Éxodo del X de Elon Musk ante la creciente toxicidad de la red social: ¿Qué es Bluesky, una de sus alternativas?

P. V. LA VOZ

SOCIEDAD

Elon Musk, en un mitin de la campaña de Donald Trump
Elon Musk, en un mitin de la campaña de Donald Trump Brian Snyder | REUTERS

«The Guardian» y «La Vanguardia» ya han abandonado el antiguo Twitter ante su deriva cada vez menos ética. Desde la llegada del magnate, y especialmente ahora que formará parte de la administración Trump, los usuarios han buscado alternativas

14 nov 2024 . Actualizado a las 17:30 h.

Cuando Elon Musk compró Twitter hace ahora dos años, su declaración de intenciones para la red social era clara: mayor libertad de expresión, acabar con los bots y terminar con los verificados a dedo a figuras relevantes, cambiándolo por un método de pago. Solo esta última se ha cumplido. Y todas sus estrategias, lejos de lograr una mayor calidad «democrática» de la ahora llamada X, han conseguido un efecto muy diferente: redundar en una creciente polarización y una mayor toxicidad en la red social.

El éxodo de usuarios a plataformas como BlueSky, Mastodon o Threads ha comenzado. Pero no solo de anónimos. Medios tan prestigiosos como el británico The Guardian o, en nuestro país, La Vanguardia han anunciado ya que abandonan la red social precisamente por estas razones, sobre todo ahora que Elon Musk ha sido designado para el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en sus siglas en inglés) del inminente mandato de Donald Trump. «Es una plataforma mediática tóxica y su propietario, Elon Musk, ha usado su influencia para influir en el debate político», expresaba en su despedida el diario inglés. «Se ha convertido en una plataforma en la que encuentran una caja de resonancia las teorías de la conspiración y la desinformación», añadía el diario catalán.

No son solo impresiones subjetivas. Un reciente estudio de Nature en nueve países, entre ellos España, les da la razón: X es una plataforma tóxica, especialmente en el plano político, en el que hay un «abuso» a través de una «estructura común de aliados-enemigos» que acalla y relega a los usuarios más moderados o que se escapan de la ortodoxia de la línea de pensamiento imperante en cada país en ambos espectros, a izquierda y a derecha. Incluso en España, con mayor pluralidad partidista que, por ejemplo, Estados Unidos, la polarización en los dos extremos es evidente a través de los datos del estudio.

La desinformación es otra de las grandes lacras de X desde que dejó de ser Twitter. A Musk se le llenó la boca en proclamar la «libertad de expresión» en su red social. Pero, a la postre, su estrategia convirtió a la red en gran altavoz para bulos, desinformaciones y enfoques cada vez más interesados, escorados hacia una ideología y que vienen de usuarios de dudosa credibilidad. «Ahora tú eres el medio de comunicación»You are the media now»), proclamó el magnate justo el día después de la aplastante victoria de Donald Trump. Y es literal en su caso. Musk ha renegado activamente de los medios de comunicación como voces autorizadas para la difusión de noticias, dándoles cada vez menor relevancia en los timelines e impulsando, por contra, a los cientos de cuentas de pago, en su gran mayoría fieles a las ideas políticas del propio dueño de X y muchos de ellos perfiles automatizados que priman la interacción por encima de la veracidad.

Una deriva peligrosa que, según el estudio de Nature, influye a los actores políticos y a la opinión pública y exacerba todavía más la confrontación y polarización en la red social.

Pero además, X también ha sido vista como una especie de campo de juegos para el propio Musk, cuyas opiniones cuentan con un papel sobrerrepresentado entre los tuits del feed de cada usuario. Es prácticamente imposible no ver sus publicaciones aunque se le silencie activamente. Él ha sido uno de los principales difusores de esas informaciones sesgadas que pululan por la red. Como figura de referencia en X, su parcialidad influye a través de una viralidad artificial. Incluso en las cotizaciones, como cuando cambió el logo de la red social por el de la criptomoneda Dogecoin, revalorizando instantáneamente su precio.

Su última decisión ha sido ya la gota que colmó el vaso para muchos. Hace solo dos semanas, X decidía cambiar radicalmente el sistema de bloqueo en la red social. Desde ese momento, las personas bloqueadas por un usuario podrían acceder a sus publicaciones, escribir mensajes directos o realizar acciones como republicar o comentar. Una nueva configuración que dejaba, en el fondo, inútil su funcionalidad , y especialmente sensible para personas víctimas de acoso.

La designación del magnate con un relevante puesto en la administración Trump no ha hecho más que sumar una nueva razón para el abandono de X y comenzar el éxodo hacia otras plataformas como Bluesky, Mastodon o Threads.

Éxodo a Bluesky

La mayoría de los usuarios se han ido a las alternativas a X que se empezaron a desarrollar cuando se hizo efectivo el final de Twitter. Y, en el fondo, no dejan de ser prácticamente una réplica de la red fundada en el 2006 por Jack Dorsey, Noah Glass, Biz Stone y Evan Williams.

Precisamente fue uno de sus creadores el encargado de lanzar la primera gran alternativa, Bluesky. Empezó siendo un proyecto dentro de la propia Twitter, cuando se estaba experimentando para crear un protocolo para hacer la red social más descentralizada, que permitiría la interacción de varias redes sociales, al estilo de Mastodon.

La compra de Twitter por parte de Musk hizo que Jack Dorsey se llevase consigo este proyecto y a la persona encargada de ello, Jay Graber, actualmente directora ejecutiva de la compañía. Dorsey abandonó la junta directiva en el 2024.

El funcionamiento de Bluesky es prácticamente calcado al de Twitter. Visualmente es muy parecido, con un timeline muy semejante e interacciones idénticas a las de la red social del pajarito. El usuario puede dar Me gusta, compartir publicaciones, citarlas y también responder. 

En el feed hay dos opciones: el puramente cronológico (Following), en el que vemos las últimas publicaciones de las cuentas a las que seguimos, y otro personalizado (Discover), que el propio usuario puede crear sus propios algoritmos o instalar algunos ya preexistentes.

Además, desde el pasado septiembre, ha subsanado la que era una de sus principales carencias, y ya permite compartir vídeos de hasta 60 segundos de duración. Y también permite adjuntar subtítulos.

Todavía tiene lagunas, eso sí. Carece de momento de un sistema de hashtags o de tendencias. Y, al abrir la sección de búsqueda, solo recomienda cuentas, no publicaciones, como sucede en X o en Mastodon.

En lo que sí está comprometida Bluesky es en algo que se ha perdido en el Twitter de Elon Musk: la lucha contra el spam y los abusos en la red social. Los usuarios pueden denunciar contenidos dañinos, y los usuarios «que violen repetidamente »sus pautas comunitarias, podrían ser sancionados. Es algo que, en la teoría, también existe en X, pero en los últimos tiempos ha sido cada vez menos efectivo de lo que era antes.