El mítico dibujante creador de «Mortadelo y Filemón» hizo varios guiños en su obra a la comunidad, de la que le gustaba «la gastronomía, el paisaje, y sobre todo su gente»
15 jul 2023 . Actualizado a las 20:08 h.«Cualquier día mato a Mortadelo», confesó Francisco Ibáñez Talavera (Barcelona, 1936) a La Voz de Galicia hace 20 años. No solo no lo hizo sino que siguió manteniendo vivas sus historias y las de su compañero Filemón hasta sus últimos días. Desde que el 28 de enero de 1957 publicase en la mítica revista Pulgarcito la primera historia de esta singular pareja no ha dejado de ofrecer su visión mordaz y a veces surrealista de la historia española y mundial. Su último número, dedicado al Mundial de baloncesto que se celebrará en septiembre, llegó en marzo pasado y el que ya será la entrega definitiva, La vuelta al mundo, se lanzará previsiblemente este verano en el sello Penguin Random House, en el que se refugió en los últimos años después de convertirse en el autor más icónico de la mítica editorial Bruguera, con la que rompió en 1985. Sus personajes sobreviven al dibujante, que falleció este sábado a los 87 años.
Ibáñez nunca dejó de trabajar ni de posar su mirada lúcida y ácida en la realidad. No perdió ni su humor ni su ironía, como tampoco su afabilidad.
El creador barcelonés, muy vinculado también a Galicia, donde era habitual su presencia en la Feria del Libro y el Salón del Cómic de A Coruña, una ciudad de la que dijo que «siempre me recibe con los brazos abiertos», fue un creador descomunal y muy probablemente la mayor figura del cómic en España. Autor de miles, o quizás millones, de páginas que son parte de la educación sentimental de varias generaciones, de su desbordante imaginación e infatigable actividad salieron historias grabadas a fuego en la infancia y adolescencia de millones de españoles, desde El botones Sacarino, a Rompetechos —su personaje favorito por afinidad personal, según confesó— a Pepe Gotera y Otilio, La familia trapisonda, o 13 Rúe del Percebe.
Fue el gran gigante del cómic español, aunque estaba predestinado a convertirse en banquero por la influencia de su padre, contable de profesión. Estudió, de hecho, Contabilidad, Banca y Peritaje Mercantil y en 1950 empezó a trabajar como botones en el Banco Español de Crédito, una fuente de inspiración para El botones Sacarino. Luego ejerció como banquero, un trabajo fijo que en la España del franquismo suponía la mayor aspiración de cualquier ciudadano. Llevó el color con su imaginación e ingenio a una España todavía gris. Pronto se rebeló contra su destino. Primero como colaborador de varias revistas humorísticas y luego como dibujante profesional tras ser contratado por la Editorial Marco en 1957.
Nunca, desde entonces, dejó de trabajar en lo que más amaba. Solo la muerte lo obligó a jubilarse. Un reflejo de su personalidad lo muestra el hecho de que cuando con más de 80 años se le preguntaba en qué momento dejaría de dibujar historietas, se limitaba a contestar que él no veía el día, porque no sabía hacer otra cosa, y dejaba la decisión en manos de su habilidosa extremidad: «Seguiré hasta que la mano diga: basta, se acabó».
Tampoco le gustaba jugar a la petanca, o al tute, como a la mayoría de los jubilados. Su entretenimiento eran sus historietas, con las que seguía abordando cuestiones de máxima actualidad como el cambio climático, la corrupción o los mundiales de fútbol y baloncesto. «¿Pero qué demonios hablo yo de jubilarme ni qué narices? ¿Qué voy a hacer yo entonces?», se decía.
En su caso, su longevidad le acarreó en los últimos tiempos algún pequeño problema para encontrar nuevas historias para sus personajes, pero, a grandes males, grandes remedios, e Ibáñez reveló una vez un método que le funcionaba y que bien podría haber sido aconsejado por el doctor Bacterio: «apretar la cabeza con un diccionario hasta que brota la idea». Y así siguió hasta que lo sorprendió la muerte.
«A Mortadelo lo vestí varias veces de gallego»
Hace ya muchos años que Ibáñez es una auténtica leyenda del cómic en español, aunque él prefería definirse como dibujante y contador de historietas. Pero su éxito nunca alimentó su ego. Más bien al contrario. Siempre se mostró como una persona afable, amable y cercana, de lo que dio prueba en sus innumerables visitas a Galicia, de la que le gustaba «la gastronomía, el paisaje y, sobre todo, la gente». Así lo confesó en una de las numerosas entrevistas concedidas a La Voz.
En su obra tampoco faltaron guiños a Galicia. En el 2002, en el especial Mortadelo y Filemón Mundial 2002 hizo referencia en la portada al estadio Riazor de A Coruña. En ella reproduce en la parte inferior una charla entre dos caracoles. Uno luce aspecto saludable y el otro famélico. La explicación llega en el bocata: «Tendrías tú que probar el césped del estadio Riazor... ¡Aquello sí que es hierba!», recomienda el más rollizo.
No fue el único guiño. «A Mortadelo lo he vestido varias veces de gallego, con gaita y todo», reconoció.
Fue un autor lúcido y reconocido con múltiples premios, aunque paradójica y extrañamente se le negó el Príncipe de Asturias. Tampoco guardó rencor. Lo reconfortaba su público, conformado por varias generaciones de españoles que no solo se divertían con sus aventuras, sino que para muchos fue también el inicio de su afición a la lectura. Tampoco sus seguidores se circunscribían a España, porque su obra fue traducida a varios idiomas y su figura fue muy reconocida en otros países.
Pero el maestro no siempre acertaba con sus predicciones. En otra entrevista a La Voz en 1999 confesaba que no se imaginaba a uno de sus personajes llevado al cine. «Los personajes de historieta están bien donde están, en el papel», dijo.
Poco después El botones Sacarino fue adaptado para una serie de televisión. Aunque el gran éxito llegó con La gran aventura de Mortadelo y Filemón, que se estrenó en el cine en febrero del 2003 para convertirse en una de las películas más taquilleras del cine español. El propio Ibáñez se mostró encantado con el resultado.
Influenciado por la escuela franco-belga, en 1969 publicó El sulfato atómico, historieta larga en formato de álbum, con viñetas muy cuidadas y que marcó la apertura de Ibáñez al mercado extranjero.
Las viñetas de los agentes de la T.I.A. se lanzaron en publicaciones como Mortadelo, embrión de la cadena de libros Súper Mortadelo, Extra de Mortadelo, Especial Mortadelo, Mortadelo Gigante, así como en las colecciones Olé, Súper Humor o Magos del Humor.
En 1985 Ibáñez dejó la editorial Bruguera, en desacuerdo por haberse quedado con los derechos de sus personajes, que reclamó por vía judicial, y fichó por Grijalbo, época en la que creó las series Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo y 7, Rebolling Street.
La ley de Propiedad Intelectual aprobada en 1987 facilitó a Ibáñez la recuperación de Mortadelo y Filemón, que tras su salida de Bruguera habían dibujado otros autores, sin el éxito que le proporcionaban los guiones de su creador.
Ediciones B, que se hizo con todo el fondo editorial de Bruguera al quebrar esta editorial, llegó a un acuerdo con Ibáñez para que se hiciera cargo otra vez de los personajes que lo lanzaron a la fama, y desde 1989 se concentró en crear nuevos álbumes de Mortadelo, muchos de ellos relacionados con temas de la actualidad y con guiños a las modas y tendencias del momento.
Mortadelo y Filemón se convirtió además en el primer cómic digital español, tras la presentación oficial de su versión electrónica en 2002, durante las jornadas «Mundo Internet» que acogió en Madrid el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo.
En el 2005, con motivo del cuarto Centenario del El Quijote, Ibáñez lanzó un álbum a propósito del personaje cervantino: Mortadelo de La Mancha (Ediciones B), que alcanzó unas ventas superiores a los 50.000 ejemplares, en solo mes y medio.
El peculiar humor de Ibáñez ha traspasado las fronteras españolas y, así, es uno de los autores de viñetas más leídos en Iberoamérica y toda Europa, principalmente Alemania, donde ha vendido millones de álbumes.
Entre las distinciones de Ibáñez figuran el Gran Premio del Salón Internacional del Cómic de Barcelona a su trayectoria (1994), la Medalla de Oro de Bellas Artes (2002) y el Premio Oso a la labor de una vida del Salón Internacional del Cómic de Madrid («Expocómic 2002»).
En el 2007 dibujó una nueva aventura de Mortadelo y Filemón dedicada al pívot español de la NBA Pau Gasol y que lleva por título El Gas-oil, una trama en la que sus dos héroes se infiltran en la liga americana de baloncesto.
En el 2012 presentó un nuevo álbum de Mortadelo y Filemón, Londres 2012, con motivo del mundial de fútbol, y dos años después, en octubre del 2014, año en el que Fesser estrenó otra cinta de Mortadelo y Filemón, el Círculo de Bellas Artes de Madrid le dedicó otro homenaje con una exposición sobre toda su obra.
Los políticos también le rinden un homenaje
Numerosos políticos han abandonado por unos segundos la dinámica de la campaña electoral para despedir en internet a Francisco Ibáñez, uno de los legendarios autores de cómic, que acompañó a muchos de ellos en su infancia y juventud a través de los inseparables Mortadelo y Filemón y otros personajes de este genio del humor.
En su cuenta de Twitter, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha mostrado su cariño a la familia y amigos del dibujante, a quien -ha dicho- muchos echarán de menos porque hizo la vida «mucho más divertida a varias generaciones de este país».
Un mensaje que ha retuiteado el ministro de Cultura, Miquel Iceta, junto a otros de condolencias como el del primer secretario del PSC y exministro de Sanidad, Salvador Illa.
Iceta también ha escrito en la misma red social: «Descanse en paz. Le recordaremos siempre porque su obra será eterna». Y desde la cuenta de su Ministerio, también se ha recordado a sus personajes, que «han acompañado a varias generaciones de lectores y permanecerán para siempre en el imaginario colectivo». «Todo nuestro cariño para los familiares y amigos del dibujante y creador Francisco Ibáñez, una figura imprescindible del cómic español», concluye el tuit de este departamento.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, también ha mostrado su condolencia por el fallecimiento del creador catalán, que deja a muchos -ha dicho- «el recuerdo imborrable de los míticos personajes» a los que dio vida sobre el papel. «Me entristece y mucho su pérdida. Todo mi cariño a su familia», ha señalado.
Ibáñez también formó parte de la infancia y juventud de la ministra de Educación, Pilar Alegría. «Crecimos con sus tebeos y sus personajes. Y los recordaremos para siempre. Un abrazo y todo mi cariño a la familia y amigos del historietista», ha comentado en un tuit.
Uno de los primeros en reaccionar a la noticia ha sido el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique: «Los recuerdos de mi infancia son inseparables de sus cómics. Gracias por tanto, maestro, y mi más sincero pésame y todo mi cariño a tus familiares y amigos. DEP», ha dicho en esta red social.
Desde la cuenta de Podemos también se ha recordado al dibujante porque «media infancia» de muchos de sus miembros se les va con Ibáñez, a quien esperan que la tierra le «sea leve».
La líder de Sumar, Yolanda Díaz, también es consciente de que «pocos creadores como Ibáñez han dejado una huella tan profunda en la memoria cultural de este país» porque, según ha apreciado, «era mordaz y divertido».
«Lo leíamos por placer -apunta- y lo seguiremos leyendo porque su obra le ha legado a varias generaciones el regalo de la risa y del ingenio».
La exalcaldesa de Barcelona Ada Colau, por su parte, ha mostrado también su tristeza por la muerte de «un maestro del humor y genio de la viñeta», y ha recordado que la nueva biblioteca del barrio de Ibáñez ha destinado una sección con un fondo especializado en la obra de este «barcelonés universal». «Barcelona es y será capital del cómic en gran parte gracias a ti», le agradece la exalcaldesa a Ibáñez en su mensaje.