N os cuenta Manuel Gago que, allá por el siglo XV, cuando la curia compostelana ordenó el derribo de O Castelo de San Pedro de Palmeira, ya había barcos esperando para hacerse cargo de todos los objetos de valor que en el castillo hubiera. Es decir; Palmeira ya tenía puerto en aquel entonces. Y el historiador Pepe A. Castrelo, la persona que mejor conoce nuestra historia, nos hizo saber que O Castelo era un castillo señorial, propiedad del arzobispado de Compostela y regentado por un tal Suero Gómez y que «las piedras sirvieron para completar el monasterio de Santa María do Xobre».
Así, a través de unos y otros, nos hemos podido sumergir en documentos históricos que nos hablan del puerto de Palmeira y por ellos saber que un tal don Xeromín de Hoyos, en 1607, dirigió una carta al arzobispo de Compostela (un curioso arzobispo llamado Maximiliano de Austria), informándole de su visita a nuestro pueblo, en la que decía: «San Pedro de Palmeira cuenta con iglesia y puerto». Y si ya entonces existía puerto en la localidad, debe deducirse que su construcción tuvo que ser anterior y sentirnos por tanto orgullosos de contar con la instalación portuaria, «con muro de atraque artificial», más antigua de la comarca. Por supuesto, también existe constancia de su ampliación y mejora en el siglo XVIII, convirtiéndose en el conjunto que ahora conocemos como «muelle vello». Y, por si fuera poca su antigüedad, en el acceso a O Castelo, se conservan dos escalones, vestigio de una pasada cultura castreña.
En la actualidad, el puerto está clasificado como «puerto de refugio, atraque y varada de embarcaciones menores» y con tal denominación se hizo cargo de él una entidad de carácter público pero sobre todo empresarial, que parece preocuparse de los cuartos más que de las horas. Y aquí se nos plantea una cuestión: estando clasificado como puerto de refugio ¿puede la entidad Portos de Galicia poner un portalón con el que nos acaba de sorprender, cerrando la entrada al espigón exterior? ¿Es legal prohibir el paso a personas y, en su caso, a medios de salvamento, contraviniendo la Ley de Costas y la obligatoriedad de respetar la franja de servidumbre de salvamento?
Los vecinos podemos ser mansos, pero no tontos. Ya hemos tragado con la desidia de algún que otro gobernante local, dejando que Portos de Galicia se apropiase de una franja de terreno de la explanada del puerto (de unos diez metros de ancho y muro de contención), construido por hombres y mujeres del pueblo que habían perdido la guerra, allá por el año 39. Y por esta dejadez, ahora es Portos quien cobra la tasa de las terrazas y controla toda la explanada como si fuese obra suya.
Por todo ello, más pronto que tarde, y para que nadie pueda dañar la mayor joya que tenemos, deberíamos pelear todos unidos para conseguir que nuestro puerto sea declarado BIC. Ante un bien de interés cultural, nadie podrá perjudicarlo con acciones arbitrarias.