Los palangreros de la ciudad japonesa de Kesennuma extraen del pez fibras con las que confeccionan tejanos
01 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.En España hay un animal al que se le aprovecha todo: el cerdo. En Japón también hay un espécimen al que se da similar optimización máxima, pero no es precisamente el porcino. Allí, el exprimido hasta la saciedad es el pez espada, que tanto da para comer, como para vestir y, de paso, quitarse las arrugas. Sí, sí. Vestir. Hacen filetes, sopas, extraen colágenos y confeccionan pantalones. Vaqueros para más señas. «Es increíble», apunta Joaquín Cadilla, presidente de la Organización de Palangreros Guardeses (Orpagu), que ha regresado de Japón cargadito de ideas que bien podrían aplicarse a A Guarda, espejo gallego de Kesennuma, uno de los principales puertos nipones de la flota de palangre de superficie. «Desde luego, vamos a intentarlo», poco a poco y paso a paso, pensando más en el largo plazo.
Porque lo que está claro es que quizá los armadores gallegos estén tecnológicamente más avanzados que los pescadores japoneses, pero ellos «nos pueden dar muchísimas lecciones de aprovechamiento de lo que se pesca». «No se desperdicia nada, ni del pez espada, ni del tiburón», expone Cadilla. Lo que no se consume como alimento va para colágeno y hasta obtienen fibras de la espada del pez que, mezcladas con algodón, se emplean en la fabricación de pantalones tejanos.
Tras el pulso a Levi?s Strauss hay una «historia maravillosa» que arranca con el tsunami que causó el desastre nuclear de Fukushima. La ciudad de la central se llevó la fama, pero los peores daños los sintió en sus calles Kesennuma. Aquellas imágenes de hace casi cinco años en las que se veían los barcos encallado sobre los escombros de la ciudad eran de esa población de la prefectura de Miyagi.
El refugio del textil
En los días posteriores al tsunami, muchas personas se refugiaron en un pequeño taller textil, con una treintena de maquinas, situado en lo alto de Kesennuma. Y allí, con la mitad de la ciudad destruida y la otra debajo del mar, mientras se lamían las heridas se estaba ya pensando en cómo renacer. Y en ese resurgir no podía faltar la tradición marinera y sus productos insignia: el pez espada y el tiburón.
Eso dio la idea al heredero del taller textil -legado de su madre-, que ya había vendido a Levi?s Strauss uno de sus diseños de pantalón vaquero de experimentar con el pez espada. Y al investigar descubrió que las fibras de la espada del ejemplar tenían mucho potencial para la industria textil. Y, al final, consiguió un hilo compuesto en un 55 % de algodón y un 45 % de pez espada. Y los vaqueros ya existen, ya se comercializan en Japón, Estados Unidos y Europa a precios del nivel de Levi?s.
«Tardaron casi tres años en desarrollar las fibras, sacándolas de la extremidad, experimentando con ellas y mezclándola con algodón, hasta que lo consiguieron», relata Joaquín Cadilla. Es decir, que no se amilanaron ante la primera dificultad. «Cierto que al principio tuvieron problemas con el olor, pero finalmente consiguieron resolverlo y hoy solo sabes que está elaborado con pescado porque lo pone en la etiqueta», explica.
El primer vaquero confeccionado con fibra de pez espada está en A Guarda. Fue uno de los obsequios que trajeron Cadilla y el resto de la delegación de Orpagu que visitó Japón. Un souvenir que «ocupará un lugar destacado y bien visible en la sede de la organización». Un acicate para A Guarda o un ejemplo de todo lo que puede hacer.
En Orpagu no descartan nada, «ni siquiera hacer "jeans"»
El presidente de Orpagu está convencido de que es posible para A Guarda seguir el ejemplo de Kesennuma. A su juicio, el éxito en que son capaces de funcionar con pequeñas empresas, cuando en Galicia la elaboración y transformación de pescado siempre se aborda desde grandes compañías. En el puerto nipón, sin embargo, hay microempresas que han surgido en el seno de la asociación de armadores.
Orpagu, con 40 embarcaciones asociadas, ya tiene cierta experiencia con la conservera que tiene en marcha, cuyos productos intentará adaptar al paladar nipón, ahora que han hecho contactos para introducir allí sus conservas gourmet. Saben que es difícil, «por la burocracia que existe, porque es un mercado complejo, porque la conserva es un producto de tercera...» Lógico, dice Cadilla, en un mercado dominado por el fresco y la calidad y en un país sin espacio, donde se apiñan 123 millones de personas y «los espacios son limitados y no se estilan las alacenas». Amén de eso, está el gusto de un consumidor muy crítico ante el que «no hay que desfallecer. A lo mejor hay que cambiar el aceite de oliva por una salsa de miso u otra elaboración, pero capacidad tenemos y prisa no».
Ese es uno de los proyectos que trae en cartera el presidente de Orpagu y la gerente de la organización, Juana Parada. Como lo es también implicarse en la gestión de la aleta. Ahora mismo se la venden a operadores que la colocan en Hong Kong y otras plazas asiáticas. Pero los de Kesennuma la secan y la venden al por menor ya elaborada en hoteles y restaurantes. Por ahí podría ir otro de los aprovechamientos de una especie pesquera que casi da sentido a A Guarda. Por descartar, «no descartamos nada, ni siquiera hacer jeans».
Orpagu volverá a ser anfitriona de los de Kesennuma en verano, pues están invitados a la fiesta del espada. Será el momento también para abordar problemas comunes sobre la pesquería, como la pesca ilegal, más castigados quizás que los gallegos por la competencia directa que tienen al lado desde China y Corea.