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1975: Una marea negra en Portugal toca A Lanzada

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVERDA / LA VOZ

SOMOS MAR

La bajura luchó contra el fuel del Prestige en el 2002 en las Rías Baixas -en la foto- como también lo hicieran en 1975 contra el del Jacob Maersk
La bajura luchó contra el fuel del Prestige en el 2002 en las Rías Baixas -en la foto- como también lo hicieran en 1975 contra el del Jacob Maersk XOAN CARLOS GIL

Aviones del Ejército luso vertieron toneladas de un detergente especial sobre las manchas de petróleo para disolver el chapapote que flotaba entre la costa de Leixoes y las Rías Baixas

15 feb 2022 . Actualizado a las 12:09 h.

El fuel del petrolero Jacob Maersk, siniestrado en febrero de 1975 en el puerto de Leixoes, en Portugal, no iba a llegar a Galicia, según afirmaron las autoridades el día del accidente marítimo. Y sin embargo llegó. La marea negra descargó sobre las Rías Baixas, con especial incidencia en dos puntos concretos: las playas de A Lanzada, en Sanxenxo y O Grove; y Ancoradoiro, en Muros. Mucho han cambiado las cosas desde entonces porque la reacción tanto de España como de Portugal en cuanto a los medios utilizados para frenar las manchas en el mar no tuvo nada que ver con lo ocurrido 27 años después con el Prestige. Solo hubo algo en común. El fuel se desperdigó por el mar, se pegó a las rocas y manchó la arena. El chapapote del accidente de Leixoes no asfaltó las islas atlánticas como lo hizo el del Prestige, pero fue suficiente como para que apareciese A Lanzada en los titulares. La peor suerte en Galicia, con diferencia, la recibieron las zonas más expuestas de la ría de Muros-Noia, donde se encontraron numerosas ave petroleadas, según denunciaron las organizaciones ecologistas.

En la tragedia ambiental del Jacob Maersk, hubo de todo; pérdida de vidas en la tripulación, un incendio del buque, con 85.000 toneladas de petróleo a bordo, que paralizó el puerto luso durante días, y una marea negra en el océano que llevó galletas de chapapote hasta Fisterra. Pese al optimismo inicial en España, las manchas de petróleo navegaron rumbo norte hacia Galicia y los portugueses echaron mano de su aviación para frenarlas, por si fuese posible disolverlas. Contaba La Voz de Galicia hace ahora 47 años que para contener la marea negra, los lusos acudieron a su Ejército. Aviones militares vertieron sobre el fuel las mezclas disolventes que los expertos recomendaron en aquel momento. Hoy sería impensable.

Así lo contó La Voz de Galicia. «Se han tomado ya toda clase de medidas para evitar que las manchas de petróleo lleguen a nuestras costas. Por un lado, aviones del Ejército del Aire portugués están lanzando gran cantidad de detergente especial en la zona próxima al lugar donde se produjo el siniestro del buque y en la costa al sur de la provincia de Pontevedra».

En aquella aciaga jornada se advertía de que «las manchas que se acercan a las costas tienen un espesor de unos dos centímetros». El sur de Galicia estaba en su ruta. «Ayer [el 14 de febrero] habían sido detectadas varias manchas en diversos puntos del sur de la provincia de La Coruña y en la casi totalidad de la costa pontevedresa. El petrolero, al parecer, se ha partido en tres, y aún tiene parte de crudos a bordo».

En el caso de la ría de Muros-Noia, La Voz de Galicia señalaba que la peor parte se la llevó Ancoradoiro, afectando a una cetárea en aquel entorno. «Afortunadamente el viento no empujó a estas masas de petróleo hacia dentro de la ría de Muros y Noia, en donde las pérdidas serían muy cuantiosas dada la riqueza marisquera de la zona». El chapapote también arribó a Porto do Son y a Corrubedo.

«Ya en la provincia de Pontevedra, la mayor concentración fue localizada en la playa de La Lanzada y en menor grado en playas de las rías de Pontevedra y Vigo», precisaba La Voz de Galicia. Por su parte, vecinos de Noalla, aún en la actualidad, se acuerdan del impacto de este suceso en su costa. En el litoral sanxenxino, por ejemplo, un vecino  que en aquel entonces tenía unos siete años señala que sus padres tenían un cetárea y que, como consecuencia del accidente de Leixoes y su consiguiente marea negra, un día «as centolas apareceron todas de color amarelo e houbo que tirar con todo».

Los marineros limpian Arousa

Mientras las autoridades españolas se ocuparon de minimizar el impacto social y ecológico del desastre del Jacob Maersk, con continuas declaraciones diciendo que todo estaba controlado y que la operación ya se podía dar por cerrada, sobre el terreno las cosas eran otro cantar.

Solo un día después de que se asegurase desde Madrid que ya solo quedaba hacer tareas de vigilancia, por si acaso, en Arousa, los marineros decían lo contrario. De hecho, la crónica que publicó La Voz guarda muchos parecidos con lo que tuvieron que hacer los gallegos ante el Prestige tantos años después. Ya lo decía el rey Salomón, nada hay nuevo bajo el sol.

«Los más afectados eran los dueños de las bateas de mejillón que tienen barcos. Por la zona de Cambados había sus manchas. Allí había barcos en puerto y en la mar. Tuvieron que ir los barcos de Aguiño a arrojar el detergente desintegrador», relataba La Voz de Galicia. El periodista añadió: «Por eso, aunque obedecen puntualmente a las autoridades, el descontento es grande ya que creen, con justicia, que habría que repartir estas desagradables tareas, pues cada día que unos cuantos barcos pierden de ir a la mar, sus tripulantes dejan de ganar un dinero que necesitan. Cierto que alguien tiene que hacerlo, pues el petróleo ha de ser eliminado, pero... entre todos».