Pepe Rodríguez, de Masterchef: «Todo lo que sea caldo gallego me vuelve loco»

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

RTVE

«Es tanto el bien que hemos hecho, el entretenimiento bueno que hemos hecho, que también tenemos derecho a equivocarnos», dice el popular jurado del concurso, que vuelve el lunes a TVE

15 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la misma mecánica, que es lo que lo ha llevado al éxito, disfrutándolo y más concienciados, como si cada capítulo fuese una final. Así es como define Pepe Rodríguez (Toledo, 1968) la grabación de la décima edición de Masterchef, que este lunes vuelve a la pantalla de TVE, en la que convivirá con su formato hermano, Maestros de la Costura, y deja atrás la polémica tras la edición Celebrity en la que participó Verónica Forqué. «Son más los éxitos y las alegrías que los sinsabores», aunque «malos momentos los ha habido», reconoce el cocinero. 

—¿Cuál ha sido el peor plato de estos últimos diez años?

—El peor no lo tengo en la cabeza porque han sido tantos... Tantos, que no te lo podrías imaginar, es imposible quedarte con alguno. Y de los buenos sí, porque abundan menos. Cualquier plato de cualquier final es memorable y digno de cualquier restaurante importante. Recuerdo alguno suelto, algún arroz extraordinario, recuerdo a Emil [Samper] haciendo un ceviche con frutos rojos maravilloso. Ha habido muchos buenos, pero malos son infinitos. Lo normal es que los pruebes malos.

—Malos y algunos historia de la televisión. Como León come gamba.

—Efectivamente, es historia de la televisión y no caía, porque dentro de lo malo me parecía más surrealista que malo, que también lo era. Era más el surralealismo de como ocurrió que malo de comer, que esos ha habido muchos iguales o peores.

—Y aquel de Saray que presentó

—[Interrumpe] ¡Ah! Que presentó un pájaro… Pues alguien que se equivoca en la tele y ya está. ¿Sabes lo que pasa? Que eso se te va rápido, o por lo menos a mí. Es de lo que menos me acuerdo. Me acuerdo de toda la gente que ha pasado con toda la pasión del mundo y todas las ganas de vivir la experiencia.

—¿Algún momento especialmente emocionante?

—Muchos, muchos. Grabar la primera temporada con Ferrán Adrià a mí me pareció de lo más emocionante que he vivido nunca. Tener a Jöel Robuchon, uno de los genios de la grandísima cocina francesa en el programa y ver al hombre disfrutar tantísimo con nosotros… Y como eso todo. Y hemos grabado dos finales en El Bohío… ¡Es que no le puedo pedir más al programa!

—¿Y un plato gallego al que no se resiste?

—Joé… Es que me gusta todo. El caldo gallego que hace mi madre. ¡Madremía! ¡Qué rico! Todo lo que sea caldo gallego me vuelve loco. El pulpo á feira, qué voy a contar… Cualquier empanada rica. Mira, tengo una empanada, la que comimos en un restaurantito cuando grabamos en el parador de Baiona... Oye, unha empanada de mejillones con chorizo, ¡me cago en la mar salada! La tengo ahí todavía, ¡qué cosa más rica!

—Estos diez años han dado también para algunas críticas. Lo que ocurrió con Verónica Forqué recrudeció el debate sobre hasta qué punto Masterchef ha dejado de ser un programa de cocina para ser un reality.

—Es que en la primera edición ya lo había, había una señora que nos contaba su vida con las alcachofas, se metía conmigo, yo me metía con ella… Los compañeros se picaban un poco… Como la vida misma. Siempre fue igual, siempre tuvo el mismo carácter. El mantenernos diez años es justo porque estamos siempre en esa delgada línea entre el entretenimiento y la cocina. Y nos ponemos serios para hablar de cocina. Lo difícil es caminar sobre esa delgada línea. Por eso llevamos diez años en ello. Nunca hemos dejado de hacer cocina y nunca hemos dejado de hacer reality. El día que hagamos solo cocina estaremos en La 2 con Karlos Arguiñano. Hacemos entretenimiento, por eso podemos estar en prime time. El que no entienda eso está perdido.

—Luego está eso de que las galas acaben de madrugada. Y este programa se emite los lunes.

—Pues llevas razón. Yo soy el primero que me tengo que acostar, como tenga que madrugar no lo veo. Pero no está en mi mano. ¿Por qué no se juntan las televisiones y deciden adelantar el prime time? No sé cuál es la solución, pero alguien la tendrá que dar. Mientras se hace y se deja, es que funcionará y algo habrá ¿digo yo, eh?

—Pues que entre otras cosas, Masterchef ha reavivado un gusto por la cocina. ¿Estamos en España esferificando por encima de nuestras posibilidades?

—[Ríe] Creo que España, que es un país gastronómico de norte a sur, de este a oeste... Masterchef le ha dado un aire diferente. La gente ya hablaba de gastronomía e iba a restaurantes. Es verdad que Masterchef ha servido para socializar y para democratizar la alta cocina. Nosotros hablamos de todo, pero traemos sobre todo a cocineros de alta cocina. La gran masa no sabía quienes eran y se han dado cuenta del trabajo que hay detrás y del esfuerzo. También contamos todo eso, igual que hacemos entretenimiento y cocina. Noto en mi restaurante que viene muchísima gente que nunca ha estado en un restaurante con una estrella michelín, jamás. Pero eso es bueno, porque han dado el paso gracias a un programa. Si no, jamás habrían dado el paso de venir a un restaurante de este tipo. Y otros no volverán más, pensarán que no es su tipo de restaurante. Pero Masterchef ha servido para abrir una ventana de posibilidades a la alta cocina. Y ha servido también para que un niño se ponga un delantal de cocina y quiera ayudar a su padre y a su madre, algo que ahora es normal y lo ha hecho un programa de televisión. A veces te piden todo, y alguna vez tienes que cometer algún fallo. A los gigantes se les escapan cosas entre los dedos. Es normal.

—¿Hay algo de lo que se arrepienta?

—[Piensa] No, más que arrepentirte, decir a lo mejor no deberíamos haberlo hecho así, o no deberia comportarme así, o haber dicho algo así… Pero es normal, porque son tantas cosas las que dices, tantos programas… Es tanto el bien que hemos hecho, el entretenimiento bueno que hemos hecho, que también tenemos derecho a equivocarnos. Eso es normal. Pero yo me quedo con la parte positiva. Yo me equivoco en mi cocina, pero gracias a Dios el tanto por ciento me equivoco es muy pequeño, pero me tengo que equivocar porque soy humano. Son tantas veces las que acierto, que con esto me tengo que quedar.

—¿Qué se viene en la alta cocina?

—¿Qué se viene?

—Sí.

—Hay demasiada paja con el rollo de lo eco, bio, responsabilidad, sostenibilidad… Tenemos que ser todos más sostenibles y ya lo intentamos cada uno a nuestra manera ¿verdad? Pero de pronto, así de la noche a la mañana los restaurantes sostenibles que han aparecido uno en cada pueblo pues hombre.. Me parece demasiada filosofía. Habrá que ir cambiando las sociedades poco a poco.

—Sostenible es también lo que se ha hecho toda la vida.

—Totalmente. Mi abuela era la más sostenible del mundo hace 50 años, porque compraba las sandías del pueblo y el que le traía el cordero era del pueblo también. Y yo ahora tengo que traer nabiza de Galicia, arroz de Valencia y ortiguillas de Cádiz, y eso no es kilómetro cero. Es kilómetro 600. Me vale, porque también es España y hago territorio. Ponerle etiquetas al campo y querer ser eco, bio, sostenible… me da mucha pereza. Pero se pueden dar pequeños pasos para cambiar la sociedad, no solo los restaurantes. Y la cocina irá cambiando poco a poco. Pero la sociedad tiene una manera de comer, no nos debemos de equivocar. Y en esa debemos ir cambiando poco a poco hasta llevarlo a algo más vegetal, más verde. ¿Pero vamos a dejar de comer animales mañana? No, hombre, no. ¿Tenemos que hacerlo mejor? Seguramente, hay muchas cosas que cambiar. Yo siempre pienso que hay que cambiar. Siempre. Ahora, los pasos tienen tiene que ser serios y pequeños para poder avanzar.