
El sacerdote Fernando Cuevas ayuda a buscar pareja a jóvenes católicos. Ya lleva 340 matrimonios y ningún divorcio.
24 ene 2024 . Actualizado a las 15:16 h.¿Eres un joven católico que está buscando pareja? Fernando Cuevas, más conocido como el cura Tinder, podría ayudarte en esa tarea sin importar la ciudad en la que te encuentres en cualquier punto de España. Este sacerdote nacido en Ibiza pero afincado desde años en Valencia lleva años ejerciendo de celestino entre católicos, jóvenes y no tan jóvenes, gracias a su habilidad para poner en contacto a personas con creencias cristianas. «A muchos católicos les cuesta encontrar a personas con sus misma creencias para empezar una relación», relata Cuevas sin ser consciente de que la aplicación Tinder comenzó a funcionar en 2011, un par de años después de que él comenzara a buscar pareja a quien se lo pedía.
El sacerdote, que lleva 340 matrimonios y ningún divorcio, empezó sus matches hace más de quince años cuando paseaba con un joven católico por la ciudad de Valencia y vieron a un grupo de mujeres que llamaron la atención del chico. Fue entonces cuando este «rogó» al padre Fernando que le ayudase a conocer a alguna de ellas. Y así fue. La conexión de estos jóvenes les llevó a casarse en cuestión de meses y a partir de ahí el efecto «boca a boca» hizo el resto. La alta demanda de jóvenes católicos que empezaron a recurrir a él en busca de pareja rápidamente se hizo notar, ya que según Fernando Cuevas, la mayoría coincidía en «lo difícil» que es encontrar un compañero de vida con valores cristianos hoy en día.
¿Pero cómo hace los emparejamientos? Pues cuenta con un formulario especial que pide rellenar con varios datos a los interesados. Para solicitarlo solo hace falta escribirle un wasap «con un simple ‘Hola, quiero la ficha'», especifica el cura. Una vez que el interesado se haya puesto en contacto con el cura Tinder, este responde el mensaje pidiendo que la persona rellene la ficha, fotos aparte. «Después te hablaré de las posibles ‘agujas en el pajar' de tu ciudad. Solo verán tu ficha aquellos a los que tú me hayas dado el ‘ok' para que se la mande y que consideres suficientemente católicos, apostólicos y ‘románticos'», escribe el sacerdote en la parte inicial del mensaje. Para Fernando Cuevas tienen prioridad las mujeres a la hora de elegir. Cuando él detecta que puede haber sintonía entre un chico y una chica, primero le pasa a ella la ficha del varón. Si le gusta y cree que reúne lo que busca, el sacerdote se pondrá en contacto con él para darle la noticia y ver si le interesa.

¿Qué datos pide? Nombre, apellidos, edad, lugar y año de nacimiento, estatura, estudios, trabajo actual, ciudad de residencia, aficiones, virtudes, carencias... Además, pregunta si la persona interesada estaría dispuesta a conocer a gente de otros lugares y si estaría abierta a cambiar de residencia en el caso de congeniar. Otras cuestiones clave son «cómo te gustaría que fuese él o ella» y el «grado de compromiso con la Iglesia» de la persona, además de si forma parte de algún movimiento eclesial. La ficha debe completarse con fotos recientes y variadas, «también de cuerpo entero», y a partir de aquí empieza la búsqueda. «Cuando te mande alguna ficha puedes decir que ‘no' con total libertad», aclara el cura. «Si quieres conocerle y después de veros no ha habido feeling me lo dices y te sigo mandando otros posibles. Serás tú quién decida, no yo», continúa el sacerdote en el mensaje que envía a una de las mujeres que han rellenado la ficha. Una vez que encuentra la posible pareja perfecta, Cuevas les proporciona sus respectivos teléfonos y su trabajo termina.
A pesar de que el sacerdote no cobra por el servicio, al final del mensaje da la opción de que cuando la pareja ponga la fecha de la boda, estos pueden apadrinar, si quieren, a una niña de Nicaragua por 200 euros al año. «Cien cada uno si tenéis separación de bienes», bromea al final del mensaje.