Un mismo evento natural nutre de vida las aguas del continente helado y también las rías gallegas
18 may 2020 . Actualizado a las 13:14 h.Las Shetland del Sur abarcan una región de la Antártida que concentra una cantidad muy notable de fauna, superior a otras zonas del continente más inhóspito del mundo. Cuando paseas por algunas de sus islas, como Livingston o Decepción, hogar de las bases españolas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, es posible cruzarse con todo tipo de animales. Muchos no están acostumbrados a la presencia humana y se acercan para alimentar su curiosidad. Está claro que desconocen que el verdadero depredador es la especie humana. En la bahía de Livingston resulta habitual toparse con ballenas jorobadas que llegan para comer y Decepción acoge varias de las mayores pingüineras de la especie barbijo de todo el mundo. «En la Antártida no hay mamíferos terrestres, solo acuáticos. Sin embargo, estas aguas albergan muchísima vida», reconoce la Capitán Marina Sánchez, veterinaria y responsable de medio ambiente de la base Gabriel de Castilla.
El fenómeno que nutre de vida a este archipiélago se llama afloramiento, un evento natural que también se produce en Galicia y que explica por qué en el litoral gallego hay tanto marisco. Se genera cuando los vientos del norte asociados al anticiclón de las Azores desplaza agua superficial hacia la plataforma oceánica, generando un déficit que compensa el ascenso de aguas más gélidas y nutrientes desde las profundidades.
En esta región del continente helado el afloramiento actúa de la misma forma, aunque el origen no son los vientos sino las corrientes marinas. «Aquí se unen dos mundos. El mar de Weddell con la corriente Circumpolar que orbita alrededor de la Antártida. Como consecuencia de esta interacción se bombea agua desde el fondo que llega cargada de nutrientes», explica Javier Hernández, miembro del proyecto Powell que investiga la influencia de la circulación marina en la historia del clima de la Tierra.
«Estas corrientes no solo son importantes para la regulación térmica del planeta sino que aportan a la zona los nutrientes que sirven de alimento, como por ejemplo para el kril, que representa el pilar fundamental de las ballenas, los pingüinos, las focas o las aves», apunta Sánchez.
Pero el mundo de este pequeño crustáceo está sufriendo los efectos del calentamiento global y debido a que ocupa un papel clave en la cadena trófica, el resto de las especies también lo perciben. «La población de pingüino barbijo ha disminuido cerca de un 40% en estos últimos 25 años. Este retroceso es similar al que se ha detectado en toda la región de las Shetlands y del norte de la península antartica y parece que está relacionado con la disminución de la abundancia de kril y del hielo marino durante el invierno, donde desarrollan las algas de las que se alimenta el kril. La ecuación sería por tanto: más temperatura, menor hielo marino invernal y menos algas, kril y pingüinos. A esto se le puede añadir que el hecho de que la población de las ballenas esté aumentando porque ya no se las caza también incrementa la competencia por el kril con los pingüinos», sostiene el biólogo e investigador del CSIC Andrés Barbosa, que investiga una de las colonias de Decepción usando drones. «Estamos estudiando dónde van a comer los pingüinos y el esfuerzo que ello significa para ver los cambios que se pueden producir por el cambio climático y como el aumento del esfuerzo afecta a otras funciones como la inmunológica y, por tanto, a su supervivencia. Los drones nos ofrecen información sobre el tamaño de la colonia de pingüinos en cada año y así ir viendo la evolución de la población. Hasta ahora lo que hacíamos eran fotografías desde las laderas del monte cercano a la pingüinera seleccionando unas colonias concretas que llevamos controlando desde 1991. Los drones están siendo muy útiles para avanzar en el conocimiento del cambio climático en esta zona de la Antártida», comenta.
Osos en el norte, pingüinos en el sur
Lo que no se pueden ver en ninguna zona de la Antártida son osos polares, de la misma forma que en el extremo norte de la Tierra no existen los pingüinos. «Es una cuestión de historia evolutiva de las especies, igual que no hay elefantes asiáticos en África, ni africanos en Asia. El origen evolutivo de cada especie condiciona donde viven. En el caso de las especies polares, a excepción de las especies voladoras, no pueden desplazarse de un polo a otro atravesando las aguas de las zonas templadas ni cálidas del ecuador», termina Barbosa.