Patrocinado porPatrocinado por

«Eu son pesca de cabeza e de corazón»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

PESCA Y MARISQUEO

La actriz hizo sus primeros amigos, que aún mantiene, en Bergantiños

28 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A Teté Delgado la crisis le ha permitido pasar más tiempo en su querida Malpica. No es lo que ella ha querido, pero como no puede cambiar la situación, la aprovecha. Asegura que en este sentido se comporta como los marineros, porque «eu son pesca de cabeza e de corazón». Explica que cuando «o teléfono non deixa de soar gústame vivir ben e gardar un pouco, pero cando veñen malos tempos, tamén me acomodo». Y en ello está. Ha dejado su piso de Madrid, como han hecho otros actores que han decidido volver a sus lugares de origen. Y si a algún sitio quería volver Teté ese sitio es Malpica.

Aunque «miña nai levoume a nacer a Ferrol», ella fue concebida en la costa de Bergantiños. Así se lo dijo su padre y de eso presume. De ahí viene quizá el apego por la localidad y las despedidas tan difíciles, al final del verano. Explica que desde niña la marcha tenía un ritual que comenzaba con un paseo a solas por el puerto. Después, en el coche, no dejaba de llorar hasta llegar a Porriño, donde su familia vivió durante años. Dos horas y media de trayecto con el corazón roto. Y no sin motivo.

Las anécdotas que Teté Delgado cuenta sobre sus veraneos en Malpica son un término medio entre los libros de Enid Blyton y la serie Verano azul. A la sombra de la Atalaia hizo sus primeros amigos, fumó su primer cigarrillo y aprendió a nadar. Allí construyó barcalas, que ahora hace con sus sobrinos, montó en vespino y cocinó espagueti carbonara en el faro de las Sisargas.

Para la actriz, Malpica es especial «porque si, porque ten esa maxia... Eu flipo aquí». Y lo hace porque está en familia «e non preciso decir quen son ou como son. É tan cómodo, tan gustoso, tan normal...».

Está sentada en la terraza del JB, expuesta al nordés, y no para de atender a amigos, familiares y conocidos. Llama tanto la atención y, al mismo tiempo, está tan integrada que todo el mundo la saluda y le habla con familiaridad, aunque sea la primera vez que la ven en persona. Son cosas de la televisión que ella lleva con absoluta normalidad. Con amigos de la infancia recuerda que asaban sardinas al salir de la discoteca y que iban en moto hasta la Teyma de Ponteceso. También rememora las veladas de la Costamar: «A única discoteca na que unha señora vestida de negro che dicía o que podías e non podías facer».

Y el intento de defender el bosquecillo de pinos enanos de la Sisarga Grande, donde acampaban aprovechando la comodidad de la pinaza. Recuerda a los fareros y se lamenta de la automatización de las señales.

Las islas tienen para ella algo especial, dice, mientras las mira, perfectamente claras. Su padre, «Juan José de Benedicta», ayudaba a cargar suministros para los técnicos de señales. Mira las Sisargas soñadora: «Encantaríame ir á illa a pasar o día, a cruzar o canal da pequena á grande e a nadar entre a grande e a mediana. Aquilo é coma o Caribe e tamén a praia, cando a marea o permite».