Galicia es un referente en la pesca, no solo a nivel nacional, sino europeo. Como tal, debe tomársenos muy en serio. Y a quien nos representa se le debe respeto y consideración. Nuestra conselleira debe dar un paso adelante y un golpe en la mesa en el caso del acuerdo con Portugal. En primer lugar, porque su flota costera demanda más que nunca empezar a sentir en sus propias carnes alguna resolución favorable, palpable y positiva. Estamos cansados de que todas las imposiciones nos lleguen vía obligatoriedad desde Bruselas. Pero el acuerdo con los lusos depende de la negociación de nuestros representantes directamente, lo tienen en su mano. Y otro pacto desfavorable para nuestros intereses, máxime cuando lo tenemos que negociar nosotros, no se comprendería.
En segundo lugar, porque nos ampara la razón. Nadie está pidiendo que se prohíba algo a los pesqueros portugueses; lo que se está exigiendo es igualdad en el caladero. No se puede jugar en un mismo tablero con normas diferentes.
Con los paros semanales, un barco español tiene una capacidad potencial de trabajo en sus aguas de 9 meses; un portugués, con su sistema de descanso puede operar en nuestro caladero cerca de 11 meses. El descanso semanal impuesto a principios de los noventa, por si a alguien se le ha olvidado, no fue consecuencia ni de mejoras sociales, que las atrajo añadidas, ni del capricho del político de turno. Enrique López Veiga -político que ha pisado una cubierta. Y en Terranova nada menos- sabía muy bien lo que se traía entre manos e impuso contra viento y marea la única forma de salvaguardar las especies en un caladero masificado: la actuación sobre el esfuerzo pesquero dos días a la semana, del que hoy nos seguimos beneficiando.
Que Galicia pida que los lusos cumplan lo mismo que nosotros no es un capricho, es una necesidad. No podemos estar protegiendo lo nuestro mientras los demás nos lo descuartelan. Y, por supuesto, la mala salud de una especie trae reducción de las cuotas para los gallegos, no para los lusos en aguas gallegas.
Treinta arrastreros portugueses equivalen a la mitad de los que ahora tiene España en el Cantábrico, así que la cosa debe tomarse en serio. Otra firma que no imponga las mismas reglas no es de recibo, máxime cuando se pretende que el pacto dure un lustro.
¡No firme conselleira, póngase del lado de su flota! No es un problema exclusivo del arrastre. El cerco gallego también sufre los lunes la competencia desleal en especies como el jurel o la caballa. Que el color del equipo gubernamental sea el mismo que el de nuestra autonomía debe llevar implícito que no debemos someternos al interés político.
Una maniobra como la del entonces ministro Arias Cañete, enmendando a favor de portugueses un acuerdo que imponía el descanso semanal tres meses después de haberlo firmado no se va a entender ni a admitir. Ha llegado el momento de que la autoridad pesquera gallega tome el mando en favor de los pescadores del Cantábrico. Conselleira, no deje que se firme si no nos beneficia, sobre todo cuando en escasos días tendremos a franceses e irlandeses con la arrastre pelágico pescando bonito de nuevo en nuestras aguas.