La pesca atrajo a una comunidad que llegó a sumar medio millar de personas
20 feb 2022 . Actualizado a las 19:50 h.El hablar pausado y meloso del peruano choca contra la adustez del gallego a bordo de un cerquero. A algunos patrones y marineros les costó acostumbrarse, pero ha habido que hacer de la necesidad virtud y la convivencia ha sido posible. Lo es desde hace más de quince años, cuando en el 2004 llegaron a Cambados los primeros marineros procedentes del país andino. El bum de la construcción dejó a los armadores sin mano de obra —se ganaba más y se arriesgaba menos como albañil levantando urbanizaciones en Canarias— y en la cofradía pensaron que había que hacer algo. De modo que el entonces patrón mayor, Benito González, se fue a la oficina de Inmigración de Vigo para preguntar a qué puertas podían llamar para encontrar marineros interesados en trabajar en España. «O máis fácil era Perú, dixéronos», y la maquinaria burocrática se puso en marcha.
En 2004 llegó la primera remesa de peruanos, —los que cabían en un autobús, recuerda González— y después llegarían más. «Logo xa eran os armadores os que se encargaban de tramitar o tema». Entre aquellos pioneros estaba Miguel Ángel Lumbres, tristemente de actualidad estos días por ser uno de los fallecidos en el naufragio del Villa de Pitanxo.
Su historia es la de docenas de peruanos que llegaron a Cambados en busca de una vida mejor, con el sueño de ganar dinero suficiente para traer a su familia e instalarse en España. Así lo hizo Miguel, y así lo hicieron también Luis Manuel Viteri y Juan Carlos Salgado, compañeros de fatigas que, como Lumbres, consiguieron encontrar su sitio al otro lado del Atlántico.
La comunidad peruana en Cambados llegó a sumar medio millar de personas, convirtiéndose en la más numerosa de extranjeros en la localidad. Con la crisis del 2007-2008 muchos regresaron a su país o se fueron a capitales como Madrid o Barcelona en busca de una nueva oportunidad. Con todo, en el padrón de emigrantes del 2022 todavía son mayoría, con 108 altas, doblando el número de portugueses y marroquíes. Son los que aún no tienen la nacionalidad española; otros hace tiempo que disfrutan de ella y todos juntos engrosan una comunidad muy asentada y con fuertes lazos en la villa del albariño.
Vinieron para trabajar en los barcos y, especialmente sus mujeres, han acabado encontrando hueco en la hostelería, las conserveras y depuradoras.Hace pocos meses que Miguel Lumbres había cambiado la bajura por la altura, y este cambio le costó la vida. Gajes de un oficio que conocía bien pues no era la primera vez que se embarcaba en un arrastrero. Con todo, la mayor parte de su periplo en España lo pasó trabajando en la flota del cerco, al abrigo de puertos más seguros, aunque un marinero nunca está a salvo del todo.
Su compatriota Rigoberto Quesada falleció en 2007 cuando faenaba en el Seixo III frente a Ribeira. Se cayó al mar y ya no salió a flote, aunque su recuerdo sigue vivo. Rigoberto dio nombre a la asociación creada por la comunidad peruana en Cambados, una asociación que, precisamente, presidió Miguel Lumbres y que, según cuenta su primo, era su intención reflotar. Tras unos primeros años de gran actividad —organizaban fiestas para mantener viva su cultura y no faltó el partido de fútbol entre peruanos y la policía local de Cambados (en la imagen)—, la asociación se fue apagando poco a poco, lo cual no quiere decir que no mantengan los lazos familiares y de amistad entre ellos. Acaban de demostrarlo a propósito de la tragedia del Villa de Pitanxo. «Miguel Ángel Lumbres, presente», coreaban el miércoles durante el minuto de silencio que se guardó en la plaza del Concello. Al día siguiente por la noche volvieron al mismo lugar portando velas y ayer volvieron a juntarse para conocer las últimas noticias sobre Miguel.
Pese a las penas y desgracias, Viteri, Salgado y otros peruanos se muestran agradecidos con Cambados. Ahí han encontrado una calidad de vida y bienestar que no habrían alcanzado en su país de origen. No ha sido fácil, de hecho muchos de ellos tuvieron que recurrir en algún momento a ayudas institucionales o de organizaciones como Cáritas para seguir adelante. El propio Lumbres contaba en 2012 para La Voz de Galicia que había estado en el paro y sobreviviendo con 400 euros al mes, que apenas le daban para pagar el alquiler. Lo de comprarse un piso resulta una quimera; Luis Manuel Viteri no conoce a ningún compatriota que lo haya conseguido, y él, tampoco. A sus 58 años ya no tiene esas pretensiones. Su objetivo ahora es encontrar plaza en algún barco o que vuelvan a llamarlo de la depuradora y compartir momentos con sus dos nietos, la tercera generación nacida en España, esa que ya creció comiendo el churrasco y la tortilla de patatas que tanto le gustan.
Este peruano con ascendientes italianos se siente muy bien en Cambados, nada que ver con su corta experiencia en Barcelona. ¿Racismo? «No, los gallegos me tratan muy bien». A lo sumo, un encontronazo con un patrón que le hablaba a gritos y de malas maneras. «Pero no me lo tomé a mal, ya sé que aquí se habla así».