El reputado biólogo marino de la Universidad de British Columbia sostiene que el reequilibrio de la relación entre océanos y humanos para por limitar la expansión de la pesca en alta mar, eliminar los subsidios, recortar las cuotas al máximo, definir áreas marinas protegidas reales y prohibir el plástico
18 jun 2024 . Actualizado a las 09:31 h.El biólogo marino Daniel Pauly, profesor de la Universidad British Columbia de Canadá y líder del proyecto Sea Around Us, que contabiliza las capturas pesqueras de todos los océanos para poder estudiar el impacto de la pesca en las poblaciones de peces marinos, tiene claro que el ser humano va a hacer con los océanos mediante la pesca lo que hizo con la tierra y la agricultura: dejar un rastro de deforestación, desertificación a medida que se iba expandiendo desde África, donde nació, a Europa a Asia... Acabó con los mamuts, con los rinocerontes, con muchas especies de aves... Y en los océanos está haciendo lo mismo, aseguró ayer en el arranque del sexto Encuentro de los Mares, que se celebra hasta el mañana en Tenerife. Desde la segunda guerra mundial, en la que, al igual que en la primera, descendieron las capturas, la extracción de pescado ha ido en aumento tras adaptar la tecnología surgida de la contienda a la guerr contra los peces, como el uso de satélites que antes se empleaban para detectar submarinos y ahora bancos de pesca, o el GPS que antes se usaba para espiar al enemigo y ahora para localizar a los barcos... Y el pescado ha motivado sus propias guerras, como la del bacalao de Islandia en los 60.
El profesor, que ya removió los ánimos de la industria pesquera con las declaraciones de que el atún es un producto de lujo, tomó como ejemplo la flota española para demostrar esa expansión, pues pesca ahora en prácticamente todos los océanos, y discrepó con los datos positivos de la FAO, porque, dijo, solo cuenta los desembarcos de la pesca industrial y deja fuera la artesanal —aclaró que el Reino Unido no recoge datos de capturas de la flota de menos de 10 metros—, ni de lo que extrae la pesca recreativa, cantidades nada desdeñables.
A su juicio, alcanzar la sostenibilidad es difícil porque eso requiere «limitar la codicia» y es impensable que alguien «como Elon Musk diga: ‘tengo 100.000 millones de dólares, ya no quiero más'», apostillando que al menos Marte ya es un desierto.
Pero dejó abierto un resquicio a la esperanza.La salvación, según Pauly, pasa por no conceder subsidios a la industria pesquera. Ninguno. Ni las salvedades que quiere bendecir la Organización Mundial de Comercio (OMC). También hay que ser lo más conservadores posible con las cuotas para reconstruir la biomasa de los stocks y, sobre todo, crear áreas marinas protegidas. Pero, de verdad, no como las que, según explica, se marca Francia, que tiene una de las más grandes en Nueva Caledonia, pero después no hace nada por protegerlas. La pesca, mejor en la costa.
Pero también es preciso prohibir el plástico que está inundando los océanos, de tal forma que en el Pacífico, entre California y Hawái, hay ya más de este material que plancton, dijo. Otro desafío es el calentamiento global, que limita el oxígeno, eleva la temperatura y los peces no crecen. Así que sí, la supervivencia de los océanos depende «de si comemos atún o sardinas». Y de si usamos o no plásticos. «Necesitamos cambiar el modo de vida. Somos como las cucarachas». Una plaga.
Que tal y como están hoy los océanos la estabilidad es una quimera también lo dice Árni M. Mathiesen fue ministro de Pesca y de Finanzas de Islandia, subdirector General de la FAO y jefe de su división de Pesca y Acuicultura. Ahora asesora a Iceland Ocean Cluster, que impulsa empresas y acciones vinculadas a la generación de valor de los recursos marinos. Iniciativas entroncadas con esa salud azul (Blue Health) en torno a la que gira esta edición del Encuentro de los Mares.
Mathiesen defiende que a los alimentos azules, los acuáticos, les espera un gran futuro. Pero reveló abiertamente sus dudas de que el sistema alimentario actual sea sostenible. Pero «podría serlo». Y alcanzar esa sostenibilidad es importante porque se trata de proteínas de gran calidad que tienen una huella de carbono más baja que cualquier otro método de producción terrestre. Hizo un repaso por las dietas más reconocidas por la ciencia médica y tanto la nórdica, la japonesa, la mediterránea como la atlántica, incluyen pescado. Se mostró firme defensor de familiarizar a la población con los alimentos acuáticos ya en las comidas escolares y sugirió usos de alimentos con propiedades curativas, auténticos Blue Health, como el caparazón de las gambas contra la inflamación y el dolor, el chitosán para el control del peso o la piel del bacalao para cicatrizar heridas persistentes.
De reconectar con los alimentos azules, en concreto con los moluscos también habló el Carlos Duarte, catedrático de Ciencias Marinas en la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología Kaust (Arabia Saudí) y asesor científico del Congreso. El científico detalló la larga relación de los humanos con los moluscos y el ocre rojo, fuentes de omega tres y hierro, respectivamente, que consideró claves en el desarrollo cerebral y la salud reproductiva. Sí, también del ocre rojo, ese pigmento rico en ferritina que a lo largo de 250.000 años el hombre ha empleado tanto para expresarse artísticamente como para protegerse del sol y otras adversidades climáticas. A nadie se le escapa todos los problemas de salud metal que se diagnostican en estos tiempos y los problemas de reproducción. Por eso es necesario «reconectar la salud humana con la salud del océano».
El «ágora» en el que «empiezan a pasar cosas»
A veces solo hace falta reunir en un mismo foro a aquellos que son y piensan muy distinto para que algo nuevo surja. Y de eso puede presumir el Encuentro de los Mares, el congreso itinerante organizado por la división de Gastronomía de Vocento que este año alcanza su sexta edición repitiendo escenario: la isla de Tenerife. No es casual. De tanto roce entre sector pesquero, ciencia y gastronomía han salido idilios a distancia, como el que mantienen a casi mil kilómetros de distancia pescadores de Ribeira, de la cooperativa Artesáns da Pesca con pescadores y cocineros los de la isla de Tenerife para intercambiar experiencias y mejorar la comercialización del pescado.
O la historia ya más local del chef Diego Schattenhofer y el investigador del IEO Jesús Arrieta, que en el proceso de maduración del pescado que interesaba a uno aparecieron microorganismos que entusiasmaban al otro y avanzan juntos en las técnicas de maduración del pescado. Solo por eso ya merece la pena montar este «pequeño ágora», en palabras de Benjamín Lana, director de la división de Gastronomía de Vocento, que se congratuló de que «empiecen a pasar cosas». Pequeñas, quizá, pero fruto de un trabajo conjunto. Porque «cuando se escucha los demás, se avanza».
A ver si la distensión que da celebrar un congreso de ciencia, pesca y gastronomía en un chiringuito consigue calmar los ánimos en un sector pesquero que se ha sentido aludido por las tajantes declaraciones de Daniel Pauly contra la pesca industrial. Sobre todo ahora que se están estrechando los vínculos entre chefs y científicos. Ahí esta el binomio Rafa Zafra, de Estimar, y Arnau Subías, que mientras uno mima el producto el otro glosa curiosidades de su hábitat, pesca, reproducción y temporadas. O el de Juan Martín y Ángel León, que después de convertir el agua de mar en sal, en hielo y en brisa, tratan ahora con ayuda de Ignasi Mateo de reducir al máximo la huella hídrica y ser autosuficientes en esa marisma que el chef gaditano quiere recuperar para disfrute de toda la población y que solo encuentra barreras en la Administración.
La propuesta del siciliano Pino Cuttaia, que ha acuñado el término marroir para esos pescados de la tierra que dominan sus platos inspirados en la tradición y con los que y que quiere rendir tributo a las madres y a los pescadores.
Javier Torres, la mitad de los Hermanos Torres, detalló su apuesta por los productos de temporada, desgranando una carta de primavera en la que los productos gallegos, como el centollo o la rubia gallega, tienen una importante presencia, pero también carnes extremeñas y verduras de Aragón, no en vano «en España tenemos los mejores productos del mundo. Esto, unido a un enorme talento, explica que seamos los número uno de la gastronomía mundial. Tenemos cocina para rato».