La iniciativa puesta en marcha en junio usa la hidroponia y aeroponia para cultivar tomates, fresas o plantas aromáticas en una superficie de 14.000 metros cuadrados. De momento, está ocupado un tercio de ese espacio que esperan completar en dos años
10 ago 2020 . Actualizado a las 13:40 h.Pensar en París, es pensar en la ciudad del amor, en la Torre Eiffel, la catedral de Notre Dame, maisons de alta costura, los locos años 20...., pero pronto París también será la ciudad con el mayor huerto urbano de Europa, una superficie de 14.000 metros cuadrados levantada en la azotea del recinto ferial de la capital francesa. Tomates, fresas o plantas aromáticas crecen ya en esa superficie equivalente a dos campos de fútbol e instalada a finales de junio por las empresas Agripolis y Cultures en Ville. Por ahora está ocupado un tercio del total que, según está previsto en un principio, podría completarse en unos dos años.
El pabellón número seis del Parque de Exposiciones es su particular terreno de trabajo y los primeros frutos de ese esfuerzo se distribuyen actualmente en restaurantes y hoteles de la zona, ubicada en el suroeste de la capital francesa.
UNA ALTERNATIVA SALUDABLE Y DE CALIDAD
«Somos más baratos que lo biológico y más caros que lo convencional porque estamos en espacios más reducidos que la agricultura industrial, no podemos mecanizar y hay mucha mano de obra, pero también tenemos más calidad», explica a Efe el fundador de Agripolis, Pascal Hardy.
Este ingeniero agrónomo parisino de 57 años ve este huerto urbano como un escaparate del potencial de estos cultivos alternativos, que proponen, a su juicio, un nuevo modelo productivo local y sano, sin pesticidas ni productos químicos. Para ello utilizan dos técnicas: la hidroponía, que en lugar de tierra reposa los cultivos sobre un sustrato de fibra de coco, y la aeroponía, que hace crecer las plantas en columnas verticales, donde las raíces están suspendidas en el aire pero protegidas de la polución gracias a un circuito interior aislado.
«Nuestros sistemas están totalmente cerrados y permiten no estar en contacto con las partículas del aire. Nuestros análisis de laboratorio son impecables a pesar de estar en pleno centro de la ciudad», presume Hardy.
El paisaje resultante es una cuadrícula impoluta de frutas, verduras u hortalizas que no desperdicia agua ni nutrientes y pone una nota de color entre la inmensidad grisácea del resto de tejados parisinos.
UN MODELO CON POTENCIAL
La agricultura urbana no es un fenómeno reciente. Entre las dos guerras mundiales, según recuerda Nature Urbaine, el patio del Louvre estaba plantado de puerros e incluso se criaban gallinas en los señoriales balcones haussmanianos de la ciudad. En París hay actualmente unos 30 huertos urbanos, pero el taller parisino de urbanismo APUR calcula que existen 320 hectáreas potencialmente vegetalizables que podrían producir 32.000 toneladas de verduras y hortalizas al año, una cantidad suficiente para alimentar a 230.000 parisinos.
En Nature Urbaine son conscientes de las limitaciones: «Nuestra idea no es reproducir la agricultura industrial en la ciudad, sino encontrar un modelo más virtuoso, saludable y sin pesticidas, que disminuya drásticamente los kilómetros alimentarios», dice Hardy.
Un modelo que complemente los cultivos tradicionales, especialmente porque hay ciertos productos de raíces profundas, como las patatas o las zanahorias, que no son aptos para su plantación en azoteas. El huerto del pabellón parisino tiene de momento seis trabajadores. Disfrutan de un acceso diario al recinto, haya o no ferias, y cuando todo el espacio esté habilitado esperan aumentar el equipo a veinte.
Su experiencia ayuda además a los vecinos, que por 320 euros al año pueden alquilar una parcela de un metro cuadrado, esta vez con tierra y hasta un total de 135, para cultivar sus propias verduras en ese espacio privilegiado, a 15 metros del suelo. «Intentamos proponer algo diferente», resume Hardy, que confía en exportar ese modelo a otras ciudades y a todo aquel que, en su propia casa, tenga la azotea disponible y ganas de sumarse a una tendencia que devuelve parte de la naturaleza a la ciudad.