El poder afroflamenco de Concha Buika aumentó con un premio de la música

Rodri García A CORUÑA

TELEVISIÓN

KOPA

30 mar 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

Rompedora. Aunque suene a tópico, quizá sea el único calificativo que sirve para tratar de encajar a una mujer de raíces guineanas que nunca estuvo en África, una niña que creció entre gitanos y considera «muy extraña» -otra vez rompedora- una corta estancia en las Vegas donde imitaba a Tina Turner o las Supremes colocándose una peluca para cantar. Quince minutos antes de que Concha Buika pusiera sus pies descalzos sobre las tablas del Teatro Rosalía de Castro recibió el notición: era la ganadora del premio de la música al mejor álbum de canción española por Mi niña Lola , el segundo trabajo que publica. Para celebrarlo puso a mano la botella de agua y una copa, que al final quedó casi entera. Niño Josele tendría que acompañarla a la guitarra, pero también estaba entre los finalistas de dichos premios y se quedó en Córdoba. Le sustituyó Dani de Morón. Entre el suelo rojo y la enredada melena negra, un vestido blanco hasta los tobillos con un largo chal del mismo color, cuyos extremos parecían convertirse a veces en las alas de una mujer que por momentos sólo tocaba el suelo con la punta de los dedos de sus pies. Si el cuerpo vibraba, la voz mostraba toda su asombrosa capacidad para pasar de un quejío flamenco de letra imposible («Maricarmen, yo te camelo...») a un bolero desgarrado, recordando mucho a Chavela Vargas, clásico, pero cantado con el poderío de quien dice tener el sello de no ser de ningún sitio, que la patria es donde te arde el corazón. Y su corazón arde en cada canción, en cada texto que compone de letras casi filosóficas y de títulos sorprendentes, como Jodida pero contenta, dedicada «a todas la que esta noche están así». Quien se atreve con el jazz, el tango o la copla, también definió la nostalgia: «Cuando se fue mi padre no la entendí; cuando se fue mi primer novio, tampoco (la verdad es que no valía mucho el chico). Cuando me fui yo, sí la entendí». En Nostalgia la letra habla de «cantarte las 80 a las doce de la noche» o dejarse ir «noche abajo, hasta la madrugada». En algunos momentos, el compás y hasta la vibración entre la cuerdas de la guitarra y el cuerpo fibroso de esta cantante parecían confundirse. Otras veces pedía guerra («necesito un poco de calor, de ritmo caliente») y los cuatro músicos, guitarra, contrabajo, batería y cajas, sintonizaban a la perfección, ante un público en el que podían distinguirse desde veinteañeros a sexagenarios. La propina fue espectacular, como el concierto: unos Ojos verdes («dedicados a mi chico») cantados a capela. Rompedor. Teatro Rosalía de Castro de A Coruña. Aforo: 600, lleno. Ciclo: Música con Raíces.