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Tiburones azules en las playas: no hay peligro, pero es preciso precaución

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Se han avistado quenllas en las Cíes, A Lanzada y la ría de Muros y Noia

21 jul 2021 . Actualizado a las 08:19 h.

Como los turistas, tampoco faltan en el mundo marino especies que tienen querencia por el verano gallego. Las orcas Gladis andan ya paseando por Galicia detrás del atún; se ha visto a una ballena aliblanca nadando en compañía de otras especies al sur de Fisterra; el delfín mular Manoliño se ha quedado a vivir y sigue socializando en la playa de Ornanda pese a las advertencias de los biólogos... Y ahora, llegan los tiburones azules, o quenllas, como se los conoce en Galicia.

Hace tiempo que los científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO) han constatado esa preferencia de las crías de esa variedad de escualo (Prionace glauca) por las aguas gallegas para crecer y desarrollarse antes de emprender la aventura oceánica. Empezaron hace unos años a verse pequeños ejemplares tanto en playas de mar abierto como en dársenas interiores, como los puertos de Muros o el de A Coruña, y sobre todo, en las cañas de los pescadores recreativos.

Si en ocasiones han aparecido por las playas gallegas pequeñas quenllas ya en el mes de junio, este año, los primeros avistamientos que se han reportado a la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (Cemma) se produjeron el fin de semana pasado. Se localizaron ejemplares de tintorera en las islas Cíes, en la playa de A Lanzada -en la boca de la ría de Arousa-, y en arenales de la de Muros y Noia.

Son tiburones, sí, pero nada que ver con los de Recife, Sudáfrica o los de Australia y no es preciso recurrir a las boyas gallegas que ha activado Chris Hemsworth en Nueva Gales del Sur para protegerse. Más que nada porque se trata de especímenes todavía en desarrollo. Nacen en medio del océano pero, en su afán de supervivencia, se acercan a la costa con un doble objetivo: conseguir alimento y evitar convertirse en menú de los depredadores más grandes. Porque «non hai que olvidar que as quenllas son caníbales, se comen unhas a outras e por iso fuxen», explica Alfredo López, biólogo de Cemma. Y en esa huida alcanzan los arenales gallegos.

López señala que las madres, los ejemplares adultos de mayor tamaño, no están en Galicia. Esas se encuentran en aguas profundas en alta mar, no se acercan a las rías. El biólogo de la coordinadora también aclara que se trata de animales que no van en grupo, como las orcas, pero sí es posible encontrar varios ejemplares en el mismo arenal, por efecto de las mareas, las corrientes o la disponibilidad de alimento.

A veces el viaje es tan agotador que llegan exhaustas y mueren. Otras quedan varadas en las playas. Y, por supuesto, algunas consiguen sobrevivir y seguir esa vida altamente migratoria que caracteriza a los de su especie. 

Son inofensivos

No, no son peligrosos. Los ejemplares que suelen avistarse en las playas apenas llegan al medio metro. Hay excepciones, por supuesto. Como el espécimen encontrado en las Cíes, que rondaba los 1,30 metros.

Pero si bien son inofensivas, sí es preciso extremar la precaución. Tienen dientes muy afilados, por lo que pueden hacer daño si su manejo no es el adecuado. De hecho, Alfredo López recordó una mordedura por parte de un tiburón azul a un niño en un arenal cerca de Fisterra, pero fue «porque houbo contacto directo, ou ben a pisou ou a colleu coa man».

En este sentido, desde la Cemma recomiendan evitar el contacto directo con el animal y mucho menos cogerlo por la cola, puesto que podría retorcerse y morder al que lo esté asiendo. Y si se encuentra varada en la playa, lo mejor es devolverla al agua con ayuda de una toalla. La cría de tiburón azul no es la única variedad de escualo que visita Galicia. También lo hacen el melgacho, el pintarroja y el cazón.