Los mictófidos, peces que habitan entre los 200 y mil metros, lo tienen todo para ser un superalimento. Hay países que ya los capturan, pero hay riesgos
16 jul 2023 . Actualizado a las 04:45 h.Más abajo de los 200 metros de profundidad, allí donde no llega la luz del sol, habitan seres de ojos grandes para ver mejor, pupilas anchas y que brillan con luz propia (y no es en sentido metafórico). Son los mictófidos o peces del crepúsculo, porque cada día protagonizan la mayor migración de la Tierra, al abandonar el océano profundo para ascender a la superficie y alimentarse de fitoplancton y zooplancton. Un movimiento que deja en nada la de ñus en el Serengueti.
Son los peces linterna. Criaturas de entre 4 y 10 centímetros apenas, pero de alto contenido en grasa y proteína, cargados de omega 3 y ácidos grasos esenciales y repletos de otros nutrientes como el hierro y la vitamina A. En definitiva, peces dignos de ser considerados un superalimento. Uno de esos superalimentos azules capaces de alimentar a toda la humanidad. Y tan capaz. Su biomasa, contó Susana Agustí en el último Encuentro de los Mares —el congreso itinerante que organizan Vocento y el grupo GSR—, es muy superior a la que se creía. Oscila entre los 6.000 y 200.000 millones de toneladas, según se ha podido estimar con ecosondas especiales y personal especializado en su uso durante la expedición Malaspina. Hasta entonces, estimar cuántos de estos mictófidos había era difícil, pues como predadores visuales que son, con esos ojazos que tienen, veían las redes y escapaban de ellas. Por tanto, las capturas que se hacían servían para identificar las especies —hay más de 265—, pero no para cuantificarlas.
Los trabajos científicos han permitido afinar un poco más la cantidad, todavía falta información sobre su distribución, pero los datos son suficientes para haber multiplicado por diez las estimaciones globales de peces que hay en los océanos. Una biomasa total de la que los linterna suponen un 65%. «Una barbaridad», apostilla la catedrática de Ciencias Marinas Susana Agustí.
Misión al fondo del Mar Rojo
La oceanógrafa, profesora en la Universidad Rey Abdullha de Ciencia y Tecnología de Arabia Saudí (Kaust), ha tenido la oportunidad —«privilegio», puntualiza— de observar a los peces linterna en su hábitat, a unos mil metros de profundidad. Formó parte, con el también catedrático de Ciencias Marinas Carlos Duarte, de una expedición organizada por el flamante Ministerio de Medio Ambiente de Arabia Saudí —constituido hace unos cuatro años— a bordo del Ocean Explorer, uno de los más modernos oceanográficos del mundo, para estudiar la diversidad del mar Rojo. Y además de corales y otros seres vivos sorprendentes, esa masa de aguas claras y transparentes, a donde llega la luz a más de cien metros, están llenas de mictófidos. Vieron miles y miles brillando alrededor del robot en el que se sumergieron y en el que permanecieron más de ocho horas.
Había tantos, «eran tan abundantes que entraban solos en los sistemas de muestreo, en los succionadores... Fue muy impresionante». Los vieron hasta los 1.000-1.200 metros. A más profundidad ya no se encontraban.
Aprovechamiento
¿Como puede ser que estos organismos que constituyen la mayor biomasa de peces y que tienen un alto valor nutritivo hayan pasado desapercibidos? Error. Ya hay países que han visto un recurso pesquero en estos mictófidos y, de hecho, los están capturando. Es el caso de los iraníes en el mar de Omán. Agustí tiene constancia de que se han iniciado pesquerías en La India, Bangladés, en el Pacífico, la Antártida...
Ahora bien, su explotación no está exenta de problemas. Empezando por que no forman parte de la alimentación humana, son pequeños y habría que buscarle la fórmula más adecuada para su consumo. Claro que en un congreso que aúna pesca, ciencia y gastronomía, con expertos que han sabido incluso llevar el plancton mismo al plato, no habría obstáculos.
Lo peor de su explotación masiva sería que, al tratarse de peces del eslabón más bajo de la cadena trófica, forman parte de la alimentación de las especies que sí nos interesan como el bacalao, la merluza, el salmón e, incluso, de focas y ballenas. Por tanto, «habría que estudiar los efectos que esa captura tendría» o calcular la cantidad que podría retirarse sin alterar el equilibrio.
La amenaza de la «bomba biológica» que lleva a los estadounidenses a vetar su pesca
Aparte de los efectos que la pesca de peces linterna pueda tener sobre la cadena alimentaria, hay otra amenaza que ha llevado a la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) a prohibir la captura de estos mictófidos en la costa del Pacífico. Y es que estos pequeños seres que algunos ya ven como pescaíto frito o sustituyendo a los camarones en la tortilla tienen un importante papel en la bomba biológica y el secuestro de carbono en el lecho marino. Al regresar desde la superficie donde se alimentan a las profundidades del océano transportan CO2 al fondo y allí permanece lejos de la atmósfera. «Si se retira una cantidad importante de estas especies puede alterarse el ciclo y habría, por tanto, que evaluar las implicaciones que esta pesca podría tener, que desconocemos».
Eso sin contar que estos peces también forman parte de la dieta de las aves marinas y que pasen a formar parte del menú de la humanidad podría también alterar ese equilibrio.
En definitiva, ¿se podrán pescar y consagrarlos como superalimento? Agustí admite no tener esa bola de cristal para resolver la pregunta de si se pescarán o no. «Interés hay». Ahora bien, la «comunidad científica considera que no se debería iniciar la captura masiva de mictófidos si no incrementamos primero el conocimiento de estas especies». Porque «no sabemos mucho de ellos, ni de su distribución por áreas, si no identificamos las zonas menos susceptibles de impacto y si no establecemos primero unos límites sostenibles para su captura».