La armadora del Villa de Pitanxo: «No sabemos lo que pasó, nos enteramos por los medios»
SOMOS MAR
Los supervivientes relataron que algunos compañeros no lograron ponerse el traje térmico
20 feb 2022 . Actualizado a las 21:20 h.Apresurado en el habla, con la voz agitada, aunque debilitada por la afonía propia de quien, tras haber sufrido una tragedia, lleva tres noches de vigilia y horas al teléfono, José Antonio Josiño Nores, directivo del grupo familiar propietario del Villa de Pitanxo, atiende la llamada de La Voz de Galicia. Advierte de que no tiene tiempo y la conversación es muy breve. «No sabremos lo que pasó hasta que hablemos con ellos cuando lleguen a tierra», contesta a la pregunta sobre la posible existencia de una avería o fallo mecánico en el buque siniestrado que hubiera podido precipitar el hundimiento. «No sabemos nada, nos enteramos por los medios de comunicación, tengo que dejarla, gracias, estamos con trámites muy urgentes», concluye.
Tres días después de la tragedia, el hundimiento del Villa de Pitanxo sigue envuelto en un mar de incertezas. Solo el relato entrecortado, y aún en pleno shock, realizado por los tres náufragos supervivientes a la tripulación del Playa Menduíña Dos (el arrastrero en el que van camino a puerto), y en sus emotivas y breves llamadas a sus familiares para comunicarles que estaban vivos, permite hilar, no sin dificultad, los hechos que se desencadenaron pasada la medianoche del martes, cuando la radiobaliza del arrastrero congelador lanzó la señal de auxilio.
«Fue una conjunción de fatalidades: una mar brava con olas de ocho y diez metros a -3º y un viento infernal a -17º, en plena faena de recogida del pesado copo de pesca», sostienen quienes tienen la información más directa de lo sucedido, que hablan de «una situación angustiosa que llevó al barco a una situación extrema».
¿Pudo haber una avería? ¿Iba el barco a la deriva como sostienen algunas tesis? Estas fuentes hablan de un colapso de la embarcación, que podría haber llegado a registras un fallo eléctrico, pero como consecuencia de la entrada de una gigantesca masa de agua por la rampa de popa. «Con las condiciones del mar en esos momentos, en menos de un minuto pudieron haber entrado 50 toneladas de agua de golpe. En condiciones normales, con todas las compuertas cerradas, el barco las desalojaría; pero con el cable largado y la rampa de popa abierta, el agua entró como un torrente, el barco perdió la posición y la estabilidad y quedó hundido de popa», afirman estas fuentes, que aclaran que «al estar anegado puede que se quedara sin electricidad y que los servos no funcionaran».
Con el pecio completamente sumergido, las únicas pruebas de las que disponen los investigadores, además de la narración de los supervivientes, son la caja azul del buque —que funciona como geolocalizador, con una hora y media de autonomía, y puede ofrecer un relato de los movimientos del barco— y la radiobaliza, que salta en el momento del hundimiento, explican los expertos.
Fuentes cercanas a la armadora insisten en que el Villa de Pitanxo se encontraba faenando, recogiendo el copo de pesca, que «pesa toneladas, porque no solo lleva peces, también lleva piedras y todo lo que arrastra», precisan. «Mientras el copo de arrastre va bajo el agua el barco va maniobrando, pero cuando el copo llega a la rampa de popa para subir al barco, hay que hacer una complicada maniobra, para enfilarlo y alinearlo. Y en el momento en que se maniobró para orientar el copo al barco, así como vino el golpe de mar, el buque cedió su orientación, se desestabilizó, levantándose de proa y hundiéndose de popa en pocos minutos», añaden.
Lo que cuentan quienes han podido hablar con los supervivivientes es escalofriante. Relatan cómo algunos consiguieron ponerse los trajes térmicos, mientras que otros no lo lograron. «Son prendas difíciles de poner, uno solo no es capaz de ponerlo, y si no lo llevas bien y completamente cerrado, se convierte en una tumba porque te lleva al fondo», aseguran.
Habrá que esperar a la apertura de la investigación para conocer al detalle el cúmulo de desafortunadas circunstancias que llevaron al Villa de Pitanxo al fondo de las gélidas aguas de Terranova, acabando con la vida de 21 tripulantes, de los que faltan 12 cuerpos por encontrar.
Mientras, en medio de la alerta de fuerte temporal, otros barcos que estaban faenando en la misma zona que el Villa de Pitanxo (construido en el 2004 por MCíes y que había pasado la revisión, pero no en Nodosa, como se informó en un primer momento por error) optaron por no abrir la rampa de popa ni lanzar el flete, sino que decidieron ponerse a la capa (resguardados y con todas las compuertas cerradas).