Juan Manuel Vázquez: «No mar, ata aos inimigos se lles bota a man»

PESCA Y MARISQUEO

Asegura que los pescadores tienen la virtud especial de ayudarse aun poniendo su vida en peligro
08 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Para los nacidos en un pueblo pesquero, el mar siempre fue una salida laboral accesible. Viendo a los marineros a diario e incluso ayudándolos, no es de extrañar que muchos ni siquiera llegaran a plantearse una alternativa profesional diferente. Con 9 años, Juan Manuel Vázquez (Porto do Son, 1950) ya compaginaba la escuela con las tareas en la flota del cerco de Portosín, su localidad natal: «Daquela, os barcos tiñan a dous ou tres rapaces que se encargaban da limpeza, facíase con baldes, non como agora que se empregan mangueiras». Con 12 ya tenía su propia libreta de inscripción marítima y salía a faenar cada día con su padre.
El sonense reconoce que no tuvo otra opción: «Era o que había por aquel entón, os rapaces tiñan que traballar, porque tiñan que contribuír na unidade familiar». Lo dice con la satisfacción de haber desempeñado una profesión que fue de su agrado y por la que volvería a apostar. En ella tuvo como principal compañero de batallas al Titán. Fue su primer barco, comprado de segunda mano y con el nombre puesto. Usó la misma denominación, añadiéndole Segundo, para el cerquero que lo reemplazó y la mantuvo para el tercero, que bautizó O Titán, en el que navegan dos hijos y un yerno. Él los ayuda desde casa: «Un mariñeiro non se xubila nunca».
Aunque sabe que su barco está en buenas manos, Manolo Vázquez no se resiste a darle consejos a sus sucesores y a colaborar con ellos controlando los suministros, las rederas y la parte administrativa de la empresa familiar: «Se non, non me dou. Empecei nisto sendo un crío e continuei toda a miña vida, non podo deixalo da noite para a mañá, porque me caería o mundo enriba». La suya fue una travesía larga, salpicada de algún que otro momento amargo: «O peor foi cando nos morreu un mariñeiro que saíu enganchado no aparello».
Vena solidaria
Un naufragio del que fue testigo le enseñó la doble cara del mar: la fiereza que pueden alcanzar sus aguas y la ola solidaria que despierta para hacerles frente. Ocurrió en 1980, cuando el III Cabo Naval regresaba a Portosín con 14 tripulantes a bordo y embarrancó en unas piedras. «Varias embarcacións xuntámonos no lugar para axudar nas tarefas de rescate», recuerda. El helicóptero salvó a nueve hombres y un pesquero a otros tres, cuando su barco ya se estaba sumergiendo: «Neses momentos só se pensa en axudar, non es consciente do risco que corres».
«Un mariñeiro non se xubila nunca»
Asegura que por muchas diferencias que existan, ante una situación de peligro los pescadores van todos a una: «No mar, ata aos inimigos se lles bota a man; pero non só en caso de naufraxio, tamén cando a alguén se lle engancha unha rede ou hai que darlle remolque. Despois, ao chegar a terra, cada un polo seu lado». Para Manolo Vázquez, esta es quizás la parte más bonita de la profesión y la que nunca debería perderse: «Porque hai que ter claro que no mar estamos sós e alí temos que ser bombeiros, médicos e socorristas; uns temos que ser os anxos custodios dos outros».
Desde tierra, él también quiso trabajar por el bien común y se enroló en la cofradía de Portosín, de la que fue patrón mayor durante unas dos décadas en cuatro etapas diferentes. Asegura que, cuando empezó, el pósito era mucho más que una entidad dedicada a la defensa de los intereses del sector pesquero de la localidad: «Daquela solicitábanse e conseguíanse melloras para o pobo. A confraría era o pequeno concello e os logros que ías conseguindo servían de impulso para continuar».
De aquella época, recuerda la lucha que se lidió para reducir el calendario laboral de los marineros del cerco: «Antes traballabamos todos os días da semana e logo abriuse a posibilidade de librar o sábado ou o domingo. Despois houbo unha batalla moi grande para liberar ao sector os venres, porque había quen dicía que ía ser a ruína». Fue testigo del gran ejemplo de lucha, unión y solidaridad del sector cuando se planteó en Portosín la necesidad de construir una fábrica de hielo: «Pedimos un préstamo avalado polo cabildo da confraría, que estaba formado por armadores e tamén por mariñeiros; algo que pode parecer surrealista, pero que foi así».
Futuro incierto
Por contra, Manolo Vázquez ve ahora en la falta de unidad del sector su principal peligro: «O que máis me doe é que non nos deamos conta de que a unión fai a forza». La considera fundamental para luchar contra las grandes amenazas que acechan a la pesca: «No mar, hai moitos intereses en xogo que non son os dos pescadores, de feito nós somos agora os que estorbamos e a os que nos queren botar».
El lobo de mar sonense se refiere, por ejemplo, a los proyectos de energías renovables o al mercado de compra-venta de cuotas: «Hai barcos que pescan sen ir ao mar, porque llas venden a outros. Nós tivemos que mercar cota de sardiña e de anchoa no golfo de Cádiz para poder pescar aquí, algo que non se entende».
Por eso, cuando Manolo Vázquez mira al mar, ese al que le entregó su vida, solo ve una gran incertidumbre.
Balance satisfactorio
Manolo Vázquez volvería a ser marinero de la flota del cerco sin dudarlo: «O mar ten moi mala prensa, pero o cerco é un bo traballo. Agora vaise catro noites pescar e vese á familia practicamente todos os días. Que máis se pode pedir?».