La lucha por la igualdad: «Nunca pensamos que tendríamos que depender de la ayuda social para comer»

fina ulloa, beatriz abelairas OURENSE / FERROL

SOCIEDAD

miguel villar

Dos residentes en Ourense y un ferrolano explican cómo llegaron a tocar a las puertas de Cáritas para salir adelante

29 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Darío Augusto vive con su esposa, su hija, su yerno y un nieto en un pequeño piso que él y su mujer alquilaron cuando llegaron a España desde Cuba en el 2019. «Nos lo pensamos mucho tiempo antes de dar el paso, entre otras cosas porque allí quedó mi madre, con 92 años y aunque está cuidada, eso es muy duro. Pero la situación del país es realmente muy difícil», comenta este ex profesor de Economía Política en la Universidad de Holguín. El hecho de que su esposa sea española —descendiente de ferrolanos— les animó a intentar buscar un futuro en Galicia y unos conocidos tiraron de ellos hacia la capital ourensana.

Él, ya jubilado (tiene 68 años), sabía que no le saldrían muchas oportunidades para trabajar y también que la pensión que recibe de Cuba no sería una solución. «Son 2.500 pesos cubanos y al cambio, no el oficial sino el que realmente aplican, cada euro viene costando unos 180 pesos», relata. Pero su esposa confiaba en encontrar algo, porque cuando llegaron tenía 60 años. «Pero entró el covid y lo que ya no era fácil se volvió imposible. La ayuda que recibió como retornada durante 18 meses se terminó en agosto y aunque traíamos algunos ahorros, no eran muchos, y los recursos se nos están agotando», narra Darío para explicar por qué decidieron recurrir a Cáritas.

Buscaban algún apoyo que les permitiera reducir los gastos al menos en la alimentación. «Nunca me imaginé en estas circunstancias. Nunca pensamos que tendríamos que depender de la ayuda social para comer», dice. Y es que la pandemia y la burocracia retrasaron más de lo previsto que su hija y su yerno pudiesen abandonar el país para unirse a ellos. Ahora confían en que esta nueva generación tenga más posibilidades de encontrar trabajo y la situación empiece a mejorar.

«Siempre viví de mi trabajo»

María es otra vecina ourensana que tiene que acudir de vez en cuando al local de Cáritas en su parroquia para conseguir algunos productos de alimentación. Ella tampoco se había visto antes en semejante situación. «Llevo doce años aquí y he trabajado siempre. Gracias a esos contratos pude conseguir la nacionalidad española después de hacer un curso y pasar un examen para el que, por cierto, me ayudó a prepararme una señora de 92 años que yo cuidaba», relata.

Todo iba relativamente bien para esta mujer que, además, ha criado durante los últimos cuatro años a su nieto. Sin embargo un ictus truncó su vida en el 2021 y con todos los gatos fijos subiendo, no hay manera de cuadrar las cuentas. «Me estoy recuperando pero aún no puedo trabajar. Tengo como lagunas, se me olvidan muchas cosas y como a mi nieto lo tienen que operar del corazón vino mi hijo, su padre, para poder estar con él porque yo no estoy en condiciones», narra.

María sueña con volver a la normalidad para poder ganarse la vida por si misma (tiene 52 años) y no depender de este tipo de ayudas sociales, pero afirma que tampoco quiere sentirse avergonzada. «Lo necesito, no tengo por qué negarlo, pero el día que pueda mínimamente dejo mi sitio a otro porque hay mucha gente pasando hambre. Se nota. Cada vez tocamos a menos porque hacen lo posible por repartir para que llegue a más», reflexiona.

JOSE PARDO

 «Me enfermé y se me fueron los ahorros»

Julio López no quiere usar su nombre ni ponerse de frente en la foto que se hace comiendo en la Cocina Económica de Ferrol. No se atreve, porque sabe que le dará un disgusto a muchos amigos o familiares si le reconocen y se percatan de sus circunstancias. Precisamente ahora que para él lo peor casi ha pasado. Fue precisamente el mes anterior a comenzar a pedir ayuda en este comedor social y en Cáritas. «Trabajé de administrativo, de comercial, en la hostelería y tenía un proyecto para empezar un negocio nuevo, pero tuve dos accidentes casi seguidos y pasé muchos meses en los que no ingresaba nada, solo tenía gastos... El resumen de mi historia es la de un autónomo: me enfermé y se me fueron los ahorros», confiesa poco después de comer en un espacio al que pensó que nunca tendría que entrar. «Reconozco que me costó pedir ayuda, mucho, por eso me agoté tanto antes de dar ese paso, fue la peor época, después he estado mucho mejor», cuenta un trabajador de 47 años que empieza ahora a recuperar la esperanza en el futuro.

Cada día acude a la Cocina Económica y a las actividades formativas que organiza Cáritas en Ferrol, pero no recibe ayuda económica de esta entidad, aunque sí mucho apoyo y alguna aportación puntual para abonar recibos imprescindibles.

Casa propia

En el bache económico que sufrió Julio hay una cuestión positiva: «Hace años invertí en comprarme una casa, así que al menos tengo eso, pero se pasan muchos apuros para afrontar los pagos de los recibos... Fueron momentos duros, hasta que me decidí a venir a la Cocina Económica, vieron mi caso y comenzaron darme la comida, que es un avance, después llegó el apoyo de Cáritas, donde hago cursos y me orientan en todo lo que pueden, con el tiempo yo también haré voluntariado allí», dice sin dejar de repetir la idea de que su situación llegó de forma totalmente inesperada.

«Siempre he estado trabajando por cuenta propia o ajena, cuando tuve los accidentes estaba con un proyecto muy especial para el que tenía el dinero ahorrado, pero en medio año sin trabajar todo se fue al garete... Me quedé sin opción a trabajar y sin subsidio alguno, fue desesperante, pero empiezo a ver la luz y en parte es por la ayuda que he recibido para volver a empezar».