«Competimos en la Champions del cáncer con el presupuesto del Rápido de Bouzas»

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

PACO RODRÍGUEZ

Manuel Collado, de 52 años, encadena a sus 52 años contratos temporales en una situación de inestabilidad laboral que afecta a muchos otros investigadores gallegos referentes en biomedicina

05 feb 2022 . Actualizado a las 12:19 h.

Manuel Collado (Madrid, 1969) vino a Galicia por amor hace casi diez años. Lo hizo por su pareja, pero también porque se le ofrecía la oportunidad de dirigir un laboratorio propio en el Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS). A cambio había renunciado a un contrato indefinido como investigador sénior en el Centro Nacional de Investigación del Cáncer (CNIO), donde trabajó durante 9 años y al que había llegado tras labrarse una carrera profesional en el Centro Nacional de Biotecnología, en el Ludvig Institute for Cancer Research de Londres y en el Memorial Sloan Kettering Center de Nueva York.

Tenía una carrera consolidada, con publicaciones en las revistas científicas de mayor impacto y se había convertido en un referente en senescencia celular, el proceso por el cual las células dejan de dividirse, se apagan y con el tiempo acaban involucradas en enfermedades relacionadas con el cáncer y el envejecimiento. Pero renunció a su estabilidad laboral, a un sueldo mayor y decidió empezar casi de cero con la promesa de que, con tiempo, podría lograr una plaza indefinida en el ámbito de la biomedicina de Galicia.

Accedió a un exigente programa Miguel Servet del Instituto de Salud Carlos III, dirigido a investigadores sanitarios. Primero cumplió la primera etapa de cinco años y luego la final de otros tres. Tras superar todas las evaluaciones podría acceder, en teoría, a un contrato indefinido. Pero no. A sus 52 años vive de las prórrogas que le hacen cada dos años y que se actualizan anualmente. «En mayo termino y no sé si me van a renovar o no. Me dicen que esté tranquilo, que tendré una plaza, pero vivo en la incertidumbre», explica.

«Llevamos años encadenando contratos de mala manera, sin posibilidad de progresión en nuestra carrera, llorando y teniendo que pedir por favor que nos actualicen el sueldo. Estamos en unas condiciones de desamparo», asegura.

Habla en plural porque su caso no es una excepción. Es más bien la norma. Manuel Collado ejemplifica la situación de destacados investigadores gallegos, referentes en sus áreas y con una larga y fructífera carrera profesional a sus espaldas que, pasados los cuarenta años, siguen sin una estabilidad laboral. Es el caso de Antonio González, con 60 años, de Angelica Figueroa, de María Mayán, de Carlos Spuch, de Margarita Poza, de María de la Fuente, de Luisa Seoane o de María Pardo, entre otros y otras. Todos son jefes de grupo y lideran investigaciones punteras, pero carecen de una plaza indefinida y en varios casos tienen salarios precarios.

La nueva ley de Ciencia, en fase de anteproyecto, promete contratos indefinidos y un mayor reconocimiento para estos investigadores, aunque en principio solo para los que ofrecen servicios clínicos, pero aún no se ha materializado. Y falta también por concretar cómo quedará la letra pequeña. Sigue, por tanto, la incertidumbre. Una incerteza que tampoco ayuda a a clarificar la Xunta, que sí podría establecer un programa para consolidar dentro del sistema público a los investigadores biomédicos, como sí lo han hecho otras comunidades. Pero en Galicia está pendiente.

Ahora la realidad es otra. «Aquí aún hay mucha gente que se piensa que somos becarios. ¿Becarios? Pero si estamos en el tope de nuestra carrera científica», relata indignado Collado, que dirige el grupo de Células Madre en Cáncer y Envejecimiento del IDIS de Santiago y que se ha convertido en un referente mundial en la aplicación de la senescencia celular al tratamiento del cáncer.

Un trabajo pionero en el mundo

Su proyecto fue seleccionado hace unos días en la convocatoria Cáncer Innova, promovida por la Fundación Kaertor, la Xunta, la Asociación Española contra el Cáncer y las farmacéuticas Janssen y Lilly para acelerar medicamentos contra el cáncer y llevarlos hasta una fase preclínica para que luego pueda ser apoyada por los grandes multinacionales para desarrollar los ensayos clínicos.

Si consigue el objetivo, Collado y su equipo se convertirán en los primeros del mundo en desarrollar un fármaco para eliminar las células senescentes, aquellas que se quedan apagadas en estado zombi, pero que con el tiempo pueden convertirse en dañinas y generar un cáncer más agresivo. Y marcará el rumbo hacia una nueva estrategia terapéutica «Es algo totalmente pionero», explica.

Lo hará porque ahora ha conseguido apoyos para este proyecto, pero para los demás tendrá que seguir superando continuas barreras. «Estamos compitiendo en la Champions del cáncer, pero con el presupuesto del Rápido de Bouzas o del Coruxo», se lamenta.

Sus limitaciones no son solo financieras, sino también burocráticas debido a las condiciones de su contrato. Aunque es investigador principal, para pedir proyectos tiene que hacerlo a través de la gerente del hospital o del Sergas, porque la duración de su vínculo laboral es menor que la duración de las ayudas. «Vivimos tutelados como si fuésemos principiantes, sin responsabilidad propia», asegura. Pero el problema aún es mayor si quiere contratar a investigadores para su equipo.

En mayo termina su contrato. Y muy probablemente la nueva ley de Ciencia aún no entrará en vigor en esa fecha. Y, ahora mismo, tampoco se sabe si ofrecerá una solución a la estabilidad de los investigadores sanitarios.