La emisión de bonos verdes y azules, que alcanzó el billón de euros en el 2021, se ralentizó con la invasión de Ucrania, pero sigue ganando enteros y en España ha credido de forma espectacular
13 nov 2024 . Actualizado a las 04:45 h.La sostenibilidad cotiza en bolsa. No se trata de una metáfora. Es literal. Cotiza en bolsa, tiene sus propias líneas de crédito, sus pagarés y se emiten bonos verdes —y ahora también azules— para financiarla. Es un activo financiero importante hasta el punto de que, en el 2021, alcanzó el billón de euros; un billón europeo, el de los «doce ceros», explicó Julián Romero, presidente del Observatorio Español de la Financiación Sostenible (OFISO) en la segunda edición del Foro Galicia de Sostenibilidad Global de Productos del Mar (GSSG), que ayer se cerró en la sede Afundación de Vigo. Y en España, la financiación sostenible ha tenido un crecimiento espectacular, al menos hasta el 2021, cuando comenzó a ralentizarse sin que eso impidiese que en el 2023 «las instituciones españolas se anotasen un récord de 60.000 millones de euros en activos sostenibles», que son aquellos que se emplean en proyectos que tienen beneficios sociales, medioambientales y de responsabilidad social (ESG, por sus siglas en inglés).
Romero, que situó en el 2007 la prehistoria de los bonos verdes con la emisión del primero por parte del Banco Europeo de Inversiones al que siguió un año después el del Banco Mundial, fecha en el 2018 su despegue, con el plan de finanzas sostenibles que dio pie a la incorporación de los fondos soberanos, ganando en volumen y liquidez. Si la guerra de Ucrania, con su subida de tipos, trajo una ralentización del mercado, los productos sostenibles han seguido ganando terreno en España. Así, si se deja de lado los bonos del Tesoro Público, «18 de cada cien euros de financiación han sido de naturaleza sostenible» y, en cuanto a los préstamos ligados a la sostenibilidad, concentran 2 de cada 3 euros financiados por esta vía.
El futuro de la economía
En definitiva, la financiación sostenible, a la que se puede optar vía compromisos y que siempre requiere una verificación externa, es, más que una tendencia, «el futuro para una economía equilibrada y resiliente» y un «compromiso más profundo por parte de todos los sectores puede maximizar los beneficios y superar los desafíos», resumió el presidente del Ofiso.
Si Romero puso la teoría, Friðrik Friðriksson, asesor general de Brim, una empresa pesquera de Islandia, ofreció la visión práctica. La experiencia en financiación azul de una compañía que lleva más de treinta años cotizando en Bolsa y que cuenta con 1.800 accionistas. Brim emitió en octubre del 2021 sus primeros bonos azules, por un valor de 30 millones de euros. Fue el resultado de un proceso de varios años, en el que hubo que buscar inversiones a largo plazo, analizar la cadena de valor, trabajar con datos para guiar las decisiones, elaborar cuentas verdes o medioambientales, informes de sostenibilidad y, sobre todo, adaptarse a EU Taxonomy, el reglamento de Taxonomía europea, la biblia de las actividades sostenibles, ya que el país «no forma parte de la UE en materia pesquera, pero sí en la financiera, pues sus reglamentos financieros se aplican a Islandia», apostilló Friðriksson. ¿Qué tipo de operaciones financia? Aquellas que se dirigen a alcanzar la neutralidad carbónica tanto en la fabricación de harinas, en la transformación de pescado, en las embarcaciones, electrificando camiones... Todo para alcanzar el objetivo que se han marcado, que es reducir en el 2030 un 40 % de las emisiones de gases de efecto invernadero que tenían en el 2015.
Ahora bien, el presidente de la Ofiso aclaró que, si bien es cierto que el reglamento de Taxonomía que clasifica las actividades sostenibles es la biblia, recoge qué actividades son verdes, pero no es excluyente, en el sentido de que aquella que no esté incluida no sea verde. Es posible «financiarse con compromisos y no con proyectos», compromisos de «eficiencia energética, de reducción de desperdicios, de mejora de seguridad alimentaria». Y ese es justo el aval que un sector primario como el pesquero puede presentar para obtener financiación sostenible. Máxime cuando produce una «proteína de alta calidad con muy baja huella de carbono», resaltó el asesor general de Brim.
Cooperación para acabar con las asimetrías que entorpecen la ruta
En sesiones que ocuparon dos jornadas, la Fundación Nueva Pescanova y la Consellería do Mar han estado tomando medidas a la sostenibilidad. A lo ancho, a lo alto, de sur a norte, de gran corporación a pequeña comunidad pesquera, según la naturaleza voluntaria o regulatoria...
Y la conclusión está clara: superar las asimetrías que hoy se dan requiere cooperación y trabajo en conjunto. Esa es la clave para «garantizar el futuro de la sostenibilidad marina», resumió Ángel Matamoro, director del Foro GSSG, antes de cerrar las jornadas.
Que la sostenibilidad no es cosa de grandes o pequeños ya lo había advertido en su exposición Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores (FNCP), que desgranó en el congreso el trabajo que, de mano de la Fundación Biodiversidad, están desarrollando bajo el lema de Mar de Vidas, programa que ha acuñado el término de la sostenibilidad ecosocial, siendo eco prefijo no de economía sino de ecología, porque «peces y pescadores van juntos, son dos caras de una misma moneda». Así, al entender de Otero, en materia de sostenibilidad el tamaño no importa, lo realmente importante es «la aportación de cada cual para lograr un planeta sostenible».
Ahora bien, las grandes compañías han hecho sus propias alianzas, en las que, además, han involucrado a la ciencia, con la Universidad de Estocolmo de cabecera, que con financiación propia y filantrópica emprenden acciones comunes para identificar campos en los que poder avanzar en materia de sostenibilidad.