Rusia detona la guerra por la merluza negra en las remotas Georgias del sur
SOMOS MAR
Londres siembra la discordia al autoasignarse cupo en respuesta al bloqueo ruso
04 jul 2022 . Actualizado a las 09:28 h.Rusia ha inquietado al mundo con su irrupción bélica en Ucrania. Pero no es el único frente con el que tiene en vilo a países y gobiernos. Tiene otro conflicto abierto en los confines del mundo. Una tensión que ha reabierto la nunca cerrada herida de Argentina con el Reino Unido por la soberanía de las Malvinas y que amenaza con hacer saltar por los aires la organización regional de pesca (ORP) más reputada y de la —se dice—, mejor gestionada de todas las que existen: CCAMLR, siglas en inglés de la Convención para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos de la Antártida. Sí, la entidad que gestiona las aguas que rodean el continente helado, testigo de históricas persecuciones de barcos piratas que capturaban la preciada merluza negra o róbalo de profundidad (Dissostichus eleginoides).
El Dissostichus es lo que ha servido de excusa para desestabilizar el orden pesquero en una ORP con 26 partes contratantes. En la última cumbre, celebrada en octubre pasado, Rusia, aferrándose a discrepancias con los informes científicos, rechazó la propuesta de cuotas para la zona 48.3. Puesta en un mapa, corresponde a las aguas que rodean las Georgias del sur, islas del Atlántico sur, más al este de las Malvinas, que también son administradas por el Reino Unido. Y cuya soberanía también reclama Argentina.
Ante las reticencias de Rusia, CCAMLR, por primera vez en mucho tiempo, optó por no aprobar ninguna medida de conservación y, por tanto, no fijar cuota para esa zona. Eso hizo rechinar los dientes al Reino Unido, que decidió por su cuenta y riesgo dar posibilidades de pesca de merluza negra a cuatro embarcaciones de la empresa noruego-británica Argos Froyanes y a la malvina Polar Ltd, que están capturando el preciado róbalo de profundidad dentro de las aguas que bañan el que es uno de sus territorios de ultramar. «Están dentro de su zona económica exclusiva, sí pero están dentro de la convención», señalan fuentes del sector que prefieren mantenerse en el anonimato. Y, por tanto, esas capturas incumplen las normas de CCAMLR.
Esa actuación del Gobierno británico a la provocación rusa enseguida ha detonado la chispa de la discordia entre las demás partes contratantes, que se han aprestado a reclamar que se incluyan a esos cuatro barcos —Argos Georgia, Argos Helena, Nordic Prince y Polar Bay— en las listas de buques piratas. Ni que decir tiene que Argentina ha sido una de las primeras naciones en pedir que se inscriba a esos pesqueros en la relación de barcos que practican la pesca IUU (ilegal, no regulada y no reglamentada), como ha recogido La nación. Y Estados Unidos también ha sacado las uñas. Que lo haga esta parte contratante es especialmente preocupante, porque es el principal mercado para esa merluza negra que tanta épica ha levantado en el continente austral.
EE. UU. considera que los barcos están realizando pesca pirata. Y que sus capturas, por tanto, no pueden ir acompañadas del documento que certifica su legalidad. Por más que las principales cadenas de distribución presionan para que se acepten la mercancía de esos barcos, que están amparados por el Gobierno británico, lo cierto es que los funcionarios estadounidenses no están muy por la labor, según publicó el británico The Guardian y consideran, como los argentinos, que su nombre debería ser grabado en esa lista negra de buques.