordo. El San Telmo es visto por última vez el 2 de septiembre por la fragata Mariana que anota en el cuaderno de bitácora la posición: 62 grados de latitud austral y 70 grados de latitud oeste, meridiano de Cádiz.
Pocos meses después de la desaparición, el capitán británico William Smith alcanza el archipiélago antártico Shetland del Sur. Los libros le atribuyen el descubrimiento de la Antártida. Sin embargo, durante su expedición descubre unos restos que identifica como un navío español localizado entre las costas de la isla Livingston, donde está situada la base científica Juan Carlos I, y un islote que curiosamente bautizan como San Telmo Island. «Hay signos de sobra de que Williams encontró lo que quedaba del navío gallego. Cuando notifica el hallazgo recibe órdenes del almirantazgo inglés de guardar silencio ya que demostraría que los españoles fueron los primeros en llegar y, por tanto, podría haber una reclamación territorial. Así que la consigna fue continuar con la cartografía y actuar como si el barco no existiese», asegura Regodón.
En busca del pecio
España no estaba para llevar a cabo una operación de rescate, así que el San Telmo cayó muy pronto en el olvido. Los 644 tripulantes fueron abandonados a su suerte en una zona inhóspita y con un clima muy hostil. A comienzos de los 90 del siglo pasado, el catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, Manuel Martín-Bueno, lideró dos expediciones hispano-chilenas a la isla antártica para dar con los restos del navío. «Se realizaron trabajos de batimetría y de prospección magnetométrica para determinar la existencia de restos metálicos subacuáticos. Registramos media docena de resultados positivos que en el futuro habría que verificar mediante inmersiones, entre 15 y 70 metros de profundidad», explica Bueno. «Es probable que el barco se deshiciera antes de llegar al norte de Livingston, en el cabo Shirreff. Fue ahí donde realizamos las labores de búsqueda durante dos campañas. Si bien no encontramos nada, puesto que la presencia de los balleneros habría acabado con toda la madera del barco, durante la batimetría se detectaron seis anomalías magnéticas que todavía están sin identificar. No sabemos si son cañones, anclas o un ballenero», comenta el oficial de la armada Miguel Aragón, qué formó parte del proyecto de Martín Bueno.
La historia tiene una cuenta pendiente con el San Telmo. Su hallazgo podría obligar reescribir el relato de los primeros descubridores de la Antártida. «Si nuestras investigaciones son acertadas, la tripulación del San Telmo habría sido la primera en llegar a aquellas costas y el descubrimiento oficial de la Antártida sería español y no británico», sostiene Bueno. «No debemos olvidar además la parte humana. La historia del San Telmo nos habla de la desdicha de una España en declive, la moral con la que partieron los tripulantes en una escuadra vieja y la tragedia que vivieron», asegura Aragón. «Tenemos una historia naval apasionante. Hemos descubierto mares y continentes, casi seguro también la Antártida. Hay muchos pecios hundidos y resulta imposible localizarlos a todos, pero encontrar el San Telmo sería muy relevante. No porque se vaya a hacer ningún reclamación territorial en la Antártida, sino por valorar que fuimos los primeros en llegar, aunque fuese de forma indirecta, y que eso le costó la vida a 644 personas», añade Regodón. «El descubrimiento del pecio supondría uno de los momentos más emocionantes e importantes de la historia de España, pues aseguraría que nuestro país pisó antes que nadie la Antártida. Hay que recordar que el hecho de que un descubrimiento sea circunstancial, inesperado o no buscado no lo invalida. Por otro lado, rescataría del olvido a 644 personas cuyas vidas se perdieron en el naufragio. Serían los descubridores de la Antártida, nada más ni nada menos», apunta Álber Vázquez, autor del libro Muerte en el hielo; la novela del San Telmo y los españoles que descubrieron la Antártida.