En los años 90 hubo conflictos entre el arrastre pelágico francés y la flota bonitera del Cantábrico. Sin embargo, el arrastre pelágico actuó duramente sobre el bocarte, y además sobre la sardina, el jurel o la caballa.
La pesca de los arrastreros pelágicos sobre la población de anchoas del Cantábrico, añadida a la del cerco, llevó al colapso la pesquería, cerrada desde el 2005 al 2010. Un cierre que llevó a redirigir la actividad pesquera a otras especies o al desguace de barcos y que, si bien permitió recuperar la población y con ello su pesca, tuvo enormes repercusiones sobre la flota, su comercio y la industria. Un espléndido trabajo, publicado este mes en Canadian Journal (dx.doi.org/10.1139/cjfas-2023-0087), sobre la anchoa del Cantábrico y Galicia nos permite comprender la complejidad y las interacciones que la pesca y los ecosistemas, incluidos los mercados, encierran.
Para la sardina la situación fue negativa entre el 2012 y el 2015, llegando a proponerse un TAC cero desde el golfo de Vizcaya al golfo de Cádiz, y un cierre de quince años de la pesquería. La colaboración entre autoridades y flotas de España y Portugal, incluida compra de cuotas a los cerqueros del golfo de Cádiz, permitió desarrollar una serie de medidas de gestión para la continuidad de la pesquería. Este año se capturarán un máximo de 44.450 toneladas de sardina por parte de las flotas de ambos países, lo que supone un descenso del 20 % sobre el 2023, de las que unos ocho millones de kilos son para los cerqueros y racús de Galicia y Cantábrico, medio millón para los 400 barcos al xeito y seis millones para los 65 cerqueros del golfo de Cádiz. Un reparto, a día de hoy, de gran desigualdad, tal y como analiza la organización del cerco Acerga.
Pero, más allá de la situación de la pesca, es necesario atender al consumo y a los mercados, y, a pesar de que el consumo de sardina y boquerón en España ha sido de 45 millones de kilos y es el tercer producto del mar más consumido por los españoles después de la merluza y el salmón, asombra conocer que en diez años ese consumo descendió en 30 millones de kilos (de 75 a 45 millones). Por más que el mercado español, al igual que el europeo, sea aún deficitario tanto en bocarte como en sardina. Un déficit que se ha ido atendiendo no solo con las tradicionales importaciones en fresco, de Francia, Italia o Portugal, sino incrementando la importación de bocarte o sardina elaborada, ya sea en conserva o congelada: en el 2021 se importaron unas 10.000 toneladas de anchoa en conserva, sobre todo de Perú, y de sardina llegaron a España desde Marruecos, en el 2022, 12.000 toneladas en conserva y 67.000 toneladas congelada. Marruecos es el gran productor de sardina y suministra a la UE el 93 % de la sardina importada. Mercados internacionales con determinantes efectos en la pesca y la industria conservera. Por más que uno no olvide el bocarte en abanico o al vapor del antiguo El perro chico bilbaíno, o el disfrute de la xouba del xeito rianxeiro en el Isolina de Taragoña.