Agricultores de Portugal en la frontera con Galicia: «Nuestra ruina es vuestra hambre»
SOMOS AGRO
Arrancan las movilizaciones del campo en el norte del país. Claman contra la burocracia, el recorte del baldío y la falta de rentabilidad en el oficio
07 feb 2024 . Actualizado a las 03:53 h.Mientras en Lisboa avanzan con el sector un paquete de medidas para tratar de aliviar la cólera de los agricultores, el campo en el norte de Portugal ha arrancado su propio calendario de movilizaciones, porque tienen problemas específicos. Su fuerza es evidente y en los municipios fronterizos con Galicia lo exhiben así: «Nuestro ruina, vuestra hambre». Tienen consigo el poder de quien alimenta al pueblo y piden algo tan sencillo como que se les escuche. «Y que el Gobierno nos dé una respuesta», ruega Alberto Barreiro, un trabajador en las montañas de Melgaço que la pasada madrugada echó dos horas y media de carretera hasta encontrarse en el amanecer con otro centenar de compañeros en São Pedro da Torre. Es cierto que no son muchos, pero tienen los tractores, icono de estas movilizaciones en Europa, que les han servido para interrumpir las entradas a la autopista A-3 en Vila Nova de Cerveira y Valença, este último el municipio fronterizo con Tui. «Esto es amor por la tierra», describe. Quiere decir que ya no están para lucrarse; más bien sobrevivir.
El tráfico pesado fue el más damnificado durante las primeras movilizaciones en el norte luso, pero cuando podían avanzar unos metros, los tráileres tocaban el claxon. Les están apoyando. Entienden al sector primario, sustento de cualquier economía. «De vez en cuando desbloqueamos los accesos para que puedan pasar y que nuestros problemas no se conviertan en suyos», se escucha a otro trabajador en la nacional 13 de Portugal. Tienen consigo bebida y comida y se quedarán hasta la tarde. «Pacíficamente», precisan.
Para Alberto Barreiro, que compagina la cría de vacas cacheas y de cabras, el sector soporta demasiadas presiones, «y son parecidas a los que tienen en Galicia». «Montes comunales, que no entran en las ayudas; el precio de los productos agrícolas, que están muy mal cotizados; la gente de la leche la está vendiendo demasiado barato, no consiguen compensar el coste...», describe, con sencillez. Jose Alberto Esteves, en la glorieta de Valença más cercana al puente internacional de Gustave Eiffel, añade más. Él se moviliza contra las asfixias de la Política Agraria Común (PAC) y, como pastor, contra «el recorte de la palabra baldío». «Aquí, en Tras os Montes y en el Miño, no hay nada más natural», añade Faviola, que actúa como organizadora. No están de acuerdo con quienes toman decisiones en los despachos de Bruselas y Lisboa, «que están sentados quentinhos». Ellos, que son los que salen al campo, sostienen que hay animales como las cabras que prefieren la montaña, las piedras, para pastorear. Y, como ocurre en la industria pesquera, también claman contra el exceso de burocracia, que a su juicio ejerce muchísima presión desde la pandemia. Se sienten indefensos: «Todos necesitamos a un secretario para hacer frente al papeleo. Documento hacia delante, documento hacia atrás», lamenta Gustavo Pires, que se topa con la Administración cuando se trata de tramitar productos químicos, áreas y extensiones, medicinas o cultivos.
Entre todos los manifestantes ataviados a lo far west, hay un grupo de seis jóvenes. Reencarnan el enorme reto demográfico que sufre este sector, que también preocupa entre ganaderos y marineros. «Agricultura sin jóvenes, agricultura sin futuro». También para ellos, el Gobierno portugués ha prometido conceder 500 millones de euros en ayudas que permitan enfrentar, por ahora, las limitaciones de la PAC, además de descuentos en el carburante. Están pendientes de activarse, mientras el campo reclama agilidad. Al hijo de Jose Alberto Esteves, por ejemplo, ya lo han perdido: «Se ha ido a buscarse la vida a Francia».