Santiago también tiene Selva Negra

SOCIEDAD

El bosque forestal más extenso y antiguo de Compostela mide 220 hectáreas, con carballos centenarios y nuevos ejemplares tras un plan de regeneración que está transformando este espacio desde el 2007

06 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando surgen las palabras Selva Negra la mente suele viajar hasta Alemania o evoca el dulce del mismo nombre y procedencia. Pero ni por asomo ocurre en Santiago, cuya tarta de almendra compite con cualquiera y la ciudad tiene también su propia Selva Negra, una joya forestal. Este espacio natural, que regala una de las mejores vistas de Compostela, comparte ruta de llegada con el monte Pedroso y su principal acceso e itinerario arranca junto a la Granxa do Xesto, con aparcamiento propio.

La Selva Negra es un bosque de 220 hectáreas que surgió como tal en el siglo XVII cuando la administración que entonces equivalía al Concello pidió a los vecinos que plantasen árboles, convirtiendo lo que era una zona de cultivo en una carballeira. Y cuatro siglos después, en el año 2007, la misma administración compró los terrenos abandonados para convertirlos en un bosque forestal público y paseable. La primera tarea, aún sin concluir, fue erradicar especies invasoras como la acacia negra, cuya presencia nada tiene que ver con el nombre de Selva Negra, que puede estar vinculado al muro que la rodea o a la frondosidad de alguna de sus zonas.

La regeneración de la Selva Negra va mucho más allá, ya que el plan de mantenimiento de este espacio, que también tiene eucaliptos, debe adaptar las tareas de desbroce al ritmo que marca la naturaleza, y hay que hacerlo sin descuidar la red de caminos que permiten disfrutar del bosque. También es necesario limpiar en su justa medida las canalizaciones naturales de agua y las antiguas pozas creadas por la mano del hombre para extraerla. Y todo ello sin olvidar que en esta Selva Negra viven corzos, a los que les dejan arbustos antiparasitarios, pájaros, anfibios, ofidios e insectos tan vinculados a Galicia como la vacaloura, que necesita carballos añosos para no extinguirse.

La huella del hombre que se vislumbra en la Selva Negra regala un aire de melancólico romanticismo, con una fuente que evidencia que el agua que baja de los montes Pedroso y San Paio era casi un maná que desemboca en el Sarela. Junto al manantial, flanqueado por largos bancos de piedra, una escalinata del mismo material es un vestigio de los últimos propietarios que tuvo la Selva Negra, el matrimonio formado por el doctor José Daporta y la pianista Rosa López Comunión. Estas escaleras daban acceso a un espacio diseñado para que la concertista y maestra de pianistas tocase en plena naturaleza.

No hay bosques sin leyendas, y la Selva Negra tiene unas cuantas, incluso modernas, desde romances imposibles a la presencia de una comunidad hippy y algún morador inapropiado.

La Selva Negra se transforma en cada estación, con ocres y setas en otoño, magia en el nebuloso invierno y frescura en verano. Infinidad de rutas a pie y en bici incluyen este espacio entre sus atractivos compostelanos con una cartelería que vivió mejores tiempos, una carencia que se sobrelleva si se tiene la suerte de que el personal que se encarga de cuidar de Selva Negra puede hacer un descanso en sus faenas para contagiar con su relato la magia de este lugar.

¿Cómo llegar?

Se puede llegar a pie desde la catedral, con un paseo de 1,9 kilómetros tomando la carretera DP-7803. Al acceso desde la Granxa do Xesto, con aparcamiento, se llega por la Rúa do Monte Pío.