
El CSIC hace un estudio pionero en la agencia de calidad del sistema universitario gallego (ACSUG) que analiza si las políticas de igualdad funcionan en la ciencia y si las personas evaluadoras tienen preferencia por investigadores de uno u otro sexo
26 ene 2024 . Actualizado a las 18:06 h.Llegan dos currículos científicos a un evaluador o una evaluadora de una agencia de calidad. Ambos con los mismos méritos, pero con una diferencia: en uno, el investigador principal es un hombre. En otro, se trata de una mujer. ¿Se puntúa de manera distinta? Es la pregunta que ha querido responder el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC a través de un estudio pionero realizado en Galicia y que sigue la metodología de los ensayos clínicos: la cohorte de evaluadores y evaluadoras sabía que estaba participando en un estudio sobre los criterios de evaluación del programa de financiación de grupos consolidados de la Xunta, pero no sabía que uno de los objetos de investigación era si había diferencia entre hombres y mujeres en la evaluación.
Los resultados vienen a abrir la posibilidad de que las políticas de igualdad que se han ido poniendo en marcha están funcionando. Hace más de 30 años, la premio nobel de Economía Claudia Golding demostró que existían sesgos inconscientes en la selección de las orquestas: colocó un biombo para que no se supiera el sexo de los aspirantes y el número de mujeres seleccionadas se incrementó.
«Nuestros resultados llegan muchos años después, el mundo ha cambiado bastante y son buenas noticias, porque de forma lenta y difusa algunas actuaciones de las políticas de igualdad van produciendo los efectos que se pretendía». Luis Sanz-Menéndez firma con la investigadora principal, Laura Cruz-Castro, esta investigación, que viene a mostrar que hay diferencias, aunque no estadísticamente relevantes: las mujeres evaluadoras tienden a juzgar con mayor dureza a otras mujeres.
Claro que en esta investigación hay que tener en cuenta, precisamente, las políticas de igualdad. Las bases de la últimas convocatorias otorgan hasta 5 puntos por las acciones del grupo en materia de educación científica, igualdad, gobernanza, ética y participación ciudadana, y, en concreto, se tiene en cuenta el número de investigadoras que hay en el grupo y si este está liderado por una científica.
La Consellería de Educación explica que las políticas de igualdad se aplican en las convocatorias gallegas desde hace 20 años y que se toman medidas como que «diante de empates prevalecen as mulleres na convocatoria de predoutorais e posdoutorais e na de consolidación de estruturas de investigación dáse especial puntuación a grupos con liderado feminino e á participación de mulleres no equipo». Con todo, en la convocatoria correspondiente al 2023, menos de la mitad de los grupos que obtuvieron financiación estaban liderados por una mujer en la modalidad A, correspondiente a unidades de investigación consolidadas.
Las cifras son semejantes a la convocatoria del 2022, que fue la que se utilizó para poner en marcha el experimento del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC. Se concedieron ayudas a un toal de 46 grupos de investigación, entre las tres universdidades y otras entidades científicas. Había 15 investigadoras principales. En el caso de los grupos con potencial crecimiento, solo uno de cada cinco grupos financiados estaban encabezados por una mujer. Y en la categoría de personal investigador con una trayectoria excelente, fueron 13 investigadoras con financiación de un total de 31 ayudas.
Quedaría entonces por dilucidar dentro de esta investigación qué ocurre con las evaluaciones y las puntuaciones de grupos liderados por hombres y mujeres si se dejan a un lado las políticas de igualdad, algo en lo que están trabajado Laura Cruz-Castro y Luis Sanz-Menéndez.
El hecho de utilizar la metodología de los ensayos clínicos y que además se llevó a cabo durante un proceso de evaluación real por parte de la ACSUG, el pasado mes de junio, convierte a este experimento en algo único. El equipo científico no tiene constancia de que se haya conducido un experimento dentro de una evaluación para el reparto de fondos real. Ha habido varios estudios recientes en Dinamarca, Noruega y Alemania, pero enviaban la encuesta a toda la población que es potencial evaluadora, o lo que es lo mismo, a unos 10.000 profesores, y no a quien efectivamente estaba en ese momento repartiendo la financiación entre grupos de investigación.
El estudio del CSIC se centra en una de las posibles causas de discriminación de las mujeres en el ámbito científico, pero eso no invalida otras. «Esto es un hecho empírico: hay menos catedráticas que catedráticos, especialmente en algunas áreas», resalta Menéndez-Sanz, igual que el hecho de que hay menos investigadoras principales que hombres a la cabeza de equipos de investigación.
El investigador también apuesta por poner en marcha medidas de apoyo a la igualdad de oportunidades «con gran prudencia y sobre todo examinando su eficacia» para evitar efectos adversos. Cita Sanz-Menéndez a Suecia, pionera en la puesta en marcha de este tipo de políticas antidiscriminación y que han llevado a que «los hombres han reaccionado y han se han creado otros sistemas de segmentación y de diferenciación para evitar la aplicación de esas medidas».