Una campaña que plantó árboles durante 30 años en Portland (EE.UU.) permite mostrar que esta iniciativa se asocia con una reducción en la mortalidad, de un 6 % por causas cardiovasculares y de un 20 % por otras, que el efecto es más pronunciado a medida que los árboles crecen y envejecen
17 nov 2022 . Actualizado a las 19:03 h.Desde hace 30 años, la organización sin ánimo de lucro Friends of Trees se ha dedicado a plantar árboles en las calles de Portland (EE.UU.). Ahora, un nuevo estudio muestra que cada árbol plantado se asoció con una reducción significativa de la mortalidad no accidental y cardiovascular, del 20% y el 6%, respectivamente, si los árboles se plantaron de 15 a 30 años antes.
Los investigadores también estiman que los beneficios económicos anuales de plantar árboles superan ampliamente el coste de su mantenimiento. El estudio, codirigido por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación "la Caixa", y el Servicio Forestal del USDA, se ha publicado en Environment International.
Cada vez hay más evidencia que apunta a una asociación entre la exposición a la naturaleza y una menor mortalidad. «Sin embargo, la mayoría de los estudios utilizan imágenes de satélite para estimar el índice de vegetación, que no distingue los diferentes tipos de vegetación y no puede traducirse directamente en intervenciones tangibles», señala Payam Dadvand, investigador de ISGlobal y autor principal del estudio.
Así, los autores aprovecharon un experimento natural que tuvo lugar en la ciudad de Portland: entre 1990 y 2019, Friends of Trees plantó 49.246 árboles en las calles y mantuvo registros de dónde se plantaron los árboles y cuándo. El equipo de investigación analizó el número de árboles plantados en una zona determinada, concretamente, un área censal, donde viven aproximadamente 4.000 personas, en los 5, 10 o 15 años precedentes. Asociaron esa información con la mortalidad por causas cardiovasculares, respiratorias o no accidentales en esa misma zona, utilizando datos de la Autoridad Sanitaria de Oregón.
Los resultados muestran que en los barrios en los que se habían plantado más árboles, las tasas de mortalidad (muertes por cada 100.000 personas) eran menores. Esta asociación negativa era significativa para la mortalidad cardiovascular y la no accidental (es decir, todas las causas excluyendo los accidentes), sobre todo para los hombres y las personas mayores de 65 años.
Además, la asociación era más fuerte a medida que los árboles envejecían y crecían: la reducción en la tasa de mortalidad asociada a árboles plantados entre 11 y 15 años antes (30 %) era el doble de la observada con árboles plantados entre uno y cinco años antes (15 %). Esto significa que los árboles más viejos están asociados a una mayor disminución de la mortalidad, y que conservar los árboles maduros puede ser especialmente importante para la salud pública.
Este estudio no aporta evidencia directa sobre los mecanismos por los cuales los árboles mejoran la salud. Sin embargo, el hecho de que los árboles grandes tengan un mayor impacto en la salud que los pequeños es revelador, porque los árboles más grandes son mejores para absorber la contaminación del aire, moderar las temperaturas y reducir el ruido (tres factores relacionados con un aumento de la mortalidad).
«Observamos el efecto tanto en los barrios verdes como en los menos verdes, lo que sugiere que plantar árboles en las calles beneficia a ambos», afirma Geoffrey H. Donovan, del Servicio Forestal del USDA y primer autor del estudio. El análisis tuvo en cuenta otros factores que pueden influir en la mortalidad, como los ingresos, la educación y la composición racial de los barrios.
Finalmente, según las estimaciones de los autores, los beneficios de plantar árboles superan con creces el coste: el coste anual de plantar y mantener un árbol urbano en cada una de las 140 zonas censales de Portland oscilaría entre 3.000 y 13.000 dólares, mientras que generaría unos 14,2 millones de dólares anuales en vidas salvadas.
«Nuestros resultados proporcionan una sólida base científica para guiar intervenciones tangibles, por ejemplo, la plantación de árboles, destinadas a aumentar la longevidad de los residentes urbanos», concluye Dadvand.