Un tercio aún los silencia, la mitad no pide ayuda y el 40 % tiene nula confianza en el apoyo que le pueda dar el orientador de su colegio, según un estudio de Unicef
09 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.España tiene un serio problema de salud mental entre los adolescentes. Lo avisan desde el final de la pandemia los médicos y psicólogos, que lo notan en su día a día, y lo confirman los estudios de los expertos. El último dato concreto y preocupante lo proporcionó hoy Unicef. Uno de cada cuatro chicos de entre 13 y 18 años asegura haber sufrido o sufrir algún tipo de trastorno psicológico en los últimos doce meses, según las entrevistas que junto a investigadores de la Universidad de Sevilla realizaron a casi 5.000 escolares de 168 institutos de todo el país.
El trabajo no especifica la prevalencia de trastornos concretos, pero los investigadores aclaran que hay de todo, desde problemas como malestar reiterado, baja autoestima o estrés a cuestiones más graves como ansiedad, depresión, autolesiones o trastornos alimentarios. Del 41% que confiesa problemas psicológicos, la mitad asegura que los padecer sin duda alguna y la otra mitad piensa que los tiene o los ha tenido.
Aunque el trabajo demuestra que los adolescentes cada vez hablan con más libertad de sus problemas mentales, que la estigmatización y la vergüenza pierden terreno, lo cierto que casi cuatro de cada diez todavía silencia sus trastornos y que la mitad no pide ayuda para solucionarlos.
Las razones mayoritarias para este silencio son que no quieren que se entere su familia o que piensan que es mejor esperar y ver, pero un 40 % no solicita ayuda porque no sabe ni a quién pedirla ni dónde hacerlo. Y aquí es donde desvelan un dato muy preocupante. Cuatro de cada diez no acude al orientador o coordinador de bienestar de su centro, el teórico apoyo más próximo, porque cree que la posibilidad de que le ayude con su mal es baja o muy baja.
No tienen confianza alguna en esta nueva figura docente. Los ven como alguien desbordado por otras tareas burocráticas y que, por su bajo número y su escasa formación, no tienen tiempo para el trato directo y la escucha de los alumnos. «Hace falta un orientador amigo, cercano y que dé confianza. Lo que no hay», denunció Alae, un estudiante de 16 años de Fuenlabrada (Madrid), una de las jóvenes españolas que asesora y trabaja con Unicef.
La parte positiva es que cada año los adolescentes españoles muestran menos prejuicios frente a los problemas mentales, suyos o de sus compañeros, unas relaciones y conversaciones que en su mayoría han normalizado. Así lo demuestra que ocho de cada diez aseguran no tener problema alguno en ser amigos de quienes necesitan visitar a un psiquiatra o un psicólogo y que solo al 15 % le molestaría que en su calle existiese un centro de salud mental.
Los escolares españoles apuntan varios factores de riesgo como desencadenantes de sus trastornos. Entre los personales, la baja autoestima, el consumo de alcohol u otras drogas, las enfermedades y las dificultades económicas. Entre los externos subrayan especialmente dos: el acoso escolar (tanto presencial como digital) y los problemas familiares. Por contra, como elementos que evitan daños psicológicos citan los buenos hábitos de sueño y de alimentación y la práctica de ejercicio y tener un entorno de confianza, con buena relación con los padres, amigos, en el que hacen lo que les gusta.
Un capítulo que es ambivalente, tanto ángel como demonio, es el de las redes sociales e internet, donde los adolescentes navegan a diario. Por un lado, la información y las opiniones de expertos y profesionales a las que han accedido por esta vía les han ayudado a comprender y encauzar alguno de sus problemas y a normalizar los conflictos de salud mental. Pero, por otro, estos canales son un foco de malestar y de problemas psicológicos al menos para un tercio de los entrevistados, sobre todo para las chicas.
Las chicas, más afectadas
También lamentan que los contenidos solo en positivo que muchos influencers suben a las redes, que dibujan vidas perfectas y sin problemas psicológicos, les hacen sentirse mal y les presionan a falsear su realidad y a aparentar también una salud y vida idílica que no tienen para dar mejor imagen entre sus compañeros y amistades. De igual manera, hasta el 75 % de las chicas y el 51 % de los chicos dicen sentirse mal y presionados por los estereotipos físicos ideales que ensalzan la mayoría de los creadores de contenidos digitales.
Unicef, a la vista de los resultados, realiza varias recomendaciones. La primera, la necesidad de reforzar la prevención y detección precoz de estos problemas infantiles o juveniles en los centros de salud y colegios y de mejorar la atención especializada. En segundo lugar, cree que hay que dar un salto en el número y la formación de los orientadores y coordinadores de bienestar de los institutos, para que sean un apoyo real de los alumnos. Reclaman también más apoyos para las familias, mayor escucha directa a los adolescentes y medidas que fomenten unas redes sociales que transmitan bienestar emocional y no problemas.