Una investigación financiada por la Comisión Europea revela que la enfermedad que causó la mayor alerta alimentaria de finales de los noventa responde a mutaciones espontáneas de las proteínas de ganado ovino y caprino, por lo que no se contagia entre el rebaño. Las vacas contagiadas consumieron restos de esos animales
17 dic 2019 . Actualizado a las 16:29 h.Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) o mal de las vacas locas. El nombre todavía resuena en la mente de aquellos que a finales de los noventa (principios de la década del 2000 en España) sufrieron, directa o indirectamente, las consecuencias de una de las mayores crisis alimentarias de la década. En el Reino Unido fueron cerca de 200.000 reses de ganado vacuno las que presentaron un cuadro de temblores, cambios de comportamiento o pérdida de equilibrio antes de morir. En España, fueron cerca de un millar, tocando de lleno en el corazón de Galicia.
La búsqueda del origen de una enfermedad que llegó a provocar la enfermedad de Creutzfeldt-Jackob en algunas personas que habían consumido derivados de animales que estaban infectados (Galicia estuvo más protegida al consumirse animales que no superaban los doce meses de edad) fue entonces uno de los grandes objetivos de la comunidad científica. La teoría que cobró mayor fuerza fue el consumo de piensos elaborados con harinas cárnicas, también procedentes de ovejas contaminadas con priones de scrapie clásico. Pero ahora, diecinueve años después, una investigación publicada en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS) revela que en el caso de las vacas la enfermedad está producida por un scrapie atípico, causado por mutaciones espontáneas en las proteínas del animal y que, a diferencia del clásico, aparecen de forma espontánea en ovejas y cabras, de forma aislada sin que se transmitan entre ellas en el rebaño.
Como recoge Efe, este trabajo es resultado de un proyecto transfronterizo financiado por la Comisión Europea y coordinado por los investigadores Rosa Bolea y Juan José Badiola, del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Universidad de Zaragoza, en el que han trabajado durante diez años grupos de investigación del sur de Francia y del norte de España. Hasta la fecha se creía que el origen de la EEB también estaba causado como en el ganado ovino por un prión de scrapie clásico, una enfermedad degenerativa fatal que afecta al sistema nervioso de las ovejas y las cabras y transmisible entre animales del mismo rebaño, fundamentalmente porque consumen las placentas de animales enfermos, y que a las vacas llegó a través de piensos elaborados con restos de ganado contaminado.
Pero como explicaron esta mañana los dos investigadores aragoneses en un encuentro con los medios, el estudio se ha llevado a cabo con ratones transgénicos a los que se les han sustituido los priones normales por los de vaca, lo que ha permitido acelerar la investigación, ya que en el caso de las vacas a las que se les ha inoculado la enfermedad, nueve años después todavía no se les ha declarado.
Este descubrimiento supone, como ha destacado Badiola, un «avance en el conocimiento de las enfermedades priónicas», sin embargo todavía se desconoce cuál es la causa qué influye en la mutación del gen que desarrolla la enfermedad.
Es algo similar a lo que ocurre con las enfermedades humanas en las que intervienen las proteínas, las prion-like, como es el caso del Párkinson, Alzheimer, el síndrome Levin o la Huntington, lo que, a juicio de Badiola, demuestra que el cerebro es «la asignatura pendiente».
La enfermedad de las vacas locas produjo a finales de los años 90 la mayor crisis alimentaria del siglo pasado con consecuencias sanitarias, mediáticas e incluso políticas, ya que supuso la caída de la Comisión Europea, a la que se acusó de haber permitido la entrada de la enfermedad en el continente desde Reino Unido, origen de los primeros casos en el ganado vacuno y de la variante humana, la enfermedad de Creutzfeld-Jackob.
En el Reino Unido cerca de 200.000 vacas presentaron síntomas como temblores, cambios de comportamiento y pérdida de equilibrio, hasta llegar a la muerte, mientras que en España se diagnosticaron unos 800 casos, dos terceras partes desde el Centro Nacional de Referencia, ubicado en la Facultad de Veterinaria de Zaragoza, dirigido entonces por Juan José Badiola.
No se transmite por la carne sino a través de los tejidos relacionados con el sistema nervioso (cerebro, médula espinal y los nervios que parten de esta e incluso los ojos), por lo que una vez prohibido su consumo y su transformación en piensos ha evitado muchas contaminaciones.
Por ello, Badiola considera que sería un «gravísimo error» que se levantara esta prohibición por el riesgo que supondría para la ciudadanía europea y para la reaparición de la EEB, actualmente controlada en Europa. Badiola ha reconocido el elevado coste que supone la investigación de las enfermedades priónicas porque ha supuesto analizar «millones de vacas y ovejas» pero ha contribuido a evitar la variante humana, una patología neurodegenerativa sin cura para la que no existe vacuna y que durante la crisis de las vacas locas afectó a 226 personas, cinco de ellas en España.