La bioeconomía y el sector forestal de Galicia
ACUICULTURA
Será la próxima revolución industrial. Tiene como objetivos gestionar sosteniblemente los recursos naturales propios, reducir la dependencia de los no renovables, la seguridad alimentaria y la mitigación y adaptación al cambio climático, hacia un futuro neutro en carbono.
La bioeconomía parte de aquellos sectores capaces de crear biomasa: agricultura, forestal, acuicultura, microbiología y residuos orgánicos. A través de su transformación en biorefinerías mediante procesos químicos, de ingeniería y biotecnología, ser capaz de producir comida, forrajes, biomateriales y biocombustibles que, incorporados al ciclo de consumo, se reciclarán indefinidamente -lo que se conoce como economía circular- hasta convertirse en energía renovable al final de su vida útil.
La Estrategia Europea de Bioeconomía vio la luz en el 2012 y se revisó en el 2017, estableciendo las bases de esta transformación conceptual:
-Garantizar la inversión en I+D, mediante consorcios entre entidades públicas y privadas.
-Compromiso político para la producción y suministro sostenible de biomasa.
-Mejora de la competitividad y la creación de empleo, mediante el estímulo a los biosectores y la contratación pública ecológica.
Veamos estos puntos. Si bien han existido ciertos puentes entre algunas áreas productivas y sus correspondientes procesos transformadores, por ejemplo, el monte y las industrias forestales, no se han creado vínculos definidos entre los productores de biomasa y las industrias químicas, farmacéuticas, energéticas... De ahí que si el objetivo es generar nuevos materiales (bioplásticos, bioembalajes o bioresinas), se deben constituir esos consorcios, creando nuevos nudos de conexión a través del I+D. Asimismo, la biomasa en origen, necesaria para edificar esta revolución, debe estimularse y movilizarse en el mercado europeo, reactivando terrenos improductivos y avivando las economías locales. Por último, se requiere el cambio de paradigma que significa la contratación pública ecológica, es decir, el impulso ejemplarizante de las administraciones al empleo de biomateriales en sustitución de aquellos no renovables como el hormigón, aluminio, PVC, plásticos...
Con esta política, la UE pretende crear un nuevo mercado global de 200.000 millones de euros, lograr millones de nuevos puestos de trabajo para el 2030, sobre todo en áreas rurales (Declaración de Cork, 2016), contraer la dependencia del petróleo y conseguir una reducción de un 50 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para ello, ha puesto encima de la mesa 10.000 millones de euros en I+D. Como consecuencia de lo anterior, multitud de iniciativas, redes de investigadores, consorcios empresariales y productores de materia prima se están coordinando para generar estos nuevos bioproductos.
Así las cosas, resulta evidente que, de las fuentes descritas, es el sector forestal sobre el que de manera más directa va a nutrirse esta iniciativa, dado que es el generador de biomasa más importante de Europa, y particularmente de Galicia. La razón es que produce materiales renovables, reciclables, biodegradables, con bajas emisiones de CO2 en su transformación, son sumideros netos de carbono y es capaz de crear nuevas alternativas de biomateriales. De hecho, se habla en Europa de la nueva generación de cadenas de valor de los procesos forestales o, directamente, de la nueva industria forestal. Esto, que parece algo de ciencia ficción, es una realidad hoy en día. El PEFC, sistema de certificación forestal, ya ha presentado una colección de moda en Nueva York, basada en tejidos de origen forestal, Inditex está diseñando prendas de ropa con fibras forestales certificadas, tenemos ya en nuestras casas apliques de celulosa que parecen plásticos y se presentan en el mercado cada día útiles hechos de biomateriales. De hecho, la celulosa, resinas, lignina y sus derivados son ya las materias primas estratégicas de futuro.
Ante este escenario, la Axenda para a Industria Forestal de Galicia (Xera, 2018) hace especial hincapié en la bioeconomía y en la compra pública ecológica. Una gran ventaja supone que, afortunadamente, tenemos todos los mimbres estructurales: elevada producción de materia prima, tejido industrial amplio, variado y consolidado, así como universidades y centros de investigación punteros en la materia. Sin embargo, hay una estimulante singladura a emprender. La concepción patrimonialista de la gestión del monte del pasado debe evolucionar hacia los fines que marca la II Estrategia Forestal Europea para este siglo XXI, reactivando cientos de miles de hectáreas de monte abandonado o sin selvicultura, para gestionarlas sosteniblemente. La industria de la madera técnica o de la pasta, a pesar de los importantes esfuerzos realizados en años anteriores, deben sumergirse en nuevos bioprocesos. Por su parte, los grupos de investigación, desde los de la ingeniería forestal a la de los materiales, la química, la arquitectura o la textil, están llamados a integrarse en la cadena, para diseñar metodologías innovadoras. En consecuencia, el establecer redes de conexión entre todos ellos parece perentorio y prioritario, implicándolos en el cambio requerido. Galicia puede situarse en vanguardia de esta próxima revolución industrial, que la lleve a un crecimiento inteligente a largo plazo.